21 noviembre 2007

Primera


Finalmente habían transcurrido aquellos meses de verano que pasó alejado de todo, trabajando sin parar, empeñado en sus objetivos. Luis regresó a la ciudad donde estuvo un año antes de aquel verano con la ilusión, sobre todo, del reencuentro con Julia. Pasó unos días con ella que, en la intimidad fueron estupendos, pero que, finalmente, desembocaron en un descubrimiento tan sorprendente como amargo.
Aparte de ver a Julia, también se encontró al final de su estancia con algunos amigos que, pensando que lo suyo con ella era circunstancial y que conocía a Julia en profundidad, le pusieron involuntariamente al día en lo mucho que ignoraba de su querida y bella rubia.
Al parecer, mientras Luis estuvo trabajando, su amada había pasado el verano saliendo con otro muchacho de 24 años, seis más que Luis, que era representante y que cada vez que recalaba en la ciudad, y lo hacía muy a menudo, pues eso... que se iba bastante satisfecho. Luis se quedó lívido, no estaba acostumbrado a tragarse sapos como ese, sin embargo evitó que sus amigos se dieran cuenta del ascua que le habían metido en el estómago. Así que se hizo el loco. Continuó riendo con ellos y, sus amigos, creyendo que Luis también estaba al tanto de la vida de la gente de la pequeña ciudad, abundaron en la historia y le ampliaron las andanzas de su tierna y adorada Julia. Al parecer la muchacha andaba también liada, desde un año antes de conocerle, con un profesor de filosofía del instituto, del cual había sido alumna. Luis le conocía. Era Federico, un hombre de treinta y pocos años. Habían hablado algunas veces de filosofía e incluso comido juntos. Era de Galicia y, aunque estaba casado, su mujer pasaba algunas temporadas en su tierra quedándose sólo de vez en cuando a lo largo del año.
Decididamente sus amigos ignoraban su amor por Julia, pensaban que se había ido a dar una vuelta por allí en plan relax y que su relación con ella era uno de los típicos rollos de la chica al que Luis se prestaba gustoso porque a nadie le amarga un dulce y, luego, si te he visto no me acuerdo.
Cuando dejó a sus amigos tenía ganas de vomitar, le dolía la cabeza (¿sería de los cuernos?, pensó con sorna triste), estaba como desorientado... y pensar que se había pasado el verano entero escribiendo a Julia todas las noches, soñando con ella, imaginando sus encuentros, recordando la expresión de su cara que tanto le atraía y que le impedía pensar cuando estaban juntos... Como no podía irse a su pensión en ese estado, se dio una vuelta por la parte nueva de la ciudad, caminando y caminando sin parar como si buscase algo que se le hubiera perdido y no se resignara a no encontrarlo. No podía evitar el continuo flujo de ideas por su cabeza, era incapaz de controlar el discurrir de su pensamiento, era como si tuviera dentro una fuente de amargura que manaba sin descanso, sin orden, sin control. Al cabo de no supo cuanto tiempo se encontró mirando al río desde una de las terrazas naturales de la ciudad, eso sí, con los ojos llenos de lágrimas. Al día siguiente hablaría con Julia.
De regreso a su pensión, casualidades de la vida, al pasar por una calle que daba al barrio dónde Julia vivía, la vio de lejos bajar de un coche. El coche, al marcharse, casi pasó a su lado. Lo conducía Federico. No le vio.
Así que por la mañana había estado con él en la pensión y por la tarde con Federico, aprovechando que él le dijo que se iría con los amigos. Ya sólo faltaba que apareciera el representante para que entre los tres la dejáramos bien satisfecha, pensó Luis. No habló con ella ni al día siguiente, ni nunca. Tomó el primer coche que salía para Madrid. No quiso verla más.
Luis interrumpió aquí el relato. Después de unos minutos de dar caladas a su cigarro y sorber unos tragos de cerveza me dijo:
- Hoy, cuando pienso en esta historia, me recuerdo tan crío, tan iluso... que casi me da risa. Al representante no llegué a conocerle, ni ganas que tenía, claro. Sin embargo cuando me acuerdo de Federico no puedo evitar el esbozar una sonrisa. Ya ves, la madurez le quita hierro a todo. Federico era un hombre gris, aburrido, que en filosofía se definía como Aristotélico-Tomista, de ideas punteras, como ves. Me imagino, independientemente de mis sentimientos heridos de entonces, que la lozana y vital Julia tuvo que ser para él como un chispazo en su negra y aburrida vida cartesiana. Me cuesta mucho imaginarlos como amantes pero, vaya usted a saber, hay gente con dones ocultos e insospechados.
- Y, ¿qué me dices de ella?
- Con respecto a Julia y pasados los años, me hubiera gustado volver a verla. Los años ajustan mucho los sentimientos, aclaran las cosas y despejan muchas de ellas, si eres capaz de mirarlas bajo otro punto de vista más real. Creo que era una mujer apasionada, quizás, y a pesar de mi burla, encontró en el filósofo un hombre con experiencia que le enseñó cosas y que seguramente equilibraría con su calma la hiperactiva vida de Julia. Eso sí, él tampoco perdió el tiempo. Con el representante puede que encontrara al hombre en plenitud, sabiendo hacer; pero, en mí, ¿qué encontró en mí? Pues lo diré con humildad: Una obra de misericordia, la de enseñar al que no sabe. Yo no había tenido relaciones sexuales con ninguna mujer. Era un inexperto integral. Ella me enseñó un montón de cosas. Al final, casi le hubiera debido estar agradecido. Sinceramente creo que mi falta de habilidad y práctica la decepcionó y aburrió un poco o, quizás, un mucho.
- ¿Has vuelto a saber de ella?
- Me escribió e intentó reconciliarse conmigo inmediatamente después de estos hechos, pero yo jamás le contesté. Curiosamente, al cabo de los años, he encontrado referencias a ella en Internet. Sé que está en Cataluña por Tarragona o Granollers..., pero me temo que su vida sigue siendo azarosa pues la localizo por impagos, multas de hacienda, embargos y... en ningún sitio hay correo o teléfono que dé razón de ella. Julia, se ha convertido en una fugitiva contumaz, no se deja ya localizar. No pierdo la esperanza de contactar con ella algún día, ya con el rencor totalmente apagado, y saber qué ha sido de ella. Con las cenizas de lo que me parecía un volcán hoy ya no lleno ni un cenicero y, por otro lado, siempre queda un recuerdo especial de la primera mujer.

4 comentarios:

Blasco Navalta. dijo...

me ha gustado mucho la historia, en parte creo porque me siento un poco identificado con el tal Luis, un saludo

Soros dijo...

Historias de ese tipo hay muchas, unas que se llegan a conocer y otras que no.
Gracias por tus comentarios.
Saludos.

Anónimo dijo...

Esas historias las hay también a la inversa. Y es verdad, jamás llegas a olvidarte de ellos por muy calvos y acabados que lleguen a estar.
Jamás olvidarás como te hicieron sentir cuando flotabas sobre el planeta, el aleteo de las mariposas en el vientre, los Universos de colores que estallaron en tu mirada.

Un abrazo

Paz Zeltia dijo...

Pues yo localicé,20 años después, a mi novio de finales de la adolescencia, el que compraba condones y nunca llegó a estrenarlos! ;) fue emocionante la localización, el abordaje y el encuentro, después de tantos años!