04 octubre 2007

La Cruz de los Segadores


Laza, con el primer clarear del día, se queda atrás. Enseguida tomamos la carretera local 113 en dirección a Vilar do Barrio.
Al cabo de tres kilómetros y después de cruzar un puente sobre el río Támega atravesamos Soutelo Verde, donde una inscripción recuerda a los transeúntes que no olviden a las ánimas que penan en el purgatorio. La inscripción está sobre una capilla, lleva fecha de 1813 y textualmente dice: “Pasajero que vas caminando socorred las almas que están penando” ¡La de mensajes, recados y encargos que se encomendaban antiguamente a los caminantes!. En Soutelo Verde dejamos la carretera, a la derecha, y seguimos por un buen camino.
Hasta llegar a Tamicelas nuestro camino es casi llano, un camino agradable que se presta a la conversación más distraída. Sin embargo, apenas llegamos al pueblo comienza una fuerte y larga pendiente. Dos corzos se espantan casi en las mismas tapias del pueblo. La larga subida, a tramos muy empinada, nos lleva de los 450 metros de altura a casi los 1000, en un recorrido de apenas cinco kilómetros. La ladera está algo pelada por un incendio forestal, así que no hay sombra. Hay que parar de vez en cuando, la subida corta el resuello. Desde arriba, despedida y premio del camino andado, tenemos una bella visión del valle del Támega. Llegamos, algo cansados del áspero ascenso, al bonito pueblo de A Alberguería.
- ¿Habéis subido por la carretera o por la Requejada?
- Sí, por la Requejada. ¿Sabes dónde hay una fuente?
Acabamos de enterarnos del nombre de la cuesta. El amable muchacho que nos habla nos acompaña hasta la fuente y nos dice que es de allí pero que trabaja en Barcelona y que le encanta ver pasar caminantes por su pueblo.
A Alberguería ofrece al caminante, y ya es bastante, el agua fresquísima y abundante de su fuente, justo a pocos metros del camino.
- Aquí no hay bar pero, como nos llevamos bien, nos reunimos en casa de alguno a tomar algo casi todos los días del verano.
- Bueno, pues que sigáis así. Ya quisieran en muchos pueblos.
Nos despedimos del chico de A Alberguería, que trabaja en Barcelona, y que parece que envidia nuestra condición de caminantes. Cruzamos prados y caminos entre junqueras, también hay herbazales. Un rato después, y tras cruzar la carretera, llegamos a la Cruz de los Segadores, en un sitio que le dicen el Monte Talariño. A los pies de este monte nace el Limia, otro río gallego de leyenda. Nos detenemos a descansar ante la cruz. La pusieron en recuerdo de los gallegos que iban a la siega en los campos de Castilla.
La Cruz de los Segadores es, para nosotros, un punto entrañable de este camino. Nos recuerda a las muchas cuadrillas de gallegos que bajaban a segar a las Castillas para ganarse la vida. Parece que tenían aquí su punto de confluencia o, quizás más bien, de paso. Inesperadamente nos topamos, junto a esta cruz, con los recuerdos de nuestra infancia, evidentemente lejana, poblados aún por aquellos gallegos legendarios de los que hablaban y aún hablan nuestros viejos cuando cuentan historias de la siega. Hoy son cosas olvidadas, de cálido y, a la vez, doloroso recuerdo. ¡Qué dura fue la vida de algunos!

De la Cruz de los Segadores, ¡aquello sí que era movilidad laboral, hay que joderse!, baja una fuerte pendiente que llega a la carretera local 113 y la cruza. Continúa el camino, con bastante pendiente, y vuelve a encontrarse con la 113 más abajo. Durante el descenso se nos ofrece una espectacular vista de la desecada laguna de Antela con las torres de Penas y Sandiás destacando al fondo. Finalmente, siguiendo esta carretera, llegamos a Vilar do Barrio.

No hay comentarios: