22 enero 2008

Valfrío

- ¡A ver, tanta igualdad y tanta solidaridad y tanto socorro rojo de los cojones y no hacéis más que pasar por aquí con ganao y nosotros sin gota de leche y muertos de hambre, joder en dios! –dijo la Juana puesta en jarras y echándole más güevos que un torero.
- ¡Menos voces, señora, que lo que conducimos es sagrado, que es para dar de comer a nuestras gloriosas tropas! –respondió ásperamente el chulángano de Torres, el comisario, con desdén.
- ¡Pues mis gloriosas tripas y las de mis hijos lo único que hacen es darnos unos conciertos de órdago! ¡Qué llevamos meses comiendo cabecitas de hostias salteadas con humo de vela, so desgraciao! ¡Cómo que yo creo que las criaturas tienen aún más de alguna tripa sin estrenar, que me da pena verlos! ¡Así que ya nos estáis dando una cabra, so maricones!- La Juana, por la virgen, que tenía cuajo.
- Mire señora no me toque más la breva y coja aquella que se queda atrás y espero que sea la última vez que, si me cruzo en su camino, se le ocurra pedirme nada. ¡Salud!
- ¡Salud y gracias, hombre, que nosotros también tenemos derecho a la vida! ¡Tanta salud y salud y todos muertos de hambre siempre! ¡Rehostias con el sacrosanto requisamiento!
El diálogo se desarrolló entre el comisario Torres de la intendencia del 4º Ejército Republicano y la Juana, la guardesa del cuartel de Valfrío, antigua propiedad del Marqués de Casa Valdés y en esos momentos colectivizado por la República. Y no se sabría decir cuál de los dos, la Juana o el comisario, tenían más redaños. El comisario tenía una fama truculenta en la zona pero la Juana era de las que se quitaban las medias a coces y era capaz de cortarle a un toro los cojones con un serrucho.
- ¿Pero cómo se atreve usted, Juana, a hablarle así al Torres, no ve que va con la pistola al cinto y se sabe que por menos de eso la ha dao dos tiros a alguno!
- ¡A esos maricones me los conozco yo bien! ¡Menuda hambre pasan ellos y la colección de guarras que tienen en Alcohete! Además ya has visto cómo al final el ser un poco descará ha dado resultado, con estos tíos hay que ser así, echás pa lante. ¡Mira qué cabra me ha ido a dar el maricón de chulo ese!, ¿no la había más tiñosa en el rebaño?
La cabra fue una cuidada propiedad que dio su mucho juego. Primeramente, la lavaron con zotal para quitarle la miseria que traía y se peló totalmente, que por partes ya lo estaba. Después, pensaron que se moriría por la barbaridad del zotal, sin embargo, sabido es lo que la naturaleza da de sí y el baño de zotal le supo a chocolate y el animal echó luz. A partir de ese momento la cabra, bautizada como “La Miliciana”, dio leche para que las dos familias se fueran medio apañando y un día de fiesta y contento cuando, forzados a marcharse del monte, se la comieron como buenos hermanos.
En el cuartel de Valfrío había dos casas adosadas de una planta y por detrás de ellas pasaba la Galiana, camino de Mendieta y La Rueda, otros dos cuarteles o divisiones del monte. En la casa de la izquierda vivían los guardas, o sea, la Juana y Patricio con sus hijos Luis y Esperanza; en la de la derecha, la Narcisa y Tomás, su marido, con sus hijas Pilar y Dolores y el tío Antonio, hermano de su marido. Los guardas estaban en Valfrío porque allí vivían de ordinario y la Narcisa y su familia porque se habían subido huyendo de los bombardeos de la ciudad, aprovechando que antes de que empezara la contienda el tío Antonio era socio del coto de Valfrío y tenía derecho a utilizar la vivienda que no utilizaban los guardas.
Enfrente de las casas adosadas había un gallinero y una corte para algún cochino (ambas especies cuando las hubo, que en guerra no abundaron). La parte trasera del gallinero era la zona destinada a las evacuaciones, se conocía fácilmente por las tomateras que allí salían espontáneamente. Siguiendo el camino del gallinero y rebasando éste se llegaba, cuesta abajo, a un pozo cubierto por una choza de piedra y ladrillo con bóveda. El pozo tenía un extractor de agua de palanca. Allí Patricio tenía un huertecillo que, junto con los lazos que ponía a los conejos, servía para tapar los agujeros de la escasez y que el hambre no terminara de entrar por ellos. En ese mismo sitio les hicieron construir un pequeño estanque para que las mujeres, que los milicianos tenían en el cuartel general de Alcohete, se bañasen a su placer. Aparte de la construcción del estanque y su mantenimiento, aquellos civiles tenían que sacar agua del pozo a brazo para llenarlo de vez en cuando y tenerlo en condiciones para los baños de las mujeres.
- ¡Y que haya que estar aquí cavando, sacando tierra, acarreando materiales y dejando la obra de postín y luego llenando esto de agua a fuerza de brazo, pa que cuatro guarras vengan a refrescarse el chochazo que lo tienen pelao de no parar de darle con to el cuerpo del glorioso ejército ese…!¡Ay… Qué dios más bueno!
- Calla Juana, que más vale que nos dejen en paz.- decía Patricio con calma.
- Claro hombre y luego, cuando venga ese hatajo de putones con pintas por el lomo, que te digan encima que si el agua no está limpia, que le ha caído broza, que tiene hojas, que en el fondo hay un poco de tierra…¡La madre que las parió! ¡Punta de zorras! ¡En el frente con un fusil tenían que estar ellas y estos güevones que las tienen aquí de mantenidas!
- Ten paciencia, Juana, que la guerra no durará siempre.
Al poco tiempo Patricio fue movilizado y ese sí que conoció el frente. Al mismo tiempo, al localizar la aviación rebelde el Cuartel General del 4º Cuerpo de Ejército de la República en Alcohete, los bombardeos llegaron también al monte y a sus cuarteles por lo que la Juana se bajó a vivir a Chiloeches y la Narcisa con su familia regresó a su casa de la ciudad, pues bombardeo por bombardeo igual le daba vivir en un sitio que en otro. Todos los civiles sobrevivieron a la guerra, excepto la cabra miliciana que sucumbió patrióticamente dando su vida por ellos, claro.
Por el sitio donde estaba el estanquito donde se bañaban las mujeres de los milicianos, contra cuya salud tanto despotricó la Juana, hoy pasa el AVE Madrid-Barcelona y a mí, me queda este recuerdo. Lo heredé pro indiviso en uno de los varios testamentos que, para mi desgracia, llevo ya escuchados desde niño.

