23 noviembre 2009

Pica, bezoar y energúmenos


Fray Miguel de Yela (1617-1681) en una obra llamada “Aparición y Milagros de Ntra. Sra. del Madroñal” ofrece algunas descripciones del comportamiento de los poseídos por los demonios. Estos relatos son, como mínimo, curiosos, y en ellos un par de cosas me han llamado la atención, seguramente, por el hecho de haberles encontrado una relación aparente con otras.
Por un lado, describe el comportamiento de los poseídos, los energúmenos, quienes experimentaban tal explosión de energía interna, de ahí su nombre, que, por ejemplo, para sujetar a una mujer en el momento de crisis se necesitaban, a veces, ocho hombres y no siempre eran capaces de lograrlo. Que, otras veces, cuando se escapaban corriendo nadie era capaz de alcanzarles y habían de terminar acorralándoles para lograr cogerles y que, en otras ocasiones, para conseguir moverles se necesitaba una fuerza muy superior a la normalmente estimada. Todas, curiosas descripciones de los energúmenos, de las que levantó acta “in verbo sacerdotis” que era su forma de jurar.
Por otro, narra también fray Miguel cómo, a las personas poseídas, una vez liberadas del o de los demonios por obra de Ntra. Sra. del Madroñal, se les provocaban vómitos depurativos con aceites benditos y otros bebedizos, para que echasen de su cuerpo las cosas que los diablos les habían dado de comer. Y así, en muchos casos, ya en el primer vómito echaban hasta media arroba de porquerías: gusanos, cabellos, pellejos y otras cosas maléficas, como azufre revuelto con pelos, alfileres, agujas, monedas, carbones…
No he podido evitar, al leer sobre estos vómitos, el recordar los fenómenos de pica y bezoar que hoy se conocen y se estudian. Por ejemplo, un clásico actual sobre nutrición, el profesor E. Rojas Hidalgo en su libro “¿Qué es una alimentación sana?” Aula Médica Ediciones, 2001, dice lo siguiente:
“La ingestión de substancias con escaso o nulo valor nutritivo constituye una anomalía que suele aparecer accidental o intencionadamente. Por lo general, esta última posibilidad es la más frecuente y aparece en sujetos con alteraciones psíquicas o imbuidos por tradiciones, costumbres o prácticas trasmitidas en familia. Se trata de la pica, distinta de los bezoares que son menos frecuentes y se producen por la ingesta de substancias no digeribles”.
“Los bezoares por ingestión de cabello aparecen en sujetos con trastornos psiquiátricos con hábitos de tricofagia.”
“También se han encontrado bezoares formados por conglomerados de antiácidos (hidróxido de aluminio, sucralfato…), fragmentos de alfileres, uñas, botones y monedas. No es infrecuente encontrar polibezoares constituidos por metal, plásticos, madera, etc. Estos tipos de bezoares suelen aparecer en niños y en individuos psicóticos.”
“La voz pica procede del latín y significa urraca, pájaro que picotea todo. Las personas afectas ingieren substancias no nutritivas que van desde el yeso, pinturas, tizas, gomas de borrar, jabón, cuerdas, ropa, insectos, almidón, arcilla, cabellos… hasta madera, hielo, algodón, papel, cerillas quemadas, piedras, grava, carbón, hollín, ceniza, arena…”
“La pica se observa en niños y es más común si padecen pronunciados defectos mentales. En la edad adulta aparecen más frecuentemente en sujetos histéricos, individuos afectados por infecciones parasitarias y mujeres embarazadas.”
Quizás pueda ser ésta una explicación plausible, aparte de la indudable acción diabólica, a los vómitos descritos por fray Miguel. También podríamos buscar otras más imaginativas o novelescas como, por ejemplo, recordar que bezoar es una voz que, en su origen, significa antídoto. Se consideraba que los bezoares poseían cualidades mágicas y medicinales contra alteraciones y males tan diversos como la senectud, la picadura de serpiente, las plagas y los malos espíritus. Teniendo esto en cuenta y la abundancia de sanadores, curanderas y curieles, así como la superchería imperante en la época, salvada la Iglesia, puede que, cuando los pacientes posesos le llegaran a fray Miguel, hubieran ya pasado por el tratamiento de algunos de ellos.

2 comentarios:

Insumisa dijo...

¿Te estás documentando para un nuevo libro?
A mi se me antojaba el hielo durante mi primer embarazo.
Tomaba te con mucho hielo picado para luego masticar lo que quedaba en la jarra. Después de un tiempo me dolía la cara y no por ser tan guapa ¿eh?
También llegué a tener antojo de ese increíble olor de la tierra mojada. El barro se me antojaba horrores. Y alguna vez, lo confieso, degusté las esquinitas del periódico. Las que no tienen cosas impresas, solo sabor a papel periódico.
;-)

Soros dijo...

Las picas son frecuentes en las embarazadas y en los niños. No se tiene certeza de las causas. Si se describen fenómenos que las acompañan pero, las verdaderas causas de esas extrañas apetencias, son todavía parte de lo desconocido. Quizás nuestra naturaleza nos lleve a buscar, por su propia tendencia, remedios para algo. No lo sé, Piel de Letras.
No es parte de la documentación para un nuevo libro. Es sólo un comentario aislado. Uno más.