04 noviembre 2010

El peregrino cantor

“Mi jaca galopa, trota y corta el viento
cuando pasa por el puerto
camini, chin chin, to de Jere-e-e-e-ez”
Ahí le tienes tan pito. Es el peregrino cantor. Nadie sabe su nombre ni en qué parte del camino lo encontró pero, durante este verano, todo el mundo conocía al peregrino cantor.
“El tronío, la guapeza y la solera,
y el embrujo de la noche sevillana
no lo cambio por la gracia cortijera
y el trapío de mi jaca jerezana”
Tampoco se sabe de donde es. Hay quien dice que le vio salir de un pueblo cerca de Somport, otros aseguran que es maño, otros que navarro, otros dicen que es andaluz y no falta quien sostiene que es un vagabundo, o peor, un pedigüeño, o aún peor, un gorrón y un borracho.
“La quiero lo mismito que al gitano
que me está dando tormento
por culpita del querer”
Fue después de llegar a Santiago. El peregrino cantor quería seguir andando. Quería llegar a Fisterra y acabar allí.
Entre conocidos salió aquel último día de Corcubión. Era la jornada de llegada a Fisterra. El peregrino cantor se iba despidiendo de las trochas, las sendas, las últimas aldeas, pues llegando al cabo acabaría todo.
“Caminito que el tiempo ha borrado,
que juntos un día nos viste pasar,
he venido por última vez,
he venido a contarte mi mal.
Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor,
una sombra ya pronto serás,
una sombra lo mismo que yo.”
Y tan absorto en el paisaje iba que no pensó que aquel fuese su último canto. Al cruzar por última vez la carretera para tomar la corredoira de don Camilo, le atropelló un camión.
Los caminantes que venían tras él lo encontraron reventado y en un charcón de sangre.
- ¡Peregrino cantor, dinos algo! ¡Peregrino cantor, háblanos!
- ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
- Al peregrino cantor, que lo han atropellado.
Enseguida se hizo un atasco en la carretera, los coches pararon en ambos sentidos, todos los caminantes que estaban cerca se congregaron en torno al cuerpo ensangrentado del peregrino cantor, la gente bajó de los coches. Las sirenas de la ambulancia y de la policía se escuchaban aproximándose.
Los caminantes lloraban y todos los asistentes estaban impresionados por el accidente.
-Peregrino cantor, dinos algo, dinos algo –le decían los peregrinos compañeros con ansiedad.
-Dinos, dinos algo, peregrino cantor.
Fue entonces cuando el peregrino cantor abrió los ojos. Se hizo un silencio total, pero él sólo dijo:

- Chin-pun.

4 comentarios:

Ángeles dijo...

Qué bonita historia, Soros.
No está mal eso de morirse cantando, ¿eh?

Insumisa dijo...

De tradición oral, hasta chistes se han hecho con historias semejantes. Pero por mi cacho de mundo, el cantor dice al final "Tan-tan", que imagino significa lo mismo que "Chin-pun"

Soros dijo...

Sí, Ángeles. Pero siempre que nos muriésemos en un chin pun.
Es aprovechar un viejo chiste, contado de mil maneras distintas, para imaginar que la vida es así de efímera y, con el gran aprecio que cada propietario la tenemos, se puede marchar en un instante. Así, como si nada, como cosa de magia. Ahora existes, ahora no. Magia potagia.
Gracias, Ángeles.

Soros dijo...

Piel de Letras, los peregrinos, que llegados a Santiago aún continúan hasta Fisterra, me han producido siempre una inquietud. Cuando lleguen a Fisterra, ¿qué harán? Sólo les espera el abismo del mar. Caminar adelante es imposible y regresar sobre tus propios pasos no tiene objeto. Y ese viaje se me ha antojado siempre una metáfora de la muerte. Así que al peregrino cantor que, en el fondo iba a morir a Fisterra, la casualidad le hizo un favor y feneció al cruzar el último paso de la carretera, al tomar la corredoira de don Camilo (de don Camilo José Cela).
Tan-tan.