Ya, desde el comienzo, todo el
mundo barruntaba que la temporada de caza no iba a ser buena.
Los agricultores, que no
acostumbran a quejarse del tiempo ni bajo tortura, simplemente dijeron que
aquel año había sido malo. Y, aunque debatieron en profundidad sobre el asunto
en la Cámara Agraria con asesores muy bien informados, la conclusión fue
concisa, parca y, en palabras llanas, vino a ser lo que viene a resumir esta
sentencia:”La cosecha de este año ha sido la antítesis de lo que venía a ser un
cosechón de la hostia. Esta cosecha no la podemos poner en valor, la tenemos
que poner en temor.”
La sequía era evidente. La mayor
parte de los manantiales, las acequias, los nacederos, los pilares y las
fuentes se habían secado. Las salinas abandonadas mostraban sus cuarterones
secos. La Laguna de Paredes, que aún en las más pertinaces sequías mostraba
siempre un charcón en su centro, sólo barro reseco y cuarteado mostraba en él.
Todos los hermanos, que se
aglutinaban en esa etérea comunión cinegética constituida por sociedades
deportivas, peñas, cuadrillas, hermandades y otros grupos camperos, ponderaban
la impotencia del hombre (y de la mujer) contra los caprichos del clima.
Algunos hacían serios y
pesimistas vaticinios sobre la imparable e irreversible velocidad con la que el
cambio climático nos amenazaba en silencio. Elucubraban, apesadumbrados, con la
“muerte dulce”, esa que se derivaría de una primavera seca e interminable que
nos llevaría a fenecer cualquier día después de decir por última vez: “¡Qué
buen día hace!”.
Los ganaderos estaban también
desolados. Antes, decían, de vez en cuando teníamos que llevar forraje o pienso
a los animales pero, ahora, es que además de comida tenemos que llevarles el
agua. Se rumoreaba que incluso algunos ganaderos habían comenzado a almacenar
en sus naves barriles de cerveza antes de que los precios de la nutritiva e
hidratante bebida se disparen ante el desplome de los acuíferos.
Incluso los pacientes buscadores
de hongos y setas que, pese a la sequía, salían al campo con la ilusión de
encontrar lo que en él no podía nacer sin el líquido elemento, perseveraban en
su costumbre de registrar cada palmo de las antaño frescas praderas, hogaño
convertidas en eriales polvorientos, como si su ilusión pudiera hacer que las
esporas germinasen por amor.
No sé si ha quedado claro. Reinaba
el pesimismo.
Pero fue entonces cuando saltó la
noticia: Se había visto una pantera en la zona. Unos la ubicaban cerca de
Sigüenza, otros, emboscada entre los enormes macizos de espadañas de la Laguna
de Paredes, no faltaban quienes decían haberla visto en los páramos altos de
Barcones y Alpanseque y quienes proclamaban que el felino asentaba sus dominios
en las Peñas de La Bodera, en el corazón del espeso marojal que domina la comarca.
Todos aquellos rumores comenzaron
a concretarse con fotos e incluso con filmaciones que circularon a gran
velocidad por las redes sociales, por los teléfonos móviles, esos corazones
paralelos por los que sienten cada nueva realidad los ciudadanos (y las
ciudadanas) de este mundo global globalizado.
Enseguida comenzaron las
discrepancias sobre aquel animal filmado entre junqueras o en rastrojos o
sesteando bajo las retamas o luciendo su insólita silueta sobre peladas peñas.
Unos sostenían que era un gato montés, otros que un lince, otros que se trataba
de un guepardo, que un ocelote, que una hembra de tigre o de león, que una
pantera, pero pantera a más no poder…
Pero, cuál era el origen del animal.
Los grandes felinos estaban en la zona descatalogados desde tiempo inmemorial.
¿Residuo de algún circo obligado a desprenderse de sus animales para no
incurrir en su explotación e indiciario maltrato? ¿Habría sido introducido por
el Servicio de Protección de la Naturaleza para, paulatinamente, ir introduciendo
otros y hacer de aquellas sierras despobladas un Serengueti de la Península
Ibérica? ¿Habría escapado aquella fiera de la propiedad de alguna secta
misteriosa que poblaba alguno de los castillos restaurados de la zona o que
hacían tal vez asentamientos secretos en los pueblos abandonados? ¿Sería una
creación de los servicios secretos rusos para desestabilizar económicamente la
zona y crear un sentimiento independentista cerril e irreductible que hiciera
saltar la unidad nacional en pedazos desde el punto más inopinado?
