30 junio 2007

El cartero


El cartero del pueblo era soltero, no tenía a nadie y ya llevaba varios años jubilado por lo que en puridad no era ni siquiera cartero. El hombre tenía un cáncer terminal en el esófago y aunque llevaba más de un año en tratamiento le llegó su fin el pasado diciembre. Es una lástima que no se permita la eutanasia con este tipo de enfermos, pues le costó una semana de mucho sufrimiento el dejar de vivir, los médicos no le ayudaron en nada, no señor. Un soldado de esos que no hacen prisioneros hubiera hecho un buen servicio. Sin embargo, los médicos, que para algunas cosas no tienen ningún escrúpulo, en estos casos se la cogen con papel de fumar. ¡Vergüenza debiera darles! Un buen marine de los USA te soluciona el problema en un pestañeo, y aunque no estés terminal… si te descuidas.
Cuando murió, amén de arreglar el entierro y demás, tuve que ir a la residencia en que vivía para saldar sus cuentas con la administración de la misma y recoger sus pertenencias. En su habitación tenía mucha comida almacenada: varias cajas grandes de galletas, 8 latas de carne de membrillo, 10 litros de leche, latas de conservas variadas, fruta, pan... ¿Nos haremos todos así, de mayores? Me llamó la atención que entre sus papeles hubiera folios repletos de cuentas y más cuentas, hechas a lápiz. El hombre debía pensar que no le iba a alcanzar su pensión y sus ahorros para acabar sus días dignamente... También tenía dinero escondido por la habitación, entre su ropa, en los zapatos, en la bola que se hace con los calcetines limpios... Casi aparecieron 500 € en billetes de 5, 10 y 20 repartidos por doquier. El caso es que a pesar de ser un humilde cartero rural supe, al arreglar sus papeles, que tenía ahorrados más de 125.000 €. Él sabía que estaba sentenciado a muerte, pero, ¿qué será la vida?, que aún pensaba que le iba a faltar dinero. Definitivamente, mientras se vive, se vive eternamente. No hay duda.
Casualmente y después de la muerte del cartero, encontré una grabación magnetofónica que debió hacerse hace unos 28 años en una cena de Nochebuena en casa de un hermano del cartero que aún vivía. Se mencionaba el año 1979, por eso sé la fecha. La estuve escuchando con pena y sin prisa. Allí permanecían vivas las voces de algunas personas ya desaparecidas y las de otras que no identifiqué, pero que entonces tenían una voz de niños o de gente muy joven. Así que mientras escuchaba esa vieja grabación, en la que las voces alegres de los comensales se mezclaban con el ruido de la cucharas y de los pucheros, pensé en el estribillo de uno de los villancicos castellanos más tradicionales:
"La Nochebuena se viene,
la Nochebuena se va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más."

1 comentario:

Alejandra dijo...

Vaya Soros, que bueno leerte otra vez!, me agradó (Y alegró) mucho ver tu comentario en mi blog y más aún ver que habías publicado otra historia, y claro que leerla!.

No se, supongo que la entremezclaste con lo que sientes en este momento de tu vida, porque la historia es sencilla, cotidiana, humana, pero también muy triste, a pesar de que habla de lo que parece fue (en tu mente, aquí, allá, o el algún lugar del tiempo o el espacio) una buena persona... Una persona común, con sus preocupaciones, sus recuerdos, su vida y su muerte, pero que seguramente entregó muchas alegrías con las cartas que repartía...

Amigo, ¿recuerdas el libro (o la peli) de La Historia sin Fin?... Ojalá no te toque estar el pantano de la tristeza por mucho tiempo. Es solo una prueba más, ya pasará.

Muchos saludos y cariños! y hasta pronto.