Pues sí, lo que sé sobre las
liebres me lo enseñó el Colás. Ya sabes, fue pastor desde niño y, con el
tiempo, se hizo cazador. Cazaba de ordinario en lo libre pero, con más
frecuencia, en los cotos, siempre de furtivo. Por eso era un cazador solitario.
El veneno del furtivismo, una verdadera vocación, le acompañó siempre. Y lo
practicó de todas las maneras, ejerciéndolo ya fuera en terrenos prohibidos, ya
en épocas de veda, ya coincidiendo ambas circunstancias. O sea, sin respeto a
espacios ni tiempos, pero con absoluta devoción a su libre albedrío. Era un
furtivo muy completo, un precursor de la libertad y del derecho a decidir, una
auténtica escopeta negra. Vamos, una alhaja.
Un día, el sargento de la Guardia
Civil de su pueblo, le pilló con la escopeta en mayo.
-¡Tú tenías que ser, Colás, qué haces con la
escopeta en este tiempo!
-¡Mi sargento, la llevo pa mi defensa!
No sé por qué lo hizo, porque ya
te he dicho que era un solitario. Pero, andaría yo por los dieciocho años y él
por los cuarenta y alguno, cuando aceptó que le acompañara a cazar. Iba a decir
que me dejó cazar con él, pero eso sería mucho presumir, pues yo, por entonces,
no tenía ni idea, ni sabía de los animales ni de sus querencias y, además,
cuando me vio tirar, el Colás dijo:
-Papo, galán, no tienes tú que sembrar los
restrojos de perdigones. No le pegas a una sotana en un montón de cal.
Hoy, si no te importa, vamos a
caminar por los lugares donde sé que les gusta a las liebres ampararse estos
días que sopla el norte, este zarzagán que tanto molesta, que quema las
mejillas, hiela las manos y hace rielar el agua de los charcos y llorar los
ojos.
La gente dice que la liebre puede
estar en cualquier sitio y eso es verdad, mas no en días como hoy.
Pero hay que distinguir dos
casos.
El primero es que, incluso en
estos días fríos y ventosos, si una liebre ha huido de su encame levantada por
un cazador, por un perro o una zorra, puede estar refugiada ocasionalmente en
cualquier sitio. Así que, en ese caso, no valen reglas.
El segundo, consiste en buscar la
liebre en su querencia con este viento frío. Buscar con intención de encontrar.
Y para eso hay que ir con conocimiento.
-Sarvi, ¿a que no sabes por qué los
cazadores buscan las liebres?
-Porque quieren cazarlas, ¿no?
-No, porque no saben dónde están, gelipollas
–se cachondeaba de él, como siempre, el Colás.
La liebre, como sabes, no tiene
madrigueras ni se mete en agujeros. También come durante la noche, a partir de
la caída de la tarde. El día lo pasa encamada sesteando. Y, como la buscamos
durante el día, hay que mirar las solanas a resguardo del viento.
-¿Y todo eso
te lo explicó el Colás?
-No. El Colás
sólo me dijo que me acordara siempre de que la liebre es mu friolenta.
-¿Y por qué la
liebre no busca refugio en agujeros como los conejos?
-Es por la
sangre. La liebre tiene un sistema circulatorio muy potente, tiene mucha sangre
en comparación con otros animales de su tamaño (por eso tiene la carne tan
oscura) y un corazón grande capaz de bombear esa sangre cargada de oxígeno a
gran presión. Por eso es capaz de regular su temperatura durmiendo al raso y
por eso, junto con la ligereza de sus huesos, es capaz de correr a una velocidad que ronda los 70 Km/h . Digamos que, lanzada, puede
rozar los 20 metros
por segundo. Un verdadero torpedo a ras de tierra.
-¿Eso también
te lo explicó el Colás?
-No. El Colás
sólo me dijo que la liebre era un animalito mu
sanguino.
Ahora comprenderás por qué
estamos buscando los mejores abrigos naturales. Hemos de ir despacio,
zigzagueando, mirando matas, macizos de aliagas, apretones de biércoles e
incluso entre las lascas de piedras verticales, que también suelen servir de
parapeto a sus encames.
-¿Y por qué se
levantan cerca o, a veces, casi de los pies?
-Ya te digo
que están sesteando y su mejor defensa es el mimetismo con el que se confunden
con su encame. También su instinto, desde que son farnacas y carecen de olor,
es el de estarse quietas, convertidas en piedras. Sólo si el perro las detecta
o te metes encima se levantarán. Por eso hay que ir despacio y como a la deriva
y nunca en línea recta en su búsqueda. Hay, incluso, quien desarrolla una gran
habilidad para verlas en la cama.
