18 enero 2018

Tristeza generalizada



Entre las desdichas, que forman parte del colchón de la vida, hay algunas muy concretas y personales y otras imprecisas y generales. Entre las segundas, está la tristeza generalizada.
Algunas veces el silencio se me antoja un desierto. Pero, al tiempo, una parte interior propia de los seres humanos, una tierra adecuada para ciertas semillas que solamente pueden germinar en él.
La idea primaria de silencio es la ausencia de ruido, algo fácil de evitar: el ruido físico (suele bastar con la doble ventana).
Sin embargo, hay otro bullicio que todos llevamos dentro y que nos ensordece del mismo modo que la ilimitada luminosidad nos ciega. Bajo esas circunstancias es muy difícil pensar. El ruido interno de nuestras pasiones, orgullos, ambiciones y vanidades es muy difícil de sofocar.
Quizá la edad (menguadora de algunas pasiones), por un lado, y la práctica de la soledad voluntaria, por otro, ayuden a algunas personas a conseguir un poco de silencio en su interior. Pero, ni así es fácil. Casi no tenemos costumbre.
En la fértil tierra de ese silencio puede crecer el pensamiento. Pero no es tarea a la que sea habitual el ponerse.
Si pensamos en el tipo de vida que llevamos, basada en la inmediatez de todo (placer, dinero, ambición…) tal vez nos sintamos náufragos en un inmenso océano de ruido que nos zarandea sin descanso y en el que se nos hace difícil pensar en otra cosa que no sea el sobrevivir a cualquier precio.
¿Es nuestro mundo enemigo del pensamiento?
Dicen que las grandes revoluciones se han fraguado en el pensamiento que procura la soledad. Así que, que cada uno se conteste.
Si vivimos adormecidos en nuestro mundo febril de actividad, de competencia, de ambición, sin tiempo de pararnos a pensar, ¿no será el capitalismo (además del fútbol, claro) nuestro verdadero opio? ¿No se equivocaría Marx?
Perseguir la falsa ilusión de tener todo cuanto ansiamos no nos acerca al pensamiento, sino que a la fuerza nos vuelve hiperactivos, prestos siempre a la acción pero incapacitados casi de continuo para la reflexión. Seres más agresivos que racionales, a los que pensar les crea malestar. Y, por cierto, en nuestra sociedad quien renuncia a esa obligada ambición, como sublime meta, se convierte, además de en fracasado, en sospechoso. Y, encima, se lo llamarán en inglés: Loser! (Con lo castizo que era eso de: ¡Desgraciao, cara pobre!)
En un cuento indio un abuelo le contaba a su nieto que todas las personas llevamos dentro un lobo y un cordero en pugna constante. ¿Y cuál de los dos gana?, preguntó el nieto. Aquel al que alimentamos, dijo el viejo.
No sé con qué frecuencia se da esa soledad buscada que, acallados los ruidos de toda clase, es la fuente más rica de creatividad.
Pero sí sé que, en nuestro mundo, abunda la desconfianza, el individualismo, el miedo, la inmediatez, que todos estamos tan telemáticamente conectados que siempre estamos solos, casi como evadidos, también sé lo muy propensos que somos a la revolución y lo muy reacios a la evolución, lo poco dispuestos que estamos todos a cambiar el mundo empezando por nosotros mismos…
O sea, que no sé cuántos alimentan al lobo y cuántos al cordero.
De ahí esa cosa tan tonta del principio: lo de la tristeza generalizada.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

El silencio interior, deberíamos poder entrar en él al menos una vez al día pero me da que ya hemos perdido la práctica, si es que alguna vez la hemos tenido.
Me ha hecho mucha gracia lo del "loser", el pringao de toda la vida. A mí me caen bien los "loser" mucho mejor que los que van de triunfadores. Esos me caen bastante gordos, pero es que soy un poco "hater".

Sara dijo...

