El nombre de este pueblo nos había llamado siempre la atención. Fuimos a visitarlo y nos alojamos en el único hostal disponible. Hay también una fonda, la Fonda Lozano, pero nos agradó más el hostal. Una vez aseados, nos sentamos relajadamente en la terraza del hostal. Un hombre calvo y corpulento nos aborda. Se presenta como Don Jesús Calvo, el párroco, y se dirige a nosotros dando por sentado, sin lugar a duda alguna, que somos peregrinos del Camino de Santiago. Le dejamos hacer sin sacarle de su confusión. Nos da una fotocopia con una poesía de un tal Eugenio Garibay. La poesía está, al parecer, publicada por los Amigos del Camino de Nájera. El párroco nos firma en el anverso de la fotocopia escribiendo esto:
El Burgo Ranero (León) ¡Feliz Peregrinación! Jesús Calvo (párroco) y pone la fecha.
El sacerdote es hombre expansivo y hablador que nos da conversación, casi siempre dejando que le escuchemos, y nos pregunta de dónde somos. Después Don Jesús se declara músico, compositor y poeta. Con celeridad, gran conocimiento de causa y sin admitir dudas al respecto, nos dice que los mejores poetas de la lengua castellana son Bécquer y Gabriel y Galán. El primero de ellos, declara, es el gran genio del sentimiento; el segundo, el gran genio de lo cerebral, o sea, del intelecto. Luego refuerza sus aseveraciones con estas palabras:
- Claro, amigos. Esto es así. No lo dudéis. Sin embargo, a Gabriel y Galán jamás se le hizo justicia. Él nunca fue uno de esos rojillos que se exiliaron como los “Lorca” y demás. Así que el pobre Gabriel y Galán está hoy en el olvido.
Callamos, prudentemente, sobre el involuntario exilio de García Lorca al más allá. Don Jesús, sin embargo, está pletórico y nos sigue ilustrando. Ignoramos la razón, pero lo hace ahora sobre su calvicie:
- Dios, queridos amigos, creó portentosos cerebros, cabezas de belleza sublime y deslumbrante. Sin embargo, incomprensiblemente, de modo incompatible con tamaña belleza, a algunas, las cubrió de pelo.
Enseguida Don Jesús, tan inopinadamente como llegó, se levanta y se va raudo. Antes de recorrer treinta metros se detiene con un grupo de peregrinos ciclistas que acaban de llegar. Les da la fotocopia con la poesía y les ilustra con profusión sobre la injusticia, no remediada aún, cometida contra el eminente Gabriel y Galán. El párroco, como después supimos, es famoso en los pueblos del contorno por viajar leyendo sobre su bicicleta, mientras va de un pueblo a otro en cumplimiento de su ministerio. Dicen que esto lo hace incluso en los días de hielo y nieve. ¡Y todavía hay quien duda de la existencia divina!
Son casi las tres cuando la patrona del hostal El Peregrino nos dice que podemos entrar a comer. La patrona es mujer muy dispuesta y vivaz que no permite dudar a los peregrinos ni a los clientes en general.
- A ver, de primero ensalada mixta o espaguetis con tomate. De segundo, filete con patatas o lomo embuchado con dos huevos “pa el que le falten”.
Comen unos dieciocho peregrinos y nosotros dos, sin que ninguno se atreva a rechistar al ama. Cuando terminamos nos obsequia a cada uno con una camiseta del local y un bolígrafo. Parece que hemos observado buen comportamiento.
Resucitados de la profunda siesta, la hospitalera del albergue de peregrinos del pueblo, que es finlandesa, se pasa por la terraza del hostal.
- In diez minuotos, il sacristano mostruará la igluesia a peregruinos que deseen verla. OK?
Vamos a ver la iglesia a falta de cosa mejor que hacer. El sacristán es un hombre menudo y vivaz. Está acostumbrado a enseñar la iglesia a los peregrinos extranjeros. Así que se viene hacia nosotros y, mirándonos a los ojos, gesticulando, dando voces y marcando las sílabas nos dice muy despacito:
- Mu-y an-ti-gu-o. To-do re-cons-tru-í-do. Mu-cho di-ne-ro gas-ta-do y mu-cho ga-na-do por al-gu-nos. Vi-drie-ras mu-y bo-ni-tas.
- ¿Cómo las hicieron?, preguntamos en castellano fluido.
- ¡Anda, joder, pues vino uno de León, tomo las medidas y las pusieron!, dijo el sacristán, ya relajado.
- ¡Ah!
Después de ver la sencilla iglesia de El Burgo Ranero, dimos un paseo hasta el barrio de la estación. Allí hay otro bar, pero hoy está cerrado.
A las ocho y media nos dirigimos a Juli, la temperamental patrona del hostal El Peregrino, y le preguntamos cortésmente si va a dar cenas o nos va a despachar con un bocadillo. Nos contesta que si lo que tiene nos vale, que nos da de cenar. Sin pensarlo nos ponemos a la mesa y damos cuenta de una ensalada, un filete con patatas y dos huevos fritos que con el postre y una botella de buen vino del Bierzo cierra el menú.