-¡Sarvi, que la veo, que la veo!
-No me vaciles, Colás. Que aquí no hay nada.
-Pero, mírala, qué ojos te echa, galán. Que
la tienes a tres metros, que te va a comer. Que está diciendo: “Sarvi, no me
mates”.
-Déjate ya de cachondeo, Colás.
-Papo, Sarvi. Ves menos que una picha
escayolá.
Cuando la liebre salta, hay veces
que sale rebrincada, con la orejas tiesas y quebrando las matas o regateando al
perro. En esos casos hay que reportarse, esperar a que se eche las orejas al
lomo y enderece. Otras veces sale rectilínea directamente de la cama. Si le
tiras mientras quiebra es fácil que falles; si le coges los puntos cuando haya
enderezado, tienes más probabilidades de hacerte con ella. Pero también depende
de la visibilidad que tengas al tirar. Así que en dos o tres segundos, a lo
sumo, tendrás que decidir. Luego, ya se te habrá puesto a más de cincuenta
metros o puede que ni la veas entre la fusca.
-Sarvi, las cortao las orejas. Pero, papo,
búscalas pa una sopa. ¡Coponario, qué malo eres, galán! ¡No tenemos na en casa
con este hijo! ¡Es que no sabes que estos animalitos se comen! ¡Qué poquita
hambre has pasao tu de pequeño!
Además, otro punto que hay que
tener en consideración, es que la liebre está en celo, a diferencia de otras
especies, la mayor parte del año. Especialmente en esos periodos del anticiclón
de invierno en los que, pese a los hielos nocturnos, los días son soleados. No
es raro que las liebres se apareen en días benignos como ésos. Te conviene
saber que el mismo Aristóteles cita a las liebres como símbolo del deseo sexual
y del amor carnal y algunos santos doctores de La Iglesia como símbolo de la
lujuria. Y es que los sabios y los santos, viendo en el fondo las cosas del
mismo modo, las suelen denominar, sin embargo, con palabras distintas.
-¿Y eso qué
trascendencia tiene para la caza?
- Supongo que
te refieres a la avidez amorosa de las liebres. Pues que, si en uno de esos
días soleados te salta una liebre, busca en los alrededores, porque en un radio
de cien metros es posible que haya alguna más.
-¿Y fue el
Colás el que te contó todo eso?
-De ninguna
manera. Si me hubiera empeñado en hablarle al Colás de Aristóteles o, menos
aún, de los doctores de La Iglesia, me habría tomado por un majara y,
lamentablemente, su confianza conmigo se habría deteriorado para los restos
tras, indefectiblemente, haberme mandado a tomar por culo. Pero sí que me dijo
que las liebres eran unas criaturitas a las que les duraba el tempero todo el año y que, en los días
buenos, aunque fuesen de invierno, solían ponerse una miajita climatélicas.
Aunque creas que has fallado a
una liebre, siempre debes poner al perro en su rastro.
-¿Aunque la
veas largarse como un rayo?
-Generalmente,
sólo las verás trasponer a una distancia variable, pues los terrenos suelen ser
accidentados y no dan para verlas correr a distancia.
-Pero si la
ves marcharse con más salud que tú, para qué vas a seguirla.
-Porque las
liebres en su formidable sistema circulatorio, esa especie de circuito
sanguíneo a presión, tienen su mayor fortaleza y, a la vez, su talón de
Aquiles. Basta que un solo perdigón les haya alcanzado para que, al cabo de
cien o doscientos metros de veloz carrera, sufran un gran derrame interno. Si
ha sido así, el perro la cobrará amagada en algún zarzón a dos o trescientos
metros o aún más cerca.
-¿Y eso te lo
explicó también el Colás?
-No, el Colás
sólo me dijo que, al ser unos animalitos tan sanguinos, eran lo más blandito
ca había pal plomo, porque con tal que las tocara una triste mostacilla se
quedaban sin fuelle y se arranaban en
cualquier mata. Y que la liebre tenía esos intríngulis.
-Entonces,
¿qué coño te enseñó el Colás?
-Amigo, ¿te
parece poco? Sembró en mí la semilla del conocimiento.
-Pues
sembraría lo que tú quieras, pero llevamos seis horas buscando y nada.
