06 enero 2008

Reyes y magos


Con el mismo aburrimiento que me produce la continua intromisión de la Iglesia Católica en los asuntos de quienes no somos sus fieles, he visto por la tele como cada uno de los días pasados una o más personas de renombre felicitaban al rey Juan Carlos por su onomástica, deseándole todo tipo de parabienes y atribuyéndole méritos inconmensurables en el bienestar de la nación. Sea, puede que hasta sea cierto. No vamos a discutir por eso.
Mucho menos y de ninguna manera voy a ir yo por ahí quemando fotos del rey en público para manifestarme antimonárquico, ni tampoco del Papa para que vean que no me agrada lo que hace. No necesito más que el sentido común para considerar que la iglesia debe de ser cuidadosa pastora de sus fieles y dejarnos tranquilos a los demás; y que, para cualquier nación, me parece más digno un presidente o presidenta de gobierno elegido por sufragio universal, así, de entre el común de los mortales, que otro tal de sangre azul con hijas infantas e hijo príncipe y con una casa real a las acuestas de todos y al que además no se sabe muy bien de donde le procede ese derecho de gobierno hereditario que su genética atesora. Parece como un asunto de cuento infantil o de opereta. Claro que del cuento hay gente que lleva siglos viviendo y… lo que te rondaré morena. No nos faltan ni reyes ni hechiceros, perdón, quería decir magos.

3 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

No te preocupes que le queda poco. Lo que pasa que somos así: ya que está... pues dejalo ya que remate la faena... vayamos ahora a emprenderla unos contra otros que si monárquicos que si republicanos... es cuestión de un poco más de tiempo, de que se vea un poquito más ridículo todavía.
Nos tocó esta fase, y gracias que podemos dar. Que pudimos haber vivido en el 36, por decir algo.

Ermengardo II dijo...

Se acerca el día en e1 que solo quedarán los cuatro reyes de la baraja y el rey de las tartas de Mondoñedo.

Soros dijo...

Siento no estar tan convencido como vosotros de que este tinglado de la monarquía vaya a terminar. Creo que nos encanta demasiado todo este folclore como para quitarlo. Cuidado que hay cosas ridículas y tontas y perduran siglos y siglos...