19 septiembre 2010

Bromatología casera

Que no me vengan diciendo que antiguamente no se enseñaba a la infancia a respetar la naturaleza. Se enseñaba, claro que se enseñaba, pero no como ahora que todo es volverse vegetariano, no utilizar pieles, estar contra los toros, la caza, la pesca, la matanza de cetáceos y de focas… y que si el equilibrio ecológico por aquí y el equilibrio ecológico por allá, que antes no sabíamos de su existencia y ahora la ecología no se nos cae de la boca. Que ya tiene uno un lío en la cabeza que no sabe qué comer que no proceda de otro ser viviente. Que se le pone a uno la carne de gallina al pensar la de cadáveres que lleva digeridos.
Y nadie podrá decir de mí que no soy razonable, ni que no veo las cosas en su justo punto. Por ejemplo, yo comprendo que estuvo muy bien que nos quitáramos de aquella tradición, que a decir de los historiadores tuvimos tantos años, de comernos los unos a los otros. Los detractores, que eran gente de cultura, la llamaron antropofagia para que diera más asco. Pues bien, a pesar de ello, costó lo suyo. Porque era la canción de siempre con lo de las tradiciones: tenía sus fanáticos defensores. Y no había manera de que se apearan del burro, pues sostenían que, ya que has matado a un congénere, lo mejor es aprovecharlo, que, si nos dedicásemos a ir matando personas por ahí sin comérnoslas, el matar por matar se iba a convertir en puro vicio. Sin embargo, con mucho esfuerzo, se consiguió erradicar la antropofagia en casi todos los puntos del planeta y, desde entonces, ya no nos comemos los muertos que causamos. Ven qué fácil. El ser humano dio un gran paso, aquello fue un avance. Y fue entonces cuando se puso de moda, y aún sigue, aquella frase que decimos con orgullo: ¡Hombre, estamos entre gente civilizada! La Humanidad ganó muchos puntos y la especie comenzó a tener un pase.
Bueno, pues ahora la hemos tomado con los animales. Que consumirlos es un atraso, que no es sano, que vamos a terminar con la vida. Y yo, que a razonable no me gana ni Descartes, me digo: ¿Y con los vegetales, qué pasa? ¿Es que no son seres vivos? Pues nada, con esos no hay piedad. ¡Coño, que hasta me da pena de ellos!, ¿es que es más digna de respeto una gamba que una espiga de trigo, vale más la vida de un centollo que la de una lechuga? A poco que pensemos, veremos la luz.
Así que llego a la conclusión de que cuando era pequeño me enseñaban cosas más comprensibles, realistas y románticas, verbigracia: que a las cigüeñas había que respetarlas porque traían a los niños, y a las golondrinas porque fueron ellas las que le quitaron las espinas al Crucificado. Y todos lo entendíamos, y teníamos un respeto hacía unos valores evidentes y didácticos. Y nos criábamos en una armonía que daba gusto, con una ausencia total de remordimientos tras zamparnos un bocata de chorizo después de la matanza, unas chuletas de cordero degollado o un estofado de pollo muerto. Esto de la ecología, lo crean o no, está trayendo mucha cizaña y mucho enfrentamiento gratuito. No me extrañaría que algún día la suprimieran por decreto.

6 comentarios:

Lohengrin dijo...

Deja,deja, nada de decretos, no llames a la bicha.¿Qué vamos a hacer si también la toman con la uva?
Los ecologistas ya no saben ni quien es su madre ni la empresa que los mantiene
Besitos

Soros dijo...

Creo que en breve obtendremos un alimento que no sea natural y que no proceda de otros seres vivos. Eso sin contar con esos alimentos espirituales y sobrenaturales de los que gozan los que tienen fe.
Besos

Paz Zeltia dijo...

Mi compañera de oficina (la de enfrente de mi mesa)practica la ironía y se despacha a gusto con mis repentinos ataques de conservadora de vida (nada de matar moscas y arañas, y las saco por la ventana y las tiro al jardin)
si, bueno, no soy muy constante. Ayer mismo aplasté un mosquito con saña.
bien, pues dice eso mismo que tú:
que sólo nos dan pena los seres que nos miran con ojitos, que todos los demás nos los zampamos sin ningún remordimiento.
Y es cierto, bastante cierto, al menos.
si es que no fui educada yo en eso, hombre, y me cuesta, no consigo desembarazarme de mis contradicciones.
me gusta tanto el jamón!

bromas aparte, con lo que estoy absolutamente de acuerdo es en evitar sufrimientos a los animales, que su cautiverio sea,a ser posible de disfrute, como la casa de gran hermano, todos comiendo y follando y disfrutando, y luego, cuando les llegue su hora, la de llenar la olla, los asesinos a sueldo los ejecuten sin sufrimiento, y sin angustia previa.
recuerdo el acojone que tenían los cerdos cuando los sacaban de la cuadra con el matarife cuchillo en ristre.
LKo sabían, los cerdos lo sabían y chillaban... como cerdos.
ay, pobriños. y con lo rico que está el jamón.

Paz Zeltia dijo...

(he dicho ya lo rico que está el jamón?)

Paz Zeltia dijo...

Ah, esto no viene a cuento, pero el lunes me acorde´de tí en Silleda, en Ponte Taboada, un trozo de calzada romana y puente por el que pasa la ruta de la plata.
Creo recordar que vosotros tú y tu chica, la hicisteis, y seguro que pasasteis por allí.
En mi último post hay una foto d ése sitio. Quizá no lo reconozcas, tantos puentes, tantos caminos llevas recorridos!
en fin, sólo quería decirte que en algún momento intenté ver el sitio con los ojos que tú lo verías.

Soros dijo...

Zeltia, creo que la relación que tenemos hoy las personas con los animales se presta a la ironía, como mínimo.
Sí, pasamos por el puente Taboada y no me ha costado reconocerlo. Creo que en dirección a Silleda, si no recuerdo mal, tiene unas inscripciones romanas.
Gracias por recordarme el sitio. Siempre es un recuerdo bonito el de los sitios por los que uno pasó, sin conciencia de si los va a volver a atravesar. Como si la vida fuera para siempre.