Llega un momento en que la cantidad de personajes que habitan en tu cabeza es bastante mayor que la de aquellos con los que habitualmente te relacionas. Tienes un cierto desequilibrio entre los unos y los otros y no sabes, al menos yo no lo sé, si eso es bueno. Tampoco sé si es bueno guardar memoria de tanta gente y saber sus venturas y desventuras porque, al final, se sufre por casi todo y las cosas te marcan quieras o no y, claro está, por eso las recuerdas. Quizás los viejos que se conservan cuerdos pese a los años, de sufrir por lo que a lo largo de su vida conocieron, terminan ya como vacunados y casi nada les afecta, al menos visiblemente. Viven, la vida que les queda, sólo para ellos. Casi como vegetales, pero hablando de vez en cuando.
- ¿Si? Pues no lo dirá usted por mi madre que tiene 87 y es que no para, hijo mío, que raja por catorce, ¡qué manera de hablar, Dios santo!
- Pero, señora, no se da cuenta que nadie le da vela en este entierro. Con lo bien enhebrado que llevaba yo mi pensamiento y ya me ha hecho usted perder el hilo. ¿Es que no tiene usted otra cosa que hacer que interrumpir a los demás?
- ¡Uy, usted perdone y mil disculpas! ¿Interrumpir yo, no era esa mi intención? ¡No señor, de ninguna manera y menos a un tío tan trascendente y tan profundo! ¡Menudas incumbencias! ¡Dios me libre! ¡No señor, no faltaría mas…! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Digo yo que, a veces, los viejos deben pensar que hablar es tontería porque la mayoría de la gente no escucha y, los que lo hacen, no terminan de creerse lo que cuentan o piensan que están chochos o vaya usted a saber... A lo mejor, por eso, es mejor dejar cosas escritas y así no se le fuerza a nadie a escuchar y, al que lo lea, si le pillas sensible y receptivo, se queda con la copla y si no, ni lo termina.
Puede que lo de escribir sea cosa de buena educación, pues no se le fuerza a nadie a escuchar por las bravas, al no invadir su espacio auditivo sin su consentimiento y con opiniones no solicitadas; y, por otro lado, ninguno ha de hacer, si no es voluntariamente, el esfuerzo meritorio y angustioso de leer. Y mirándolo de otra manera, el escribir es también útil porque puede darse el caso, y se guarda memoria de que así ha sido algunas pocas veces, que lo que hoy no interesa mañana puede parecer importante para algunos y van y ahí se lo vuelven a encontrar, escrito donde estaba.
- Pues, a mí déjeme usted de gaitas, que lo primero es la limpieza, que no voy yo a tener mi casa llena de papelotes y cuadernos y librotes que no sólo no hacen más que estorbar sino que además son un nidal de porquería, porque mire a una amiga mía las polillas…
- ¡Pero, señora, no se puede usted callar!
- ¡Porque usted lo diga, callarme yo! ¡Y si quiero canto otra!
- ¡Ay madre, qué cabeza! ¿Por dónde tiro ahora?
- ¿Si? Pues no lo dirá usted por mi madre que tiene 87 y es que no para, hijo mío, que raja por catorce, ¡qué manera de hablar, Dios santo!
- Pero, señora, no se da cuenta que nadie le da vela en este entierro. Con lo bien enhebrado que llevaba yo mi pensamiento y ya me ha hecho usted perder el hilo. ¿Es que no tiene usted otra cosa que hacer que interrumpir a los demás?
- ¡Uy, usted perdone y mil disculpas! ¿Interrumpir yo, no era esa mi intención? ¡No señor, de ninguna manera y menos a un tío tan trascendente y tan profundo! ¡Menudas incumbencias! ¡Dios me libre! ¡No señor, no faltaría mas…! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Digo yo que, a veces, los viejos deben pensar que hablar es tontería porque la mayoría de la gente no escucha y, los que lo hacen, no terminan de creerse lo que cuentan o piensan que están chochos o vaya usted a saber... A lo mejor, por eso, es mejor dejar cosas escritas y así no se le fuerza a nadie a escuchar y, al que lo lea, si le pillas sensible y receptivo, se queda con la copla y si no, ni lo termina.
Puede que lo de escribir sea cosa de buena educación, pues no se le fuerza a nadie a escuchar por las bravas, al no invadir su espacio auditivo sin su consentimiento y con opiniones no solicitadas; y, por otro lado, ninguno ha de hacer, si no es voluntariamente, el esfuerzo meritorio y angustioso de leer. Y mirándolo de otra manera, el escribir es también útil porque puede darse el caso, y se guarda memoria de que así ha sido algunas pocas veces, que lo que hoy no interesa mañana puede parecer importante para algunos y van y ahí se lo vuelven a encontrar, escrito donde estaba.