Terminada la cena y sentados en la terraza del hostal, charlamos con Doña Juli del camino, de cuando ella fue a Santiago, de los peregrinos, de las comidas, de lo venenosos que son los rencores entre la gente del pueblo, de su ayudante, la chica marroquí, de eso y de lo otro y de lo de más allá. Doña Juli nos dice:
- ¿Cómo no iba a ir yo a Santiago? ¿Cómo no iba a ir yo donde van los que vienen a mi casa? Yo tenía que verlo y me emocionó mucho.
Finalmente echamos cuentas con la simpática Juli. Se porta la señora muy bien con nosotros, no nos cobra los vinos pedidos fuera del menú y (como comprobamos al día siguiente) nos invita a desayunar.
A punto estamos de irnos a la cama cuando aparece una mujer recia y madura que resultó ser la cuñada de Doña Juli. Esta señora, muy bien plantada, no siempre está de acuerdo con Doña Juli y le dice que, en sus disputas con los del pueblo, unas veces tiene razón y otras no. Supimos también por ella que un quiñón es una suerte grande de tierra cedida por un ayuntamiento o corporación para uso de alguno. Sostiene también la señora que ella, que es viuda, se las ha tenido que ver con muchos.
- Miren, los de aquí son muy brutos. Por ejemplo, si no llego a estar al tanto, me habían hecho mujer a una hija a los once años. Claro que no fue flojo el que lo intentó. Que yo soy viuda y estoy acostumbrada a defenderme y a salir adelante.
Terminada la tranquila velada, a la cama. Son casi las 12.
Por cierto, a las afueras del pueblo, hay una gran charca cuyas ranas empiezan a cantar al caer la noche y no lo dejan hasta el alba. Habíamos olvidado preguntar la razón de un nombre tan pintoresco para el pueblo, pero ya no hizo falta.
El Burgo Ranero (León) ¡Feliz Peregrinación! Jesús Calvo (párroco) y pone la fecha.
El sacerdote es hombre expansivo y hablador que nos da conversación, casi siempre dejando que le escuchemos, y nos pregunta de dónde somos. Después Don Jesús se declara músico, compositor y poeta. Con celeridad, gran conocimiento de causa y sin admitir dudas al respecto, nos dice que los mejores poetas de la lengua castellana son Bécquer y Gabriel y Galán. El primero de ellos, declara, es el gran genio del sentimiento; el segundo, el gran genio de lo cerebral, o sea, del intelecto. Luego refuerza sus aseveraciones con estas palabras:
- Claro, amigos. Esto es así. No lo dudéis. Sin embargo, a Gabriel y Galán jamás se le hizo justicia. Él nunca fue uno de esos rojillos que se exiliaron como los “Lorca” y demás. Así que el pobre Gabriel y Galán está hoy en el olvido.
Callamos, prudentemente, sobre el involuntario exilio de García Lorca al más allá. Don Jesús, sin embargo, está pletórico y nos sigue ilustrando. Ignoramos la razón, pero lo hace ahora sobre su calvicie:
- Dios, queridos amigos, creó portentosos cerebros, cabezas de belleza sublime y deslumbrante. Sin embargo, incomprensiblemente, de modo incompatible con tamaña belleza, a algunas, las cubrió de pelo.
Enseguida Don Jesús, tan inopinadamente como llegó, se levanta y se va raudo. Antes de recorrer treinta metros se detiene con un grupo de peregrinos ciclistas que acaban de llegar. Les da la fotocopia con la poesía y les ilustra con profusión sobre la injusticia, no remediada aún, cometida contra el eminente Gabriel y Galán. El párroco, como después supimos, es famoso en los pueblos del contorno por viajar leyendo sobre su bicicleta, mientras va de un pueblo a otro en cumplimiento de su ministerio. Dicen que esto lo hace incluso en los días de hielo y nieve. ¡Y todavía hay quien duda de la existencia divina!
Son casi las tres cuando la patrona del hostal El Peregrino nos dice que podemos entrar a comer. La patrona es mujer muy dispuesta y vivaz que no permite dudar a los peregrinos ni a los clientes en general.
- A ver, de primero ensalada mixta o espaguetis con tomate. De segundo, filete con patatas o lomo embuchado con dos huevos “pa el que le falten”.
Comen unos dieciocho peregrinos y nosotros dos, sin que ninguno se atreva a rechistar al ama. Cuando terminamos nos obsequia a cada uno con una camiseta del local y un bolígrafo. Parece que hemos observado buen comportamiento.
Resucitados de la profunda siesta, la hospitalera del albergue de peregrinos del pueblo, que es finlandesa, se pasa por la terraza del hostal.
- In diez minuotos, il sacristano mostruará la igluesia a peregruinos que deseen verla. OK?
