06 agosto 2016

Correo de verano

Querido Paco:

Siento decírtelo, pero es que tú no haces caso a nadie. Mira, el secreto es escuchar. Y también observar, que es escuchar con los ojos. Y tú no haces ni lo uno ni lo otro. Tú crees, naturalmente sin ninguna base, que tu criterio coincide con el de la media de tus coetáneos, pero no es así. Ya te lo digo yo, que lo sepas. Estás en un hiper error, salvo, naturalmente, si se habla de las contingencias meteorológicas. Puede que, por lo general, aquellas personas con las que charles casualmente te den la razón en las conversaciones triviales pero, cuando eso sucede, suele ser por educación o reserva mental o, simplemente, por mantener la compostura, que no todo el mundo es tan rígido como tú con sus criterios. Así que optan por darte la razón.

Si tú, por ejemplo, hablas de esa  atracción tuya por los lugares solitarios, mogollón evocadores, pero que, por esos caprichos de la desinteresada publicidad turística, nadie visita ni conoce, la mayoría de la gente dirá coincidir contigo y, quien más quien menos, te asegurará que tu afición por esos parajes, pueblos y paisajes queda muy corta si se compara con la devoción mística que ellos sienten por tales lares parasidiacos. Sin embargo, seguirás visitando en solitario los lugares a los que aludías. Y, si por casualidad te encuentras con alguien, al habitual “Buenos días”, que tú como un paleto les largarás, te contestarán con una pregunta, formulada con ansiedad, pero vital: ¿Hay aquí Wifi?
Pero no lo estás viendo: te siguen la corriente, Paco. Yo ya, si no entiendes esto…
Supongo que comprenderás que todas estas cosas te las digo por tu bien.

Si le comentas a alguien lo que disfrutas con esos largos y tediosos paseos a pie por senderos sin nombre, por riberas ignoradas o por pueblos desiertos y hundidos, la mayoría de tus interlocutores te dirá, no sólo que coinciden contigo, sino que ellos, sin esos paseos, es que sencillamente no podrían vivir. Y es que la gente, en educación, cada día es más super perfecta. Pero mañana volverás a no encontrar a nadie en esas veredas y lo mismo dentro de un mes, dentro de un año… Bueno, como no sea algún grupo de individuos que practique deporte de alto riesgo o carreras extremas y que, motivados por el amor desinteresado al esfuerzo físico y al fitness, se obliguen a cruzar en el mes de enero, en calzoncillos y camiseta, Los Pirineos, La Sierra Nevada o, como poco, El Curavacas y La Montaña Palentina.
No sé si te das cuenta de que vives engañado.

Ve, como hace todo el mundo, a las playas, a los conciertos multitudinarios, a Cancún, a Punta Cana o, si te va la aventura y lo exótico, vete a un safari fotográfico a Kenia. Y, si te atrae la desolación y la pobreza, hay mil agencias de viajes que, por cuatro perras, te llevan a países miserables y llenos de calamidades, aunque plenty of de encanto y cultura. Hijo, Paco, tienes mil soluciones.
Así que, por favor, no creas a todo el mundo, no te obceques en pensar que te comprenden.

Si dices que no utilizas teléfono móvil porque no deseas estar al alcance permanentemente de cualquier desaprensivo, eso puede ser el no va más. Ahí ya es que te estás descubriendo a ti mismo, estás tirando piedras contra tu propio tejado, te estás desenmascarando al completo, pedazo de zoquete. Algunos puede que digan que les gustaría imitarte pero, en realidad, te desprecian profundamente. Mira, Paco, hay cosas que las circunstancias de la vida hacen imprescindibles. Piensa, por ejemplo en la familia en general, las relaciones en particular, el trabajo, los negocios e incluso la propia seguridad, oye. Hoy, estar incomunicado, no dice nada bueno de ti. No compartir tu vida no está bien visto. No hacer saber al mundo, en tiempo real, tus momentos mágicos como, sin ir más lejos, esa foto a esa fuente de torreznos o a esa paella del señoret o a esa ración de langostinos tigre a la plancha, no dice nada bueno de ti. No sé, no es normal. Una persona que no comparte esos felices avatares de su vida, esos momentos irrepetibles, no es de fiar, sorry que te diga. Bueno, hablemos sin tapujos y digámoslo a la claras, lo que tú eres es un egoísta, un egoísta nato. Y punto.
Te lo digo desde la confianza que tenemos y el cariño que nos une. No te ofendas, es como cuando mi primo me decía: “Aurorita, no seas pija, que te lo van a llamar”. ¿Comprendes?

Y luego ese interés tuyo por los perros. Cállatelo, por favor. No ves que vas contracorriente. Sí, estoy de acuerdo en que, al principio, le caes bien a la gente. La gente tiene sus mascotas, las cuida, comen con ellas en las terrazas, les piden el menú de alérgenos, se bañan con ellas en el mar, las acarician, las besan, les proporcionan sastre y peluquero y las tratan como se merecen: de igual a mejor. Vamos que, a veces, ni con los hijos se tiene tiempo para tanta dedicación y deferencias. Y, a ti, al principio te confunden, y está bien que se queden con esa imagen. Pero tú, como no vives en el mundo, te lías a largar. Parece que te estoy viendo, se te calienta la boca y: que si has tenido no sé cuantos perros, que si ahora tienes dos, que viven a su aire en un amplio corral, que muerden a los extraños, que no los atas nunca, que no los capas, que les dejas aparearse, que les quitas las garrapatas con la mano, que, a veces, sin saber porqué se comen a sus propias crías, que los sacas sueltos por el campo y ya, lo último, lo más denigrante para un perro, es proclamar que, encima, te dedicas a cazar con ellos otras criaturas indefensas a tiro limpio. Pero tú de dónde sales, Paco, qué clase de salvaje puede pretender que se acepte ese comportamiento con los animales. Lo tuyo es abuso animal, lo tengo hiper clarísimo. Tú eres un cavernícola, un auténtico cromañón. Mira, Paco, córtate con lo que dices de los perritos y mantén lo tuyo en secreto, que debería darte vergüenza, que tratas a tus perros como a animales. Y nada, que ni te das cuenta. No ves que la gente les mima como a hijos. No ves que sienten verdadera devoción por ellos. Perdona, Paco, pero he visto pocos hombres más insensibles que tú. Hasta de Atapuerca te habrían echado. Siento ser yo quien te lo diga.

Por último, Paco, decirte que estoy muy mega dolida contigo. No sabes la de fotos que te has perdido por no usar el guasap y, lo peor, es que me obligas a escribirte estos correos electrónicos, que ya son cosa del pasado, para no perder mi relación contigo. Mira, al medio día he comido con Maricusi del Tránsito en Aranda de Duérido. No veas que cuarto de lechazo nos hemos comido entre ambas dos. Y es que no hay, para el corderito de oveja churra, como Casa Florencio. Cómo crepitaba la piel, tan tostadita, y cómo se deshacía en la boca. ¡Te has perdido la foto, por borde!
Te recuerda y te quiere como siempre,

Aurorita de la Berdakeoui