10 comentarios:

Mar e Lúa dijo...

Uoooooou! Es una historia real? De verdad existieron la Juana y la Narcisa? Es una pena que todas esas historias y recuerdos de los abuelos se vayan perdiendo con el tiempo...

Por cierto, has captado perfectamente el sentido de mi post... :) Yo creo que entiendes bastante bien, ¿no? Muchas gracias por pasarte, a mí también me gustan mucho las cosas que cuentas.

Un saludo!

Soros dijo...

Claro que existieron la Juana y la Narcisa, ¿de qué gentes te crees que venimos nosotros todos? Existieron, Mar e Lúa, aunque muchos no los conocieron. Pero sus vidas enteras, tan distintas de las nuestras, hicieron posible lo de hoy.
No debería dar las gracias quien ofrece sitios tan bellos para visitar. Yo soy el que está encantado.
Saludos.

Anónimo dijo...

Es muy agradable leer tus relatos, me huelen a lumbre, a alguien hurgando en la ascuas con las tenazas, a gente alrededor de la chimenea escuchando con la mirada perdida en las llamas.

Soros dijo...

Pues, Axinio, lo has adivinado. Así me enteré yo de tantas cosas, en ambientes parecidos a ese que tú dices. Aún llegué a catarlos.
Saludos.

Esther dijo...

Hola Soros,por aquí sigo, leyéndote, como no;un gustazo.
Espero que no te importe..pero pondré un enlace de tú blog..me gustaría tenerte a mano.Espero respuesta,no vaya a ser que no quieras.
Besos.

Soros dijo...

Gracias, Tormenta, pon el enlace si quieres. Es un halago. Gracias.

Esther dijo...

Pues ahora mismo lo hago,el placer,mío.
Besos.

Ermengardo II dijo...

Cagüen la leche, cuantas calamidades hemos pasao, decía mi abuela. Es bueno que alguien que sabe contarlas tan bien las deje impresas en alguna parte, al fin y al cabo todas las calamidades se parecen. Si no, como decían en Blade Runner se perederán como una lágrima entre la lluvia.

Paz Zeltia dijo...

¿Y por qué "para tu desgracia"?


que cabra mas linda la de la foto. A mi me alimentaron de niña con leche de cabra, era una cabra blanca, preciosa.
Blanquita estaba domesticada e iba detrás de la gente delafamilia como un perrito. Pero estaba como una cabra, lógicamente, y a veces hacía locuras que me costaron muchas reprimendas.
Pero aprendí que una cabra, cuando camina dentro de una casa parece que lleva tacones. jeje

Soros dijo...

Koborron, gracias por el comentario. Hoy Valfrío lo compró alguien que lo ha transformado en una villa de recreo, no creo que sepa las historias que oculta ni las calamidades, cagüen diole.
Zeltia, para mi desgracia, porque se trata de historias que yo recibí "como testamento" de seres queridos que ya murieron pero a los que conocí.
Lo de la cabra con tacones es tan bonito como algunas cosas que, de los animales, decía Lorca.
Saludos a los dos.