18 octubre 2011

Nano para los amigos

Don Luis Fernando Alvarado y de Trempera-Tancat, Nano para los amigos, no pudo ser nunca dominado por su madre, una Trempera-Tancat del Priorat que, mermada su fortuna, hasta hubo de ponerse a trabajar, no le digo a usted más. Don Luis Fernando no se dejó tampoco amilanar por su esposa, braguetazo de sus años jóvenes y terrateniente con millones, hija de familia de ésas, de las toda la vida. Y eso que estuvieron casados, y hasta educadamente cerca, más de veinte años. Que se dice pronto.
-        El día que me marché, me fui con lo puesto. Hasta los colmillos de elefante le dejé. Me marché como un caballero.
-        ¿Se dejó también su colección de armas?
-        Sí. Sólo me llevé las más queridas: una pareja de Purdeys, otra de Grullas y un Holland & Holland 400 de cerrojo y, cómo no, el impagable Mágnum que tantas satisfacciones me dio en Kenia.
-        Entonces, fue usted un cazador empedernido.
-        No. En absoluto. Yo era un cazador social.
-        ¿Social?
-        Sí. No me confunda usted con esos escopeteros, pisaterrones y rebañalindes, que van por ahí, sin resuello, persiguiendo liebres y perdices. Yo, perdóneme la inmodestia, nunca he sido un ordinario. A nosotros nos invitaban a fincas. Luego, lógicamente, teníamos que invitar nosotros a las nuestras. El mundo funciona así. Los conocidos llaman a los conocidos, el negocio al negocio y el dinero al dinero. Pero todo con elegancia, con buenos modales y porte distinguido, y, sobre todo, sin sudores, caminatas, litigios, ni todo el resto de ordinarieces pueblerinas. La caza de verdad es otra cosa. Nosotros sabíamos estar.
-        Pero, ¿no le apasionaba?
-        La caza, en mi ambiente, es un modo de conocer gente adinerada. El aperitivo eran las perdices o los venados o los guarros y el plato fuerte eran los negocios, los contratos, las relaciones. Esas eran las verdaderas presas. La caza, en sí, un pretexto. El plato principal era el dinero.
-        ¿Y no podían hacer lo mismo sin cazar?
-        Bueno, la caza, como le he dicho, era sólo un pretexto. En realidad, nosotros no cazábamos, sólo disparábamos. He ahí la diferencia. Había siempre un pequeño ejército de ojeadores, guardas, perreros y secretarios que todo nos lo daban servido, incluso nos cargaban las armas y contabilizaban y localizaban las piezas que abatíamos. Tú simplemente disparabas. Así que esas cacerías suelen estar llenas de buenos tiradores. Prácticamente no hacen otra cosa en su vida: disparan y firman. Dos cosas que se parecen por lo decisivo e instantáneo. Y todos teníamos un buen estilo, una elegancia en ello. Algo adquirido con los años y nadie desentonaba, eso ni pensarlo, por favor.
-        Y, ¿por qué elegían esa actividad y no otra cualquiera, un deporte, por ejemplo?
-        Amigo, qué poco entiende usted la psicología humana. Porque la caza es un símbolo de poder. La caza es un sacrificio y, en ella, los cazadores, deciden dar la muerte a animales. Se elevan sobre el resto de los mortales. Llegan a creer que son todopoderosos. No hay otro sentimiento más potente que el de administrar la muerte, el dispensarla con el ligero movimiento de un dedo. ¿No recuerda usted a los césares? Ese sentido del poder es bueno para los negocios. Digamos que los propicia. ¿Deportes, dice usted? En los deportes se compite y unos quedan por encima de los otros. ¿Cree usted que eso es bueno para los negocios? No, no lo es. En los negocios todos han de sentirse poderosos, magnánimos con los de su rango. Lo que hoy haces por otro, mañana ese otro lo hará por ti. Ambos comulgáis administrando la muerte, el poder. Sois sus sacerdotes, compartís el sentimiento. Sois como hermanos, de la misma casta, formáis piña. Por eso la cacería se presta a los negocios. Ambas cosas, cacerías y negocios, se parecen mucho. Sólo las practican quienes pueden. Los demás miran o, como mucho, ojean o llevan las cuentas o limpian y venden las piezas por unas míseras monedas. Sí, ya sé que por detrás critican. Es lo único que pueden hacer, ¿qué importa eso? Pero, si un día se permitiera cazar seres humanos, los negocios se harían allí. No lo dude. La caza quedaría momentáneamente desbancada como un sucedáneo innecesario. De hecho, las mayores fortunas se han hecho siempre en las guerras, ¿o me engaño?

6 comentarios:

Isidro dijo...

Un prenda el Nano éste, pero hay más como él.

Saludos

Soros dijo...

De estos asuntos, ¿qué te voy a contar a tí, Isidro?
Saludos.

Isidro dijo...

Aunque, no te comas de vista al Rafa. El del anterior relato que, si es el mismo que yo sé, en las cacerías, también era un figura. También es verdad, que por el lado contrario.

Un abrazo

Soros dijo...

No sé a quien te puedes referir, Isidro.
Piensa que los relatos que escribo son siempre imaginarios aunque como, los que conocemos un poco este mundo, sabemos de lo que hablamos es fácil que hayamos conocidos personas que cuadren con las características descritas en cualquier relato.
Te aseguro que no hablo de ninguna persona en concreto aunque, a ti y a mí, se nos puedan imaginar más de una.
Un abrazo.

Isidro dijo...

Si, llevas razón, Soros, que tus personajes son tan reales como los de la vida misma.
Al menos, así los veo yo.

Un abrazo

Soros dijo...

Y llevas razón, Isidro, porque de la experiencia están tomados. Aunque son un compendio de las muchas palabras y comentarios oídos y representan más a un conjunto de gente, que por supuesto existe, que a individuos aislados en los que personalizar no merece la pena.