11 septiembre 2007

Atuendo.


La escena es de mi ciudad.
Ella llegó con su vestido-túnica hasta los pies, calzando babuchas y, por supuesto, con el velo envolviéndole la cabeza.
Él vestía vaqueros ajustados, zapatillas de deporte última generación y un niki de marca tan chic como el calzado y los pantalones. Al cuello una bonita cadena de oro, un llamativo reloj de pulsera en la muñeca y una cajetilla de Winston en la mano. Bien afeitado y con corte de pelo a la europea no parecía ni de lejos que tuviera que ver con la mujer, pero era su marido.
¿No sería lo suyo que si la mujer viste de un modo tan tradicional, sean cual sean sus motivos, éstos alcancen también al hombre, para que así éste, con su turbante o su pañuelo árabe a la cabeza, su chilaba, su barba y sus babuchas fuera también un fiel reflejo de su tradición y su cultura?

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