Paco, alias Paco el Mocazos, era el hijo menor de su familia. Vicente y él, que debían tener la misma edad, congeniaron perfectamente. Paco y su primo Vicente disfrutaron muchísimo en el pueblo y en sus correrías desde el molino, que estaba apenas a un kilómetro de la villa, a los alrededores. Vicente recordaba que les mandaban al pueblo a hacer recados y a la escuela. También la destreza de Paco matando gallinas ajenas al primer cantazo y sin un ruido, así como la pericia de su madre, la tía Vitoria, al guisarlas, haciendo creer al tío Pablo (su padre, que era muy recto) que de las suyas se trataba. El tío Pablo conocía la prodigalidad de su molino en maquilas generosas o excesivas, según los criterios, pero no sabía que el grano, al azar derramado, fuera capaz de alimentar a tanto volátil. Ni el milagro de los panes y los peces. Vicente recordaba su estancia en molino de Valdeconcha, sus aventuras por los alrededores y sus viajes el pueblo con verdadera alegría. La amistad con el primo Paco duraría toda la vida.
Terminada la estancia de Vicente en el pueblo por causas ajenas a su voluntad, las visitas del primo Paco a la capital fueron frecuentes. Vicente recordaba que Paco ya más crecidito, cuando saludaba a sus primas, sus hermanas, lo hacía tan efusivamente que los novios de éstas no le tragaban, pues Paco se permitía con total llaneza, o quien sabe si con algo de picardía, efusiones afectivas que a los novios, en aquella época y en público, les estaban vedadas.
Con el paso del tiempo el primo Paco el Mocazos, que ya prometía, espabiló de tal modo en sus relaciones públicas que nadie en la familia le ha podido superar hasta el momento. Era normal en él, para presentarse e identificarse, llevar tarjetas de este tipo:
Francisco Sánchez Escrí
Matador de Toros
Francisco Sánchez Escrí
Médico Cirujano Especialista
Francisco Sánchez Escrí
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Francisco Sánchez Escrí
Hermano Mayor y Presidente de la Benemérita Hermandad y Cofradía del Santísimo Copón Bendito.
Y otras tan similares en pompa como descaradas en falsedad ...
Tuvo, como se deduce, éxito con las mujeres y en sus tratos y negocios y, tras muchos devaneos, se casó finalmente con la hija única de una familia muy acomodada. Maricusi la llamaba él. Tuvo una sola hija con ella que, normalmente, a Paco, le llamaba Frank. Viven, porque viven todos aún, en Madrid y naturalmente, a Frank nadie le llama ya Paco el Mocazos.
Cuando, con el paso de los años y la venida de las enfermedades, Vicente estuvo ingresado en la Clínica Rúber de Madrid, Paco solía ir a verle, eso sí, a las 2 ó las 3 de la madrugada, ataviado con una capa y de regreso de alguna correría. La monja que estaba de portera se negaba a abrirle a esas horas, pero él solía convencerla:
- Abra hermana, por favor, que he de ver a un enfermo.
- ¿Pero quién es usted, dónde va con esa pinta y a estas horas?
- Pero, ¿qué me dice, hermana?, esta es una prenda muy española... no reniegue usted, hermana, de un atuendo tan nuestro… de una aportación tan española al mundo…
La monja terminaba cediendo ante las voces, el alboroto y el encanto que el buen Paco era capaz de desplegar a aquellas horas intempestivas.
La última vez que vi a Francisco Sánchez, ya setentón, fue en el Parador Nacional de Sigüenza, en una boda. Paco, con el pelo teñido de negro con reflejos azul metálico y manteniendo entre sus dientes un habano de palmo y medio, explicaba a los asistentes lo nefasto que es para la salud el persistente vicio de fumar. Como toda la vida.
Terminada la estancia de Vicente en el pueblo por causas ajenas a su voluntad, las visitas del primo Paco a la capital fueron frecuentes. Vicente recordaba que Paco ya más crecidito, cuando saludaba a sus primas, sus hermanas, lo hacía tan efusivamente que los novios de éstas no le tragaban, pues Paco se permitía con total llaneza, o quien sabe si con algo de picardía, efusiones afectivas que a los novios, en aquella época y en público, les estaban vedadas.
Con el paso del tiempo el primo Paco el Mocazos, que ya prometía, espabiló de tal modo en sus relaciones públicas que nadie en la familia le ha podido superar hasta el momento. Era normal en él, para presentarse e identificarse, llevar tarjetas de este tipo:
Francisco Sánchez Escrí
Matador de Toros
Francisco Sánchez Escrí
Médico Cirujano Especialista
Francisco Sánchez Escrí
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Francisco Sánchez Escrí
Hermano Mayor y Presidente de la Benemérita Hermandad y Cofradía del Santísimo Copón Bendito.
Y otras tan similares en pompa como descaradas en falsedad ...
Tuvo, como se deduce, éxito con las mujeres y en sus tratos y negocios y, tras muchos devaneos, se casó finalmente con la hija única de una familia muy acomodada. Maricusi la llamaba él. Tuvo una sola hija con ella que, normalmente, a Paco, le llamaba Frank. Viven, porque viven todos aún, en Madrid y naturalmente, a Frank nadie le llama ya Paco el Mocazos.
Cuando, con el paso de los años y la venida de las enfermedades, Vicente estuvo ingresado en la Clínica Rúber de Madrid, Paco solía ir a verle, eso sí, a las 2 ó las 3 de la madrugada, ataviado con una capa y de regreso de alguna correría. La monja que estaba de portera se negaba a abrirle a esas horas, pero él solía convencerla:
- Abra hermana, por favor, que he de ver a un enfermo.
- ¿Pero quién es usted, dónde va con esa pinta y a estas horas?
- Pero, ¿qué me dice, hermana?, esta es una prenda muy española... no reniegue usted, hermana, de un atuendo tan nuestro… de una aportación tan española al mundo…
La monja terminaba cediendo ante las voces, el alboroto y el encanto que el buen Paco era capaz de desplegar a aquellas horas intempestivas.
La última vez que vi a Francisco Sánchez, ya setentón, fue en el Parador Nacional de Sigüenza, en una boda. Paco, con el pelo teñido de negro con reflejos azul metálico y manteniendo entre sus dientes un habano de palmo y medio, explicaba a los asistentes lo nefasto que es para la salud el persistente vicio de fumar. Como toda la vida.
2 comentarios:
:o) Un Paco que me habría gustado conocer... en sus tiempos.
Sigo leyéndote, aunque con poco tiempo para responder o comentar algo. Venir aquí es como sentarse cómodamente en el piso, sobre la alfombra o en el pasto, al pie de un narrador de historias que tiene a sus oyentes atentos y expectantes. (¿tendrías leche y galletas?)
Saludos ;o)
No sólo leche y galletas, sino también pan y chocolate.
Saludos.
Publicar un comentario