En el rincón vacío se quedaron las palabras sin garganta que las pronunciara, las historias sin boca que las contara, las miradas sin ojos y los gestos sin cara:
- Me acuerdo como si fuera ahora mismo, además de verdad…
Ese solía ser el empiece de la mayor parte de ellas. Acontecían en las sobremesas, apurando el último vaso de vino o al aroma del café y la copa. Luego ya derivaban y se cruzaban con otras y se mezclaban en la maraña de historias que en definitiva constituyen una vida, cualquier vida. Así que el inicio se conocía pero, cómo evolucionara el relato dependía de los recuerdos que con él se cruzaran ese día. Acababan también como casi todas las historias, cuando el que las cuenta es viejo, con la desaparición de los tiempos aquellos, de los conocidos, de los amigos, de los enemigos y hasta de los caminos y de las señas que entonces existían y que ya sólo existen en la memoria del narrador. Éste, por evitar que ésta también le traicione cualquier día y los sepulte, olvida en su afán las veces que las ha contado y las repite una y otra vez a los cercanos como si fueran nuevas siempre, como si así se pudieran recuperar algunos trozos o evitar que ya, para siempre, las historias todas queden muertas en el olvido ciego y sordo.
Las historias se aderezaban con las mismas expresiones:
- Eso fue así, y si no, ahí está todavía el Moreno que vive y come…
- Tú cállate, que sabrás tú, si no habías nacido…
- ¡Qué fatigas pasamos!
- Ojalá volvieran aquellos tiempos…
- Pero, ahora ya, jódete…
Y todos los dolores pasados se amortiguaban y hasta se hacían suaves y casi agradables cuando se mezclaban con los recuerdos selectivos que, llenos de juventud y energías, eran insuperables y señalaban siempre que en el recuerdo, y casi exclusivamente en el recuerdo, cualquier tiempo pasado fue mejor.
- Me acuerdo como si fuera ahora mismo, además de verdad…
Ese solía ser el empiece de la mayor parte de ellas. Acontecían en las sobremesas, apurando el último vaso de vino o al aroma del café y la copa. Luego ya derivaban y se cruzaban con otras y se mezclaban en la maraña de historias que en definitiva constituyen una vida, cualquier vida. Así que el inicio se conocía pero, cómo evolucionara el relato dependía de los recuerdos que con él se cruzaran ese día. Acababan también como casi todas las historias, cuando el que las cuenta es viejo, con la desaparición de los tiempos aquellos, de los conocidos, de los amigos, de los enemigos y hasta de los caminos y de las señas que entonces existían y que ya sólo existen en la memoria del narrador. Éste, por evitar que ésta también le traicione cualquier día y los sepulte, olvida en su afán las veces que las ha contado y las repite una y otra vez a los cercanos como si fueran nuevas siempre, como si así se pudieran recuperar algunos trozos o evitar que ya, para siempre, las historias todas queden muertas en el olvido ciego y sordo.
Las historias se aderezaban con las mismas expresiones:
- Eso fue así, y si no, ahí está todavía el Moreno que vive y come…
- Tú cállate, que sabrás tú, si no habías nacido…
- ¡Qué fatigas pasamos!
- Ojalá volvieran aquellos tiempos…
- Pero, ahora ya, jódete…
Y todos los dolores pasados se amortiguaban y hasta se hacían suaves y casi agradables cuando se mezclaban con los recuerdos selectivos que, llenos de juventud y energías, eran insuperables y señalaban siempre que en el recuerdo, y casi exclusivamente en el recuerdo, cualquier tiempo pasado fue mejor.
3 comentarios:
todo lo contado me ha recordado a mis abuelos, ellos con otros comienzos y otras coletillas pero todas muy similares.
un saludo.
todo lo contado me ha recordado a mis abuelos, ellos con otros comienzos y otras coletillas pero todas muy similares.
un saludo.
Las vidas de las mismas generaciones en el ambiente rural de hace unos años fueron paralelas. Luego ya cada uno echa de menos a los que conoció, como es natural.
Saludos, Blasco.
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