Lo cierto es que la sequía, la
caza, la ganadería, la agricultura, el movimiento micológico de fin de semana,
el cambio climático y hasta el mismísimo secesionismo catalán pasaron a un
segundo plano. Teníamos un grave problema: la pantera. Y los hombres (y también
las mujeres) estaban encantados con su hecho diferencial, un verdadero hecho
diferencial que no se lo saltaba un gitano: la vuelta de los grandes felinos al
Sistema Central. Nada menos. Eso no se conocía ni en Bélgica, ni en la Padania,
ni en Córcega, ni en los landers alemanes más prósperos, ni siquiera, que ya es
decir, en la gran Euskalherría con su cupo.
Eso sí, al sargento jefe de
puesto de la zona le llegaban las ojeras a la boca. Que si la pantera me ha
hecho polvo un gallinero en Riofrío, que si la pantera ha devorado un novillo
en Cincovillas, que si la pantera ha entrado en una taina de Tordelrábano y ha
hecho una sarracina… Todos los males de la zona se le adjudicaban a la pantera.
El sargento con sus pocos
guardias no se daba abasto. Inspecciones, esperas, vigilancia nocturna,
llamadas a la colaboración ciudadana, a los agentes de medio ambiente, al
servicio de vigilancia y extinción de incendios, hasta a los pastores se les
pidió que echasen una mano. Todo fue infructuoso y, por tanto, el sargento dijo
que no podía descartar ninguna hipótesis. Pero lo que más le dolió fue que el
alcalde de uno de los pueblos, que por prudencia no citaré, le dijo, con mucha
guasa, que pidiese ayuda a los Mossos de Escuadra que eran unos especialistas
en despachar fieras. Ahí el sargento se tuvo que sujetar.
Las televisiones se hicieron
cargo del fenómeno informativo que el felino representaba e intentaron filmarlo
y someter a debate las imágenes con expertos en información de todo tipo, que
son los que más abundan en las teles, por suerte para España.
Tampoco las televisiones
consiguieron localizar al animal pero, los comentaristas más veteranos y
avezados, no descartan que el animal proceda de la selva venezolana. Y la cosa
se ha animado con esa revelación. La fiera podía ser indiciariamente chavista y
bolivariana lo cual multiplica su potencial peligrosidad.
Es indudable que con la fiera
estamos haciendo país. La gente se está uniendo. Tenemos un ideal común. Todos
nos sentimos identificados con él. Ya sabemos que la Guardia Civil no puede
acabar con esta pesadilla intangible. Pero en el país se multiplican las
esperanzas. El sábado pasado, sin ir más lejos, una caravana de cinco coches
dotados de tracción cuatro por cuatro y ocupados por reputados monteros,
armados y con visores Swarosvky de visión nocturna, salieron en la noche en
busca del, casi ya, mitológico animal. Desgraciadamente, tras horas de recorrer
pistas y caminos intransitables, no dieron con él. Sólo avistaron asustados cánidos,
vulgo raposas o zorras, a los que no osaron disparar, pues su safari era lúdico
y festivo y, además, en apoyo a la autoridad establecida y en coordinación con
la misma.
Cansados los veteranos cazadores
y, tal vez llevados por un extraño sentimiento reflejo, terminaron a la tres de
la mañana en “El Tren del Amor”, reputado local de carretera, haciendo
libaciones de bebidas espirituosas en compañía de unas amables señoritas.
El problema sigue, pero nada nos
había unido tanto hasta la fecha. El símbolo de la zona ya es la pantera
solitaria. ¿Por qué no una bandera panterada? ¿O queda más fino pantherina?
6 comentarios:
A ver si es que la selva africana con todos sus animales dentro se está trasladando a la meseta castellana.
Cuando voy en tren y miro cómo está el campo de seco y reseco siempre pienso que sólo falta el elefante. Y la elefanta!! No se nos vayan a enfadar.
Muy buena tu ironía.
Me he reído mucho con tu texto, pero he de decir que yo no tenía conciencia en absoluto de que esta pantera fuese tan importante. Me enteré de la noticia por la tele (no por los "corazones paralelos" de las redes sociales) y no me pareció más que una anécdota con un cierto toque de misterio... En cambio, lo otro, lo de la sequía me preocupa muchísimo.
Muy buen relato, Soros.
Besos.
Gracias, Palomamzs.
Bueno de momento ya tenemos pantera. Cualquiera sabe qué será lo próximo que aparezca.
Saludos.
Sara, creo que hubo otra sequía muy grande en 1995 pero en noviembre vinieron las lluvias. A ver cuándo vienen esta vez.
Gracias.
Besos.
Este texto daría para comentar párrafo por párrafo, porque está lleno de ideas y de formas lingüísticas interesantes.
Pero me limitaré a decir que me ha encantado, tanto la historia como el tono que le imprimes, irónico, cómico, y a veces algo amanecista .
"pero pantera a más no poder…" :D
Que no es poco, Ángeles.
Me alegro de que te haya gustado.
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