07 noviembre 2007

La recompensa


No sé la causa pero siempre me ha fascinado la historia y el recuerdo de Juan Martín Díez, El Empecinado. Quizás sea porque algunas de sus gestas principales se dan en terrenos que me son conocidos. En la zona centro, entre los pasos de Buitrago y de Medinaceli que, aún hoy siguen siendo por los que discurren las dos principales autovías que van desde Madrid a Francia, caminos reales entonces por los que el ejército francés recibía los principales aprovisionamientos y refuerzos para Madrid y el sur.
La leyenda, que puede coincidir total, parcialmente o nada en absoluto con la realidad, dibuja a este guerrillero como un hombre de grandes fuerzas, tremenda astucia y fulminante audacia y se cuentan de él numerosas anécdotas, algunas casi increíbles. Sin embargo, lejos de ser ningún patán como algunos deducen por el apodo que le viene de su pueblo natal, fue un militar brillante que llegó a mariscal de campo (general de la época), pasando por los empleos de teniente, capitán, comandante, brigadier y coronel de caballería. La caballería era el ejército de acción rápida de entonces, que podía actuar y desaparecer rápidamente.
Comenzó con una partida de pocos hombres en la zona de Aranda de Duero y su primera acción fue la captura de un correo militar francés cerca de Honrubia, en 1808. Tenía entonces 33 años. Obviamente, El Empecinado, conocía muy bien la zona por haber nacido en Castrillo de Duero (Valladolid) y eso, además de conocer los pueblos y las gentes, le facilitó mucho las cosas. En 1810 ya se movía con un pequeño ejército de unos 6000 hombres, perfectamente entrenados para acciones de guerrilla. Fue uno de los guerrilleros españoles que mantuvo enfrentamientos constantes con el ejército francés en la zona centro, o al menos, todo lo constantes que podían ser los enfrentamientos en una guerra de guerrillas. Su actividad principal fue obstaculizar las comunicaciones, el aprovisionamiento y la retaguardia de las tropas francesas. Los franceses, incapaces de cercarlo y acabar con él y los suyos, se vengaron saqueando y destruyendo numerosos pueblos de la zona donde, por ello, se les tiene aún un infausto recuerdo. Hasta un general francés fue dedicado exclusivamente a su captura sin que tuviera éxito.
Sin embargo, no son estos hechos de armas ni otros posteriores que también tuvo en otras zonas lo que más me llama la atención de su historia. Lo, para mí, llamativo fue lo que le sucedió en tiempos ya de paz.
Es ya curioso que, con la derrota de los franceses, a la que tanto contribuyó, tuviera que exiliarse a Portugal por la llegada del absolutismo con la vuelta del rey Fernando VII. Dicho de otro modo: Juan Martín luchó para que volviera un rey legítimo que, sin embargo, a él le proscribió.
Pero lo más triste, según cuenta Benito Pérez Galdós, es que Juan Martín, añorando su tierra, llegó a un acuerdo con las autoridades absolutistas por el que se le permitiría residir en Aranda de Duero (su zona), siempre que se comprometiera a no abandonar esta plaza y a no ejercer oposición alguna al monarca. De acuerdo con ello se encaminó hacia esta ciudad, pero cuando estaba muy cerca de ella fue apresado. El autor del apresamiento fue un tal Gregorio González, alcalde de Roa de Duero. Este alcalde, al parecer sumiso ante la ocupación de los franceses, encarceló por contra a Juan Martín y todos los martes lo paseaba en una jaula para su burla pública. Parece que el alcalde hacía esto para agradar al rey Fernando VII y adularle de este modo. A los dos años el alcalde decidió ahorcar al Empecinado. El rey Fernando VII firmó la sentencia sin titubear. El Empecinado, que a pesar de sus 50 años era hombre de grandes fuerzas, viéndose ante el patíbulo, en el que le iban a ahorcar como a un perro o como a un delincuente, se soltó de sus ataduras y gritando "¿Es que no hay balas en España para fusilar a un general?", arrancó el sable al jefe de la guardia y se lanzó contra la tropa a cuchilladas. Así Juan Martín cayó muerto a bayonetazos finalmente. El alcalde adulador, que se ve que no quería perder autoridad, hizo que su cadáver fuese ahorcado. ¡Las cosas que pasan en España! Ya lo dicen en mi pueblo, cada uno es como Dios le hizo y aún peor algunas veces.

3 comentarios:

Blasco Navalta. dijo...

me ha encantado la historia pero el final me ha dejao un poko horrorizado puesto que no conocia la historia de este personaje y esperaba que al final se le recompensara de alguna manera, ¿¿como se puede ser tan cruel y a la vez pelota y restrero???

un saludo.

Paz Zeltia dijo...

al personaje del Empecinado me acerqué una vez buscando de dónde venía la palabra. Me sorprendió que fuera él empecinado por su origen, y que a partir de él fuesen empecinados los que se obstinaban en una causa.

Como tú dices no sabemos si no es leyenda el episodio de su muerte a bayonetazos, pero en cualquier caso un hombre que luchó por defender la constitución de cádiz en contra del absolutimo, lucha que me merece el mismo respeto que la previamente sostenida contra los franceses...
Muy interesante el post!!! ;)

Ermengardo II dijo...

qué bicho inmundo, este alcalde de Roa. Estaba pensando en lo interesante que sería una serie de TV contando la vida del Empecinado, en vez de tanto "cuentame" o la versión 3512 del holocausto judio.