-Pues eso: que
no sabemos dónde están.
16 comentarios:
Siempre me han encantado, Soros, las aventuras que cuentas del Colás pero, permíteme que discrepe en esta ocasión, escopetas negras son las que hay ahora amparadas en vericuetos legales. Muy agradecido, como siempre, poder disfrutar con tu rica literatura.
Entre tú y el Colás no veas lo que me habéis enseñado sobre las liebres... Yo, como buen animal urbano, no tenía ni idea... ;)
Besos, Soros.
Cómo te comprendo, Isidro. Llevas razón, que la legalidad enmaraña muchas negruras. Pero el Colás era un clásico y a él le servía cualquier terreno y, también según su criterio, podía cazarse los jueves, los domingos y los días "efectivos".
Sara, de las liebres aún podría contar más cosas, pero resultan difíciles de creer y ya me estaba alargando mucho.
Besos.
Aprender la intríngulis de las cosas siempre es interesante y de provecho. El Colás a lo mejor era un poco bruto, pero el "Sarvi" sabía escuchar y aprovechar.
Siempre me sorprende agradablemente el uso rico y variado del lenguaje que utilizas Soros, supongo que ayuda mi desconocimiento sobre la caza, pero me ha gustado esta lección del Colas y del Sarvi.
Besos
Me he reído y he aprendido algo sobre las liebres.
Simpático el Colás y nada "gelipollas".
Ángeles, aunque no sueles dar puntada sin hilo, creo que intríngulis es masculino, aunque, en estas cosas del habla, puede que se pueda usar también en femenino. La verdad es que con determinados "palabros" no suelo preocuparme mucho del diccionario. El Colás es como siempre ha sido pero, en el campo, no lo consideré nunca un bruto, al contrario, me parecía un catedrático.
Muchas gracias por seguir leyendo mis cosillas y, sobre todo, por comentarlas.
Un abrazo.
Gracias, Conxita. La caza menor, de cazador solitario y perro, está en desuso. Es casi una costumbre ancestral para algunos y, estoy seguro, de que a mucha gente le escandaliza. Vivimos en un mundo donde las cosas normales de antes se tienen por crueles pero donde se analizan menos las exterminadoras prácticas actuales, hechas en silencio y sin que la crueldad masiva sea notoria. Somos así.
Gracias, Palomamzs. El Colás estudió en la escuela del hambre. Afortunadamente, dicha escuela, hoy la visitan pocos en España. Pero no, no es ningún "gelipollas".
Je,je, pues ya ves, Soros, yo estaba tan convencida de que intríngulis era nombre femenino (como sus sinónimos, "dificultad", "incógnita" o "complicación") que no se me había ocurrido comprobarlo. Pero en efecto, es masculino, y voy a necesitar tiempo para acostumbrarme a la idea :D Gracias por sacarme de la ignorancia.
Y en cuanto al Colás, al decir que era un poco bruto no me refería a que fuese precisamente ignorante, ni mucho menos, sino a sus maneras un poco bruscas. Ya sabes que yo es que me impresiono con nada :D
Ángeles, tú también me hiciste dudar a mí y, claro, mirar en el diccionario.
El Colás apenas sabía leer y escribir, ése sí que vivió en los tiempos más duros del hambre, pero cuando ibas con él por el campo lo veía todo y lo sabía todo. También le gustaba mucho el cante y sostenía que "pa cantar bien a un hombre tenía que gustarle "muncho, pero muncho" las mujeres, el tabaco, el alcohol, los toros, la juerga y que, si además, se daba la "concidencia" de que tenía buena voz, entonces... entonces ya era la hostia."
Siempre, siempre, siempre me enganchan esas interacciones entre El Colás y el papo Sarvi. Entrañables ambos. Aunque fanática de la cacería jamás he sido, me hechizan las narraciones que los incluyen a los dos. Simplemente me llevas al lugar de los hechos, mi querido señor Soros. ;)
Oye, que vengo aquí a través de evavil, que me está gustando mucho lo que leo y que porqué no tienes el blog en WordPress, que dentro de blogger navego muy mal con mi móvil de oferta🤷😁😙
Anónima señora del desierto, es un placer ver tus letras todavía por aquí tras tantos años. Apapachos de corazón.
Note Claves, no me pidas virguerías. Si tu móvil es de oferta, el mío ni siquiera tiene Internet, sólo sirve para llamar. Soy un viejales que no quiere actualizarse más. Sorry que te diga.
Un abrazo.
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