29 mayo 2007

Despedida


Llegó el día de mi partida, me marchaba a trabajar en la hostelería, a Lloret de Mar, era un 25 de junio. Mi tío Manolo me bajó a la estación para despedirme. Por aquel entonces Manolo estaba sin trabajo, el hombre vivía en casa de una hermana casada y no tenía un duro. Creo que, al ver que me iba, casi le daban ganas de venirse conmigo. Al llegar el tren, me preguntó si llevaba el billete y si llevaba dinero. A la primera pregunta le dije que sí y a la segunda que 80 pesetas. Pero, ¿cómo consienten que un crío se vaya casi a Francia sin dinero?, y el hombre, visiblemente conmovido, sacó su cartera y me dio todo cuanto en ella llevaba, sin dejar ni un solo billete para él. Fueron 800 pesetas, sé que era todo lo que tenía. Luego me dio un abrazo y se dio media vuelta porque no quería que le viese llorar. Mi imagen, con un traje arreglado y teñido de negro que había sido de mi padre, y mi pinta de crío decidido sólo daban muestra evidente de un audaz desamparo. Cuando salió el tren, mi tío no se volvió pero agitó la mano porque sabía que yo le estaba mirando. El tren dejó la estación de mi ciudad y se metió en la noche.

1 comentario:

Alejandra dijo...

Nuestra vida es como un libro en blanco en el que vamos escribiendo. A veces en vez de escribir recorremos con nuestros dedos las páginas que ya hemos escrito y surgen recuerdos tan emotivos como el que acabas de relatar... Quizás en el momento no nos damos cuenta de lo especial de las personas que nos rodean, solo cuando pasa el tiempo aprendemos a ver lo que antes era invisible a nuestros ojos, y valoramos aún más cada momento vivido.

Me gusto este pequeño fragmento de tu libro... El párrafo de una página cualquiera... Un instante en el tiempo que dejó una estela de sentimiento que hoy vuelves a revivir para compartirlo con nosotros...

Saludos.