El primer soplo del año sabe a
pereza. También a recuperación. Cada año que pasa nos maltrata en silencio y el
primero de enero suele ser un día en blanco. Un día de tregua, para evaluar
daños y asegurarnos, totalmente convencidos, que no repetiremos otra vez los
errores que venimos repitiendo desde siempre. Esta vez también estamos
totalmente seguros de lograrlo. El tiempo, ponderamos filosóficamente, es ese
amigo invisible que nos regala siempre lo mismo: optimismo y fuerza. Sin
embargo, el tiempo, que siempre caza a la espera, a lo largo del año nos verá
caer una vez tras otra en los mismos cepos. Sorry que os diga.
Voy a llevar una vida regular. Y
uno se imagina metódico, con las ingestas de comida adecuadas y a su hora y
basadas en el más estricto equilibrio dietético, con el necesario ejercicio físico
diario adecuado a la edad, tomando con moderación alguna cerveza, para
favorecer la diuresis, o algún vino, de altas cualidades enológica tanto en
boca como en aromas retronasales, así en plan social, los fines de semana, sintiendo,
en fin, que en todos los sentidos somos los dueños de nosotros mismos… Una
relación idílica de nuestro cuerpo con el espacio, con el tiempo, con los
nutrientes y, en general, con todas las substancias que nos rodean, por
tentadoras, sedantes o eufóricas que estas sean. Una relación ordenada que
timoneará con mano firme nuestra mente sensata. Da gusto sólo de pensarlo. ¡Huy,
jujujuy, qué bien!
Pero la misma organización del
tiempo es, en sí, una gran trampa. Para empezar las semanas tiene días laborables,
muy favorables para el autocontrol, pero también tienen “findes” y “juernes”,
muy propicios para el despendole ciego.
Pero la cosa no para ahí, el
camino de espinas es muy largo. En la organización del tiempo hay fiestas: La
Semana Santa, los carnavales, la Navidad (del sorteo del Gordo al del Niño), la
Semana Grande, la Semana Blanca, las fiestas del pueblo, las que relucen más
que el sol (Corpus Christi, Jueves Santo y el día de la Ascensión), el
jalogüín, el día de los enamorados, el del padre, el de la madre, el día del
trabajo, el blacfraidei, los puentes, las despedidas de soltero, las bodas, los
bautizos, las primeras comuniones, las onomásticas, las comidas de empresa, las
escapadas a lugares con encanto, los aniversarios, las juras de banderas, el
día universal de la simpatía… y, sobre todo, esas bien merecidas vacaciones.
Vivimos un tiempo en el que las
fiestas nos acechan a cada paso, como las minas antipersonal esperan,
traidoramente ocultas, a la fiel infantería. Ambas cosas deberían estar prohibidas
por conciertos internacionales de obligado cumplimiento, hasta para Trump, por
el peligro que representan para vidas y bienes. Nuestros hombres públicos (y
mujeres públicas) deberían desvelarse altamente resilientes en su
implementación. El ahorro público generado debería destinarse a la aporofilia,
pero así, por las buenas.
Pero, pese a todo, siempre hay
personas íntegras y estoicas que luchan cada día con ese sinfín de efímeras
tentaciones y, al igual que contra las olas del mar luchan los hombres viriles
(y las mujeres femeninas), no se dejan arrastrar por tentadores espejismos a ninguno
de esos oasis caleidoscópicos de desordenada fiesta con que el año les irá
tentando.
¿Estarán a salvo estos espíritus
abnegados y puros? No y mil veces no, porque incluso los seres de voluntad más
férrea, niquelada, rocosa y diamantina, lejos de ser admirados por sus
congéneres, se verán tentados por ellos. “Venga, hombre (mujer), que un día es
un día”. Fíjense en la evidencia, aparentemente inofensiva: “Un día es un día”.
Hasta Rajoy podría haberla inventado y, sin embargo, cuánto mal ha hecho a la
Humanidad.
Si esta tentadora frase no
hubiera hecho sino abrir una grieta en la resistencia del individuo atemperado,
enseguida la acompañarán otras destinadas a generar el boquete definitivo en la
coraza de su virtud: “Date un capricho. Pero si estás estupendamente. Cuántos
(cuántas) quisieran estar como tú a tu edad.” Y se gozarán en su caída. Así son
los familiares y amigos. ¡Qué perfidia!
Año nuevo, vida nueva… y otra vez
que no, que no y que no. No hay manera.
8 comentarios:
Los espíritus abnegados y puros son odiados por los espíritus vagos y sinvergüenzas.
Es la historia de la humanidad.
Feliz 2018.
Y envidiados también, Toro Salvaje, no son perdonados por no seguir la corriente.
Feliz 2018.
La gente es, en general, muy pesada y detesta al que va contracorriente.
Lo mismo si se trata de comer y beber como si se trata de cualquier otra cuestión.
Como decía la canción, "a la gente no gusta que uno tenga su propia fe".
Pero bueno, que feliz 2018, Soros.
El vive y deja vivir no parece que se aplique mucho, importa sobre todo decirle a aquel que piensa y hace diferente a la mayoría que "se comporte", que sea uno más de la masa gris, que no piense distinto, que no haga diferente, "aborregarnos" a todos hasta convertirnos en "normales", con todos los inconvenientes y ventajas (que haberlas, haylas. Si no piensas, todo es más fácil o ¿no?) de esa mal llamada normalidad. ¿Qué es es? ¿Quién lo dice? En fin que cada cual haga y viva como quiera.
Sin querer pasarme al positivismo desmesurado que también impera en estos tiempos, llenos con demasiada frecuencia de mensajes vacíos (lo que desees se cumplirá, conseguir todo lo que te propongas, tú puedes,etc) a los que les falta alguna que otra "instrucción" orientativa, me gusta pensar en 365 días llenos de oportunidades para hacer aquello que me apetezca, si es estar "tirada" es eso, si es estar en compañía de los que quiero, es eso, o estar a solas con mis pensamientos o con un buen libro, lo que sea que yo quiera. Me gusta pensar que tengo un nuevo año con muchas oportunidades para disfrutar de vivir. Y, alejarme de los de consejos y recetas para el prójimo, de los que dicen y no hacen y de todo aquello que no me gusta.
Besos Soros y buen año.
Uf, me he quedado literalmente sin palabras al leeros a ti y a Conxita. Quizá hoy, por ser 2 de enero, prefiera quedarme con el mensaje tan sumamente positivo de nuestra común amiga. Y es que lo necesito. Solo le he pedido al año nuevo no perder el tiempo.
Salud, paz y armonía, Soros, y próspero (muy próspero) año nuevo.
Besos.
Sí, Palomamzs, "no hay en el mundo mayor pecado que el de no seguir al abanderado".
Feliz 2018.
Gracias, Conxita, por tus reflexiones.
Besos y feliz 2018.
Sara,gracias por tu comentario.
Tanto tú como los demás no habéis dejado ningún comentario en la entrada anterior a ésta. Seguramente será porque la una (la última) fue del día primero del 2018 y la otra (la anterior) del último del 2017. No estabais acostumbrados a tanta producción. :-))
Besos y feliz año.
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