11 septiembre 2009

Raza


Hace años, en la Universidad Estatal de Los Ángeles, podía verse gente procedente de los cinco continentes. El curso que iba a hacer era uno específico para personas extrajeras que hubiesen llegado a los USA con intención de quedarse. No era mi caso. Sin embargo quedé deslumbrado por dos cosas: la calidad de la universidad y el variado gentío de tantos países y razas en que me encontraba inmerso. En la España de aquella época no había la diversidad de población que hay hoy y, claro, yo no hacía más que observar con mucha curiosidad a los cientos de personas que me rodeaban. Un día, estando con un amigo, descubrí a una chica entre aquella multitud. Era distinta entre mil y le dije a mi amigo. Te apuesto lo que quieras a que aquella chica es española. Mi amigo pensó que conocía a la chica de antemano y que le quería tomar el pelo, pero yo le aseguré que era la primera vez que la veía. Entonces, intrigado, me preguntó si yo podía distinguir a una española entre un conjunto de mujeres. Le dije que no, que habría una mayoría de españolas a las que sería incapaz de diferenciar a simple vista de una mujer de otra nacionalidad. Pero, sin embargo, le aseguré que aquella mujer, por sus rasgos, tenía por fuerza que ser española. Que tenía las características propias más comunes en las mujeres de España, su piel morena, su pelo negro y, si me apuras, todos los rasgos raciales inconfundibles de una Lola Flores y de las bailaoras de flamenco y de las morenas andaluzas de pelo negro, rizado y largo, los ojos grandes y oscuros, el porte elegante...todo cuadraba al cien por cien, era imposible, yo sabía que no podía equivocarme. Estaba totalmente seguro. Nos jugamos una comida.
Muy ufano me dirigí a la presunta española. Me fui directamente a ella con toda la decisión que emanaba de mi absoluta seguridad y le pregunté si era española. La mujer, antes de contestarme, me obsequió con una espléndida sonrisa y luego dijo: No, soy de Arabia Saudí. Y yo recordé entonces que los árabes estuvieron 800 años con nosotros y que lo que a mí me parecía lo más racial y definitivo de mi gente y de los españoles era eso, justamente nuestra sangre árabe.
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2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

y mira ahora!

Soros dijo...

Pues porque, cuando te ves reflejado en los demás, te das cuenta de lo que eres.