01 septiembre 2011

El contrabandista de Petisqueira

El portugués que vive en un pueblo de la raya convida a vino a los dos caminantes. A éstos, que andaban dando cuenta de una lata de carne y algo de queso y embutido, el detalle les pilla por sorpresa, porque el portugués ha surgido de su casita blanca con una garrafa en una mano y una jarra terciada en la otra.
-        Yo también anduve por el mundo –dice, al servir el vino, por toda explicación.
-        ¿Pasaba usted la raya?
-        La guardiña y los civiles vigilaban esto mucho hace años.
-        ¿Alguna vez le cogieron?
-        Nunca se dio ese encuentro.
-        Y, ¿qué traía usted de España?
-        Yo traía camas.
-        ¿Camas?
-        Sí, algunas niqueladas y otras bonitas de madera labrada.
-        Y, ¿qué llevaba al otro lado?
-        Sogas, cuerdas, café y confecciones.
-        Tendría usted buenas caballerías para atravesar tanta barranca.
-        ¿Caballerías? Era yo la mula. Todo pasaba a mis espaldas.
Y el portugués escancia de nuevo en la jarra y la ofrece llena hasta el borde.
-        Beban. Éste también lo hago yo.
Y, mientras la jarra va mermando, se llena la imaginación con los fantasmas de la noche. Fantasmas jóvenes y hambrientos, que llevan cabeceros, pies y traviesas de camas a la espalda. Y mientras sortean los barrancos y recortan laderas, cuesta mucho entender las extrañas reglas de los hombres, ésas que hacen delito el llevar camas o cuerdas o manteles de un país a otro.

10 comentarios:

d:D´ dijo...
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Soros dijo...

Amigo Beato Darzádegos:
Veo que, si no me equivoco, vives o quizás eres de Varoncelle-Santa Comba que, según muestran los mapas está en el centro de un triángulo cuyos vértices son: Moialde, Arzoá y Sampaio. Así que estoy seguro que tú conocerás muchas más historias de la raya que ésa que yo he contado en cuatro letras.
En los viajes, amigo, uno sale a buscar, pero sin garantía alguna de encontrar. Pero los viajes, que para mí merecen tal nombre, no son desplazamientos ni visitas turísticas ni fotos de monumentos. Los viajes van acompañados de un efecto interior y, si ése no se produce, vienes como te has ido. Así que los viajes tienen que tener una parte a pie, pisando tierra en lugar de rodar por asfalto. Las cosas que se nos dan por importantes hay que dejarlas en casa, para los telediarios. Y fijarse en otras partes de la realidad y, muchas veces, en como viven y como vivieron otras personas. Abrir las puertas que las llaves de los paisajes te abren y saciarse de saber cosas pequeñas. Algunas veces se encuentran regalos inesperados y atenciones agarimosas que confirman que los hombres siempre han sido capaces de tener bondad.
También se me ha marchado ya casi todos mis relatores pero, con mis historias, pretendo retenerles un tantico más. Y así me parece que sigo gozando de su compañía.
Por otro lado, puede uno encontrar, cuando menos lo espera, nuevos narradores que te abren los ojos a otras vidas y te permiten zambullirte en otros tiempos.
Te agradezco tu bonitos comentarios y, casi siempre, tan largos que valen mucho más que mis relatos.
Muchas gracias.

d:D´ dijo...
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Insumisa dijo...

Reglas esas que hacen delito las cosas inocuas y permiten, en muchas otras, envenenar cuerpos, mentes y mundos.

La publicación sobre el portugués da para una historia de esas que tejes tan bien, señor Soros.

Soros dijo...

Gracias, Beato Darzádegos.
Uno de mis correos es atienza@atienza.info.
Que yo sepa no tiende a fallar.

Soros dijo...

Las vidas de muchas personas fueron novelas. Hoy muchos quieren contar sus vidas y se esfuerzan por hacerlo en los Facebook y Twitter que hay por ahí pero eso ya me interesa menos.
Saludos Piel de Letras.

Paz Zeltia dijo...

vaya, cuánto bueno.

Que yo sepa no tiende a fallar.
buenísimo.
:-)

Soros dijo...

Gracias, Zeltia.
Me alegro de verte por aquí, por esta otra zona de relatos más largos.
No ando muy concentrado últimamente y no escribo tanto como solía pero, como esto de escribir va por rachas, supongo que vendrán tiempos mejores.
Saludos.

d:D´ dijo...
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Soros dijo...

Gracias, Beato, por tus comentarios inesperados a viejos artículos.