- Pues, a mí déjeme usted de gaitas, que lo primero es la limpieza, que no voy yo a tener mi casa llena de papelotes y cuadernos y librotes que no sólo no hacen más que estorbar sino que además son un nidal de porquería, porque mire a una amiga mía las polillas…
- ¡Pero, señora, no se puede usted callar!
- ¡Porque usted lo diga, callarme yo! ¡Y si quiero canto otra!
- ¡Ay madre, qué cabeza! ¿Por dónde tiro ahora?
6 comentarios:
Querido señor Soros:
si me permite decirlo, usted no deje de escribir lo que le mande la necesidad. Lo demás es lo de menos. Estos escritos son parte de la vida misma, por este sitio los anota sin tinta, pero habrá que guardar bien los papelotes y cuadernotes. Siéntase el medio por el cual esas historias salen a la luz. Siéntase juglar, cuentista, narrador, historiador, anecdotista. Sienta esa vida paralela que pugna por salir y sale cuando usted menos lo espera.
Después de todo, es lo que somos también. Parte de la leyenda personal de cada uno (parafraseando a no recuerdo quien).
Saudades y apapachos.
Hay comentario que salen más espontáneos que los artículos. Saludos y gracias, señora Piel de Letras.
lo de que escribiendo no se fuerza a nadie a escuchar es verdad.
A veces, cuando el entendimiento es dificil, es la mejor manera de comunicarse, de aclararse, de comprenderse: por escrito.
Ahí no interrumpes -ni te interrumpen- el discurso y los razonamientos; las expresiones de la cara del interlocutor no modifican tu estado anímico, etc. etc.
Incluso si te escriben palabras de amor, puedes volver a leerlas cada vez que lo deseas :-)
Llevas razón, Zeltia. Y además, cómo me gustaría encontrar las cosas que escribí hace mucho porque me darían una pista seria de cómo era. Pero entonces no había Internet y los papeles se pierden se ajan o desaparecen con las obras, los cambios o las limpiezas que comienzan concienzudas y acaban indiscriminadas. Y las cartas que envié a alguien... ¿Dónde estarán?
Yo recuperé las cartas que le escribí a mi primer novio. El de los 16 años.
Un dia, entre viejas fotos lo vi, y pensé eso mismo: como éramos (tontos), y recordé el montón de cartas que le había escrito.
Busqué su nombre en laguía de teléfonos, y le llamé a su casa. (nunca había vuelto a tener noticias suyas desde que él estaba haciendo C.O.U) Claro está no me reconoció, le tomé un poco el pelo, y después me identifiqué y le dije que si no guardaría casualmente alguna vieja foto o carta mia, que tenía curiosidad.
Y milagrosamente me dijo que buscría en el desván de sus padres, en cajas antiguas donde había guardado sus cosas de estudiante y adolescente. Que pènsaba que alguna habría.
Me llamó un tiempo después y nos vimos en mi ciudad -el vive en otra- Estabamos muy nerviosos jajaja, y él se puso colorado como cuando era jovencito, y apesar del pelo un poco canoso y super cortito -antes tenia una melena rubia- y estar más gordito, y ser más bajito esto ultimo no me lo explico, pues le reconocí enseguida! Me traía una caja con un montón de cartas mias. Dios que tontas eran! no puedo creerlo. Se atisbaba entre líneas que intentaba disimular mi seriedad y aparentar una superficialidad que era eso, muy superficial. Pero lo sorprendente es que algunos párrafos, al releerlos, recordé que YO los había escrito. Fue una sensación rarísima.
Antes de despedirnos, me dijo que me la spodía quedar, que a su mujer no le haría pizca de gracia todo eso. Y que de hecho, no se lo iba a contar... (que me ha´bia visto)
A pesar de que teníamos "una asignatura pendiente", decidimos que esas cosas que solo habían sucedido en nuestra imaginación jamás podrían ser superadas en la realidad, y que mucho mejor que se quedaran en el mundo de las fantasías, donde habitaban los sueños de los adolescentes...
Uy, perdona, cuanto hablo.
Gracias, Zeltia, por estas confidencias. Me parece muy interesante lo que hiciste y las sensaciones que cuentas. A mí también me gustaría hablar con alguna novia de entonces, pero no siempre es fácil localizar a la gente.
Saludos y gracias.
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