01 octubre 2009

La historia pequeña


Hay actividades que se pueden practicar, tolerar o de las que se puede estar en contra abiertamente. Unos las defenderán a ultranza, otros las atacarán con implacable denuedo y algunos, intentando ser ecuánimes, buscarán sus pros y sus contras. Es decir, ocurrirá lo habitual en cualquiera de las actividades humanas y, en especial, en aquellas que son más controvertidas.
No va a ser éste un artículo que siga las pautas anteriores. Y no porque el que lo escribe no tenga su opinión al respecto, sino porque no se trata de dar una opinión sino de exponer otra cosa.
Cada uno de nosotros tiene una visión parcial y limitada de cuanto nos rodea o, al menos, yo lo creo así. ¿A quién no le gustaría tener una conversación con un magnate de la banca y que, confidencialmente y a lo largo de varias horas, le desentrañase los secretos de su funcionamiento? ¿A quién no le gustaría tener acceso de primera mano a los secretos de la política o del mundo del toreo o de la hípica o de los secretos que se guardan en tantas actividades jurídicas, policiales, religiosas…? Somos curiosos por naturaleza, antes de poder ser otra cosa.
Naturalmente esto no es fácil que nos ocurra pues quienes saben esas cosas las callan porque suelen tener motivos poderosos para ello y por lo tanto, la mayoría de la personas pasamos por la vida con una visión limitada, como poco, de los acontecimientos que juzgamos, a veces, con suma vehemencia pero que, en su total profundidad, nos son desconocidos. Seguramente alguien pensará, tal vez con razón, que de algunas cosas, con lo poco que conoce, ya le basta para rechazarlas. Pero, repito, no es ese el objeto de este artículo.
Hay veces que uno tiene suerte y da con alguien que ha entregado su vida entera a una de estas actividades pero no de un modo normal, ni como afición, ni como hobby, ni como ninguna de esas cosas que se dicen ahora para quedar bien, sino simple y llanamente por locura, embelesamiento y entrega total, por una vehemente e incontrolable vocación, una especie de llamada montaraz. En mi caso se trata de la caza. El experto en el asunto, por medio de su largísimo testimonio oral y por la cantidad de evidencias que me ha ido aportando, tiene, por mi parte, una credibilidad total. En conjunto, su vida ha sido monográfica, su vida ha sido la caza, la caza en España, en todas sus modalidades, en la luz y en la sombra, menor y mayor, en solitario, con amigos, en cacerías locales y en batidas de postín para gente de muchas campanillas, caza con escopeta, con rifle, a cuchillo, a manos limpias, con todo tipo de artimañas, con perros, en ojeos, al rececho, a la espera y, si alguien hay que haya inventado alguna modalidad nueva o quiera citar alguna que me falte, seguro que mi interlocutor hizo también el doctorado en ella…
¿Sus motivos? Unas veces lo hizo por su natural tendencia, desde niño, a la observación de la naturaleza, de los animales y de su comportamiento; otras por la atracción y el deslumbramiento por la vida salvaje; otras por la pasión que produce la estrategia de la caza; otras por la excitación de lo prohibido; otras por su pasión por los perros; otras por hacérselo a sí mismo cada vez más difícil… En ese sentido, ha tenido una trayectoria personal en la que cada vez ha dado un pasito más hacia adelante, rizando el rizo, hasta llegar a dominar, pasando por todos los pasos intermedios, la dificilísima ciencia de, en solitario, atrapar al jabalí vivo y, lo que requiere aún más conocimiento y valor, ser capaz de soltarlo y dejarlo de nuevo libre para observar sus querencias o dejarlo simplemente en libertad. Y todo eso, en solitario, sin ayuda de nadie, viniendo, a veces, medio paralizado y dolorido por los golpes recibidos en tantos lances. Porque este hombre, desde crío, aprendió así, a golpes, lo que terminó fraguando como su propia ciencia, su propia evolución personal en la idea y el ejercicio de la caza.
Sin embargo paralelamente a su evolución personal, que sólo algunos entenderán, ha tenido una participación social muy fuerte, dadas sus cualidades excepcionales para esta actividad, en todos los eventos sociales que la rodean, la forman y la perpetúan para bien o para mal. Desde la caza de salón, o sea, las tiradas de plato, de pichón, etc. en todas sus variantes y que forman parte de los juegos florales de la caza, a la dura caza en solitario por las pendientes más desequilibrantes, a la caza en mano, en cuadrillas, los ojeos, las batidas, las monterías locales o nacionales con gente de todos los estratos sociales. Eso, paralelamente a su experiencia y dominio personal de la caza, le ha dado un conocimiento parejo de la naturaleza humana y ha visto de todo y desde todos los prismas. Fundamentalmente sus observaciones más ricas se han hecho, no desde el cómodo puesto del que espera, más o menos inmóvil, a que las rehalas le metan la res en los hocicos, sino del que avanza entre la arisca maleza de los montes rodeado por perros inteligentes y valientes que suelen estar a mucha más altura que el potentado que ha pagado seis mil euros por disparar desde el puesto a todo, o a casi todo, lo que se le cruce.
A sus más de sesenta años este hombre enteco que ha conocido todas las pasiones de la caza, las buenas, las malas y todas las intermedias, está ya, voluntaria y parcialmente, retirado y sublima la necesidad de actividad que siempre tuvo con el deporte cotidiano e intenso pero es, sobre todo, un manual andante de la caza en España y de su evolución en el último medio siglo y también, y esto es para mí aún más meritorio, de todos los usos y costumbres sociales que rodearon ayer y rodean hoy esta actividad y, puedo atestiguar, que los conoce todos, desde la caza arrabalera y marginal hasta la más elitista. En su cabeza tiene material de primera mano para dejar un testimonio fiel de todo ello. Pequeña historia pero, al fin y al cabo, historia de España. Después estarán las opiniones y todas, claro, bienvenidas
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2 comentarios:

uno que opina dijo...

Vaya historia SOROS...será pequeña, pero... debió de ser muy apretaá! claro, seguro que la regásteis con un buen vino, porque con agua...
Deduco por la rica literatura con la que te has exprsado, (como siempre por otra parte)que lo que te ha contado este paisano te has gustado especialmente, pero...¿es que ya no te va a contar más historias?

Hasta la proxima

Soros dijo...

Pues, aunque te resulte raro, la mojamos con agua porque, como digo, esta persona sigue siendo un deportista y su porte es de auténtico atleta y ambos deseamos que fuera tanta la concentración, la suya en contar y la mía en escuchar, que rehusamos el buen vino, aunque nos fue ofrecido, y lo dejamos para mejor ocasión.
Y, claro que espero, si él lo quiere, nuevas historias de viejos y nuevos personajes y de aquellos lances y tiempos vivos en el recuerdo para siempre.
Gracias por tu comentario, paisano.