22 marzo 2009

Benedicto y el lince.

Benedicto, el bendito hechicero blanco de la cristiandad occidental, de viaje ahora por África provocando estampidas de carisma, dice que el uso del condón no es una medida adecuada para el sida, sino que por el contrario fomenta la promiscuidad de los nativos. Dice también que el aborto no es una opción para las mujeres, oprimidas por las servidumbres de su sexo, sino un atentado contra la vida desde el primer momento de su existencia. Y la iglesia católica de España dice que aquí se protege más al lince que al nasciturus.
Y, ponderando todas estas cosas, pienso yo que cuánta razón lleva el gran hechicero blanco, jefe del estado Vaticano, porque el cigoto está vivo y bien vivo. ¿Por qué no se protege al cigoto y sí al lince, al que ni siquiera podremos llegar a bautizar?
Es una buena pregunta la del gran hechicero blanco y ni siquiera pierde fuerza al ser formulada a través de los obispos ibéricos que, aunque ortodoxos, no le llegan a la altura de los zapatos al pontífice.
Sí señor, tiene su miga. Pero, siendo consecuentes con el papal razonamiento, también los gametos que originan el cigoto están vivos, y siendo los gametos origen del cigoto, se tolera sin embargo, sí lo digo bien alto y con vergüenza, se tolera repito, que los sacerdotes sacrifiquen sus espermatozoides en estériles e involuntarias poluciones nocturnas por desbordamiento, claro, porque es evidente que los clérigos españoles son responsables y no se la menean jamás, y que las monjas dejen que sus óvulos mueran mustios sin fecundación, como quien dice sin placer, pena ni gloria y, a veces, incluso con dolor. Y, esos gametos, viven. Sí, sí, sí viven, viven. Es tontería pretender ignorarlo.
Pues sí, se tolera. Y, digo yo, ¿no es esto un atentado a la vida y al mandato que, según dictó el Creador, decía creced y multiplicaos?
No sería hora de acabar con semejante desvergüenza. Que no queden los gametos de nadie, hombre o mujer, menos protegidos que el lince ibérico. Que las cofradías lo propalen a los cuatro vientos, que los hinchas de los equipos de fútbol lo manifiesten, que se comenten estos temas en el bingo, que todo se revele en el Internet para mayor gloria de Dios, que las homilías de los castos clérigos lo divulguen por doquier... Y que los Papas y obispos, siquiera para dar ejemplo, tengan al menos una docena de críos, reconocidos abiertamente como hijos del amor, fruto de un apropiado uso gametario de las energías de sus años mozos y/o maduros, antes de ascender al pontificado y/o al espiscopado y digo lo mismo, debidamente organizado, de las monjitas y del clero varonil. Eso les revestiría de autoridad y todos los cristianos del orbe sabrían que, cuando esos señores hablan, saben de qué hablan y no como ahora que, por la imposición del celibato, se ven obligados contranatura a pecar contra la vida en su mismísimo origen y, encima, a predicar lo contrario por el voto de obediencia.
Porque, ¿no atentan seriamente contra la vida quienes por medio del celibato se oponen a ella malrotando las potencias que el Señor puso en ellos? Pero, ¡por Dios santo!, ¿es que los gametos carecen de vida? ¿Es que nuestra santa madre, la Iglesia, protege más al cigoto que a los gametos? ¿Es que se puede dejar a los gametos por ahí, totalmente desprotegidos, como si fuéramos unos ignorantes de su función? ¿Es que es filosóficamente más consistente proteger más al acto que a la potencia? Seamos consecuentes y conscientes y, si al fondo queremos llegar, lleguemos. ¿Es que podemos permitir e incluso fomentar voluntariamente tal perdida de potencias vitales sin atentar contra las normas más elementales del código natural? No, y mil veces no. ¡Viva Benedicto!, por fin alguien dice las verdades. ¡Qué le den por saco al lince, protejamos la vida al completo de una puta vez, coño! ¡Venga, va!
Sólo una última reflexión. Si el Jefe del Estado Vaticano aplicase en su estado esas normas de respeto a la vida, veríamos, el resto del orbe, con satisfacción como el índice de natalidad del tal estado se convertiría en un ejempo de lo que es aplicar el respeto a la vida dentro de las propias fronteras. Pero, claro, tampoco tienen linces.

8 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

Qeu sí, que sí, deberías imprimir octavillas y repartirlas a las puertas de las iglesias!
qué grandes verdades!

Paz Zeltia dijo...

Áquí puedes encontrar una foto, que te demostrará los buenos publicistas que tiene la iglesia, porque me imagino que si ésos preservativos se comercializan, iba a haber un alto índice de gatillazos!

http://noquedanblogs.com/?p=6128

Soros dijo...

Está muy bien lo de los condones.
Gracias.

cormelana dijo...

Plas plas plas
Moi ben dito

Insumisa dijo...

¡Un sombrero!
¡Necesito un sombrero!

Es que me lo quiero quitar (el sombrero) ante usted, amigo Soros. ¡Qué bárbaro!

Me has hecho reír como hace tiempo no sucedía al leer tal o cual cosa.

Permiso, que voy a arrullar mis gametitos. Que cigotos ya no puedo desde hace 23 años.

Te aplaudo, de verdad, este post deberías mandarlo a todos lados.

Jejeje

Soros dijo...

Si mandara este artículo a todos lados me crearía mil enemigos.
Prefiero que vengan los amigos a leerlo aquí.
No estoy para dar batalla. ;-)

Marla Sinclair dijo...

Cuánta razón... Soros, me ha encantado leer este post simplemente genial. Abrazo.

Soros dijo...

Gracias, Marla. Un saludo.