Vamos a ver la iglesia a falta de cosa mejor que hacer. El sacristán es un hombre menudo y vivaz. Está acostumbrado a enseñar la iglesia a los peregrinos extranjeros. Así que se viene hacia nosotros y, mirándonos a los ojos, gesticulando, dando voces y marcando las sílabas nos dice muy despacito:
- Mu-y an-ti-gu-o. To-do re-cons-tru-í-do. Mu-cho di-ne-ro gas-ta-do y mu-cho ga-na-do por al-gu-nos. Vi-drie-ras mu-y bo-ni-tas.
- ¿Cómo las hicieron?, preguntamos en castellano fluido.
- ¡Anda, joder, pues vino uno de León, tomo las medidas y las pusieron!, dijo el sacristán, ya relajado.
- ¡Ah!
Después de ver la sencilla iglesia de El Burgo Ranero, dimos un paseo hasta el barrio de la estación. Allí hay otro bar, pero hoy está cerrado.
A las ocho y media nos dirigimos a Juli, la temperamental patrona del hostal El Peregrino, y le preguntamos cortésmente si va a dar cenas o nos va a despachar con un bocadillo. Nos contesta que si lo que tiene nos vale, que nos da de cenar. Sin pensarlo nos ponemos a la mesa y damos cuenta de una ensalada, un filete con patatas y dos huevos fritos que con el postre y una botella de buen vino del Bierzo cierra el menú.
Terminada la cena y sentados en la terraza del hostal, charlamos con Doña Juli del camino, de cuando ella fue a Santiago, de los peregrinos, de las comidas, de lo venenosos que son los rencores entre la gente del pueblo, de su ayudante, la chica marroquí, de eso y de lo otro y de lo de más allá. Doña Juli nos dice:
- ¿Cómo no iba a ir yo a Santiago? ¿Cómo no iba a ir yo donde van los que vienen a mi casa? Yo tenía que verlo y me emocionó mucho.
Finalmente echamos cuentas con la simpática Juli. Se porta la señora muy bien con nosotros, no nos cobra los vinos pedidos fuera del menú y (como comprobamos al día siguiente) nos invita a desayunar.
A punto estamos de irnos a la cama cuando aparece una mujer recia y madura que resultó ser la cuñada de Doña Juli. Esta señora, muy bien plantada, no siempre está de acuerdo con Doña Juli y le dice que, en sus disputas con los del pueblo, unas veces tiene razón y otras no. Supimos también por ella que un quiñón es una suerte grande de tierra cedida por un ayuntamiento o corporación para uso de alguno. Sostiene también la señora que ella, que es viuda, se las ha tenido que ver con muchos.
- Miren, los de aquí son muy brutos. Por ejemplo, si no llego a estar al tanto, me habían hecho mujer a una hija a los once años. Claro que no fue flojo el que lo intentó. Que yo soy viuda y estoy acostumbrada a defenderme y a salir adelante.
Terminada la tranquila velada, a la cama. Son casi las 12.
Por cierto, a las afueras del pueblo, hay una gran charca cuyas ranas empiezan a cantar al caer la noche y no lo dejan hasta el alba. Habíamos olvidado preguntar la razón de un nombre tan pintoresco para el pueblo, pero ya no hizo falta.
8 comentarios:
Estuve trabajando unos años en Leon. Era 24 de diciembre y regresaba a mi pueblo en Tierra Berlanga para pasar la noche con la familia, cuando el Renault 4 se me paró de pronto en medio de un descampado, en el que no se veia un alma, ni coche ni casa, salvo uno de esos palomares tan coquetos que hay por Tierra de Campos. Todavía no había telefonos móviles, y hacía una mañana de esas en que se te congelan hasta los pensamientos. Estuve unos veinte minutos intentando pergeñar un plan de evacuación, pero permanecí en el coche en espera de algún milagro hasta que apareció la guardia civil. Llamaron a una grua y me llevaron al Burgo Ranero hasta que arreglaron el coche y pude reanudar la marcha y llegar a tiempo para la cena de nochebuena
Estimado amigo, no puedo comunircarme con tu blog. Al parecer no tienes habilitado tu perfil.
Saludos y gracias por tus comentarios a Aceptando lo que venga
a veces las cosas vistas desde fuera son tan distintas, que los ojos del burro no tiene intencion de pesatañear mientrs leen tu relato. no es mas que un pueblo castellano en el paisaje, pero con gentes de caracter cazurro como corresponde a las gentes de leon.
me alegro de que te gustara mi pueblo, y si no fue asi, pues regresa de nuevo y quedate mas rato a ver si lo entiendes mejor, aunque te aseguro no es facil. suerte.
Gracias, Anónimo, por tu comentario. No creo que en unas pocas horas lograse entender mucho de las gentes ni de tu pueblo pero lo que narro fue lo que sucedió.
No he vuelto, pero estuve una vez antes de esta, lo único es que lo que escribí entonces no está en este blog.
Saludos.
Me parece un lugar muy curioso y singular. Gracias por la información.
De nada, Barre1968.
Saludos.
Estarán contentos en este pueblo con el perverso cura, cuyas hazañas de persona bastante mala ya han llegado a oídos del Papa.
Estimado Anónimo:
Gracias por tu comentario pero no creo que de lo que escribí pueda deducirse que el cura fuera una persona perversa.
Saludos.
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