El día que hice la primera comunión, mis padres hicieron una fiesta en la granja. La granja pertenecía a un tío abuelo adinerado y era una hermosa propiedad con cultivos, gallineros, cortes, cuadras y emparrados y un recinto ajardinado en uno de sus lados, donde se podían celebrar meriendas y otras fiestas al aire libre.
Mis padres convidaron a la fiesta a los primos, tíos, abuelos, vecinos y amigos. Cuando todos estaban comiendo al aire libre y charlando tranquilamente, yo pensé lo bonito que sería soltar a la cochina grande, que estaba en una de las cortes y que en su salvaje salida de “toriles” habría de atravesar el concurrido recinto de la fiesta. Sería un placer observar, escondido entre los rosales y las parras, el revuelo que se organizaría cuando aquel animal tozudo y medio salvaje irrumpiera gruñendo como una fiera en la fiesta. Sin embargo, había un problema: ese día había tomado la primera comunión y como había prometido ser bueno el resto de mi vida, no podía empezar a ser malo ese mismo día. Era la primera vez que el hombre de acción que había en mi interior se veía atrapado en el cepo de la conciencia, pero la luz del conocimiento vino, afortunadamente, en mi ayuda: mi amigo el Fito no había tomado la comunión y por lo tanto tenía libertad tanto de acción, como de conciencia. El Fito no tenía aún compromisos morales:
-Fito, ¿a que no sueltas a la cochina grande?
-Sí hombre, y me la gano.
-Fito, te doy cinco duros si la sueltas.
-¿De verdad?, trae la moneda. Verás.
Recuerdo, escondido con el Fito en nuestro observatorio, a las señoras salir despavoridas dando gritos y a los invitados correr tras de la cochina y a mi madre buscándome con la vista y a la cochina gruñendo como una fiera mitológica y a los niños chillando como locos de excitación y de miedo... Menudo alboroto, ¡la que se lió!, y sólo por una vil moneda, sin manchar mi conciencia para toda la vida.
Mis padres convidaron a la fiesta a los primos, tíos, abuelos, vecinos y amigos. Cuando todos estaban comiendo al aire libre y charlando tranquilamente, yo pensé lo bonito que sería soltar a la cochina grande, que estaba en una de las cortes y que en su salvaje salida de “toriles” habría de atravesar el concurrido recinto de la fiesta. Sería un placer observar, escondido entre los rosales y las parras, el revuelo que se organizaría cuando aquel animal tozudo y medio salvaje irrumpiera gruñendo como una fiera en la fiesta. Sin embargo, había un problema: ese día había tomado la primera comunión y como había prometido ser bueno el resto de mi vida, no podía empezar a ser malo ese mismo día. Era la primera vez que el hombre de acción que había en mi interior se veía atrapado en el cepo de la conciencia, pero la luz del conocimiento vino, afortunadamente, en mi ayuda: mi amigo el Fito no había tomado la comunión y por lo tanto tenía libertad tanto de acción, como de conciencia. El Fito no tenía aún compromisos morales:
-Fito, ¿a que no sueltas a la cochina grande?
-Sí hombre, y me la gano.
-Fito, te doy cinco duros si la sueltas.
-¿De verdad?, trae la moneda. Verás.
Recuerdo, escondido con el Fito en nuestro observatorio, a las señoras salir despavoridas dando gritos y a los invitados correr tras de la cochina y a mi madre buscándome con la vista y a la cochina gruñendo como una fiera mitológica y a los niños chillando como locos de excitación y de miedo... Menudo alboroto, ¡la que se lió!, y sólo por una vil moneda, sin manchar mi conciencia para toda la vida.
7 comentarios:
Ay Soros, y te sigues deleitando con el recuerdo ¡qué niño travieso!
para los cánones establecidos no fué maldad, fue mas bien un desliz de los buenos modales. Mira que animaste la fiesta.
Por cierto, si eres el querubín de blanco, sigues idéntico ;·)
Des
Cosas que no se olvidan, que por mucho que pase el tiempo, parece que fue ayer;he sonreído al leer tú recuerdo,..
Again;Besos.
Gracias, Piel de Letras y Tormenta por vuestros comentarios.
Sin embargo si siguiera igual al querubín de blanco, Piel de Letras, seguro que no dudarías de que fuera yo. Pero gracias por el halago y saludos a las dos. :-)
5 duros, una buena paga. Por cinco duros hasta lo hubiera hecho yo que casi llegarían para ir al cine del barrio! jeje
Si, es cierto que el dinero compra conciencias
Jajajaja, ¡ con lo buenecito que pareces en la foto! Y seguro que ya estabas tramando alguna.
Todo lo contrario, posaba para la familia.
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