11 junio 2007

Dramatizar

Cuando pasas muchas horas en la sala de espera de urgencias de un hospital pues observas de todo. Miras y eres mirado, eres observador y observado. Hoy hay muchos gitanos, por ejemplo, y pocos inmigrantes. El otro día estuve con una gitana de Plasencia, pero que tiene un piso en el Pan Bendito y que me contó que “a su hombre le han operao y mu bien todo pero que ahora le sale miseria por el bujero, que se ve que se la encestao la costura”. Otra que ella es la mala, “por dios santo qué penitas que a nadie se lo desea, que está fatal de las verticales...” Por la noche llegan algunos pinriquis a que les pongan la metadona y hay veces que los pobres deambulan por los jardines un buen rato antes de dar con la puerta de urgencias, así vienen, certeros ellos. Son inofensivos pero con la cara de volaos que llevan asustan a la gente. “Mire, como que el otro día me pegó uno un susto que me quedé totalmente dramatizada”, me dijo una señora muy peripuesta y todavía de buen ver, toda interesante ella y con un pestín a Tulipán Negro de esos que tiran de espaldas. Yo sí que te dramatizaba a tí a poquita intención que pusieras de tu parte, le soltó un castizo de mediana edad mirándola con descaro. Debió captar la mirada porque sonrió pasándose la lengua por el labio inferior discretamente. Siguió su camino pero parece que no le hubiera disgustado la idea. De repente hacen su aparición fulminante un par de coches de la policía nacional y entran a todo correr y porras en ristre hacía alguna dependencia interior de las urgencias, al cabo de diez minutos salen con un joven esposado al que con esposas y todo apenas logran dominar, tal es su grado de excitación. Le meten en la parte de atrás de uno de sus coches y se lo llevan. A eso de las tres de la mañana aparece una pareja de jóvenes que no se sabe de donde vendrán, vienen en una moto de 49 cc. que conduce ella y buscan afanosamente que les reciba no sé quién. La criatura es un cromito pues viene como de fiesta y de cintura para arrriba sólo lleva un minúculo sujetador plateado tan pequeño que sus pechos de adolescente se le salen por arriba y por abajo y por los lados. Ni en la playa he visto algo así, pero ella, como loca, se pasea por aquí y por allá orgullosa de la rosa que lleva tatuada en un omoplato y de lo buenísima y supersexi que se encuentra. Las mujeres maduras la observan y dicen por lo bajo: ¡Pero, hombre, por dios! en ese tono de conmiseración que tan bien les sale.
Las horas caen una tras de otra y a los pocos días ya todo te resulta familiar y de algunas personas sabes ya lo que les pasa o a ver a qué enfermo van, o si te van a pedir 40 céntimos para un café o a quién le puedes pedir tú un favor si te hace falta. Ya sabes a quién le caes bien y quien te elude. Ya somos como un pequeño pueblo de población algo volátil, eso sí, pero domiciliados todos por unos días al menos en la sala de espera de las urgencias, todos con el mismo objetivo: que alguien no se nos muera.

4 comentarios:

Alejandra dijo...

Me ha gustado mucho lo humano que trasmites a tus dos últimos relatos, haciendo de una experiencia difícil algo lleno de matices. Eres un observador que ve más allá de las simples apariencias, que busca las historias detrás de las personas, los sentimientos, la vida...

Sabes? tengo un sueño... siempre he dicho que es un sueño frustrado, aunque aún me queda vida por delante, y quién sabe si algún día deje de ser solo un sueño, y es que adoro la medicina!, no porque ame la anatomía humana, sino porque con esa carrera estás más en contacto con las personas y sus verdaderos sentimientos, y no es que desearía ser doctora... creo que me gustaría más bien ser enfermera, tener un contacto más directo con los pacientes, por eso mismo... porque cada uno de ellos es un mundo, porque detrás de cada uno de ellos hay familiares y amigos, hay más que heridas y enfermedades, hay una vida que merece cuidados, y sobre todo respeto.

Y bueno, no hay mejor lugar que una sala de espera para un observador como tu, se puede encontrar de todo, como tu mismo has comprobado. Espero que todo este bien...

Saludos y cariños.

Soros dijo...

Creo que en medicina hay especialidades triunfantes y otras en las que te enfrentas casi siempre con la desesperanza. En cualquier caso tus deseos de ayudar a los demás te honran. Yo no sería capaz de dedicarme a la medicina. No llego a tanto.
Saluditos,

Anónimo dijo...

La verdad es que las salas de espera son muy interesantes para observar los distintos tipos humanos, están cargadas de dolor pero también de comicidad.
Como lo de las verticales y el dramatismo me ha hecho mucha gracia te cuento una que oí, era una señora que decía que ella no se tomaba no sé qué medicina que le habían mandado porque tenía muchas "contradicciones". La medicina.

Soros dijo...

Paloma, por el aire vuelan palabras, términos, vocablos... que todos utilizamos y, a veces, sin saber lo que decimos, pero creyendo que lo sabemos. Nadie quieres ser el más tonto y nos aventuramos a hablar de todo lo que no conocemos. La medicina es uno de los temas favoritos.