Algunas veces la soledad no sirve más que para alimentar al lobo que todos llevamos dentro. No todo es tan malo en las relaciones humanas, y, a veces, una sonrisa, una caricia, un acto generoso o altruista pueden cambiarlo todo.

No digo que estemos siempre "enajenados", pero que tampoco es bueno un exceso de soledad.

Besos, Soros.

Ángeles dijo...

Creo que no hace falta decir que estoy de acuerdo contigo en todo.
Nuestra forma de vida es enemiga del pensamiento y de la calma necesaria para que el pensamiento del individuo se produzca. Pero también creo que el propio individuo, en general, tiene miedo del pensamiento, de lo que éste le pueda revelar. Por eso acude encantado a la llamada del ruido y la furia, de las sombras, de todo ese jaleo mundano que en realidad no significa nada, como ya nos dijo dijo Shakespeare.
Esa tristeza generalizada de la que hablas, a veces no es más que pura lucidez. Pero yo me pregunto si no es más lúcido aún el que, aun siendo consciente de todo esto, encuentra la forma de ser feliz.

Conxita C. dijo...

Interesante reflexión Soros.
El silencio puede verse como un regalo o como algo aterrador, en función de la mesura. En algunos momentos estar a solas con uno mismo y escuchar ese silencio puede ser liberador, ayudar a pensar, a reflexionar, nos ordena y tranquiliza. En otros, no hay ni siquiera ese silencio interior, al contrario parece haber una cacofonía que perturba, como si nuestra mente funcionara a toda velocidad y no siempre en la dirección adecuada para nuestros intereses, en ese caso toca desconectar de esos diálogos que no nos hacen bien. Como siempre y siguiendo ese cuento indio gana aquel al que alimentamos.

Creo que este ritmo acelerado, en la inmediatez, en el usar y tirar, ayuda a aquellos que no quieren pensar demasiado, pero allá cada cual con lo que quiera hacer con su vida y sus silencios, lo que importa al fin y al cabo es sentirse bien con uno mismo y ser feliz como dice Ángeles.

Un abrazo

MJ dijo...

Sí, parece que el mundo actual está ideado para que no pensemos. Prima la inmediatez, la recompensa rápida y lo superficial. Hay mucho ruido, pero también hay ruido en nuestra cabeza y a veces, nuestros pensamientos pueden hacernos mal en lugar de bien. Hay que buscar la quietud y la tranquilidad, silenciar los pensamientos que nos dañan y escuchar aquello que pueda hacernos bien. Hay ocasiones en las que creo que la gente más lúcida vive en esa tristeza generalizada, porque la consecución de la felicidad (tal y como nos la plantean) es una ilusión que puede generarnos más tristeza y frustración. ¿Por qué sonreimos para todas las fotos aunque no estemos felices?

Voz en off dijo...

Ánimo Soros!!

Soros dijo...

Qué puesta estás, Palomamzs, en todo lo moderno.
Gracias

Soros dijo...

Llevas razón, Sara, sólo es buena la soledad buscada, no la que la vida puede imponerte a veces.
Besos.

Soros dijo...

Ángeles, el entender las cosas y reflexionar sobre ellas no siempre es agradable. Así que a veces preferimos olvidarlas con ruido.
Gracias.

Soros dijo...

Gracias, Conxita, no tengo nada que añadir.
Un abrazo.

Soros dijo...

MJ, gracias por tu comentario. El pensar y el pararse suele sentar bien.

Soros dijo...

Voz en off, gracias, hombre. Para ti también.

Sara O. Durán dijo...

Yo soy muy sola, busco la soledad, me la propicio. Me pongo en contacto con la naturaleza. Pero a veces, me da vértigo saber lo solos que estamos en realidad.
Un abrazo.





Soros dijo...

Es cierto, Sara, la soledad sobrecoge. Pero hay personas que estamos tan enganchadas a ella que sólo lo pensamos, con susto, algunas veces, las demás de las veces seguimos profundizando en ella, perdiéndonos en la soledad como si fuera el único bosque que aún permanece inexplorado.
Un abrazo.