Teniendo en cuenta que, según se mire, todos los viajes son el viaje, los caminos producen y han producido en mí una emoción intensa. Me sorprendieron en su día algunos viajes a pie. Hablo de viajes de 30 días o más, algunos de más de mil kilómetros. La maravilla de lo simple sorprende siempre. Pero lo sencillo ni se busca ni se ve, ha de encontrarse al azar o, de lo contrario, no se encuentra de ninguna manera. Bonita palabra, azar. Si no sabemos por qué ha ocurrido algo decimos que ha ocurrido por azar. No nos resistimos a ignorar y, claro, para eso están las palabras: azar, por ejemplo. Azar y otras palabras quedan bien y son bonitas, sirven para explicar lo inexplicable y además, hasta ahora, son gratis. ¿Quién no queda bien por ese precio? Es como cuando la policía o los políticos dicen que no descartan ninguna hipótesis sobre algo que ha acaecido, quedan muy bien y nadie puede achacarles ni recriminarles que no tengan ni puta idea, con perdón, de lo sucedido. Las palabras nos sacan de muchos apuros, esa es la verdad. También distraen, sí señor, sobre todo distraen. Pero volviendo a lo irreal, ¿qué me animó a emprender ciertos caminos? Leed, si tenéis tiempo esta poesía de Constantino Kavafis y lo comprenderéis, yo también la leí un día por azar:
ÍTACA
Cuando salgas en el viaje hacia Ítaca,
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento,
si una selecta emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que, con cuánta dicha,
con cuánta alegría, entres a puertos nunca vistos.
Detente en mercados fenicios
y adquiere las bellas mercancías:
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas.
Anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca ya te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido qué es lo que significa Ítaca.
El poema, a fuerza de probarse en viajes y viajes, ha salido certero. Tuvo el poema la virtud de animarme ante lo que me parecía difícil, por no decir imposible y, aunque otras personas lo leyeron por separado, quiso el azar, una vez más, que lo recordásemos juntos en encuentros impensados.
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