18 mayo 2006

La ciudad cambia.



Conocí el comedor que había en Educación y Descanso. Los sitios baratos los conocíamos todos. Era un lugar muy económico donde solían ir a comer las gentes que venían de los pueblos a los mercados de los martes. También, cuando se hicieron los primeros polígonos industriales, las primeras gentes que vinieron de Andalucía, Extremadura, etc. iban a comer allí hasta que se traían a la familia y se hacían con casa y organización propia. Eso era a últimos de los 60 y primeros de los 70. El edificio de Educación y Descanso aún existe y está cual estaba. También sigue existiendo, cerca de Educación y Descanso, la vieja Calle de Bardales, una calle estrechita y animada que tenía y tiene bastantes bares y comercios. Allí está, eso sí remodelada, una de las casas de comidas más antiguas de la ciudad, se llama Casa Víctor y aún la gobiernan los mismos propietarios de toda la vida. También sigue estando allí la tienda de Marián el de las conservas y encurtidos, la taberna de El Figón...
No puede decirse lo mismo de la Calle Mayor. Es cierto que “La Flor y Nata” sigue existiendo, pero no “La Mallorquina”, ni la taberna de “La Palentina”, ni la confitería de Saldaña, ni la juguetería de San Bernardino, ni “El Ventorrero”, ni las pescaderías de “Los Maragatos” en la Plaza Mayor, ni la “Tijera de Oro”, ni el restaurante “La Murciana”, ni la papelería de Gutemberg, ni el puesto verde de Pepito en la Plaza de Santo Domingo, ni el puesto del Atanasio en un portal de la Calle Mayor, y también desaparecieron los barquilleros y las castañeras... Claro que la Calle Mayor sigue existiendo, pero ya no es lo que era. Los edificios modernos han sustituido a la mayor parte de edificios antiguos y nos han dejado un poco huérfanos de recuerdos a los de mi quinta. Tendrá que ser así. El progreso que nos pasa el rodillo por los pliegues de la memoria y cómo si nos hiciera un favor, oye.
Tampoco se ven ya (murieron los pobres) a los mendigos locales, algunos de ellos medio juglares, el Mangurrino con su guitarra, su puro y su clavel, el Pifa el recadero, el tío Silva... ahora la calle mayor tiene acordeonistas rumanos, violinistas húngaros y algún que otro desarrapado autóctono que sigue a la puerta de San Nicolás esperando a esos “clientitos” de corazón tierno que le arriman un euro y le miran un segundo a los ojos. Vaya lo uno por lo otro, no se puede tener todo. Siempre se ha dicho.
Lo cierto es que la ciudad se está transformando en estos últimos años. Antes era una ciudad pequeñita donde todos nos conocíamos al menos de vista. Pero, no sé por qué, los políticos tienen a gala hacer que las ciudades se hagan grandes. Parece que se está en el intento de hacernos una ciudad de unos 250.000 habitantes sin tardar mucho. A mí eso no me gusta nada. Pero, no sé por qué razón, los políticos se sienten orgullosos de estos logros. Qué curioso, ahora están haciendo una campaña para que la gente no utilice el coche en la ciudad. Los atascos que se producen actualmente son increíbles para la gente que conoció la localidad hace 30 años. Por otro lado los coches que se fabrican son cada vez más potentes y veloces. Y por otro lado, ¡madre, cuántos lados tiene la realidad!, las fábricas de coches, cada vez que bajan las ventas, parece que van a dejar en el paro a media humanidad y que la catástrofe es inevitable. O sea, que debemos comprar coches para que no se hunda la industria pero no utilizarlos para no congestionar la ciudad. Claro que si decidimos utilizarlos, iremos con nuestros flamantes coches capaces de andar a 200 Kms/h a una media de 3 Kms/h. No sale uno de una contradicción para meterse en otra.
Cuando yo era chico ju
gábamos a “policías y chendarmes” y cuando íbamos a escondernos alguien decía ¿Dónde vale? Y otra voz solía contestar ¡Vale todo menos la estación!. También era notorio todo lo que hacías y tu madre no tardaba ni media hora en saber los gatos que habías perseguido, el cristal que habías roto o el timbre al que habías llamado 20 veces... Era, ¿cómo diríamos? Un proyecto educativo global. Nos educaba todo el mundo, porque todo el mundo nos conocía. Por algo urbanidad viene de urbe. Que no todas las palabras vienen así porque así, o caen del cielo al buen tuntún.
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