06 agosto 2007

Obús

Hoy, no sé si por accidente, he encontrado y abierto uno de mis viejos libros de primero de bachiller. En esa primera hoja en blanco, que los libros suelen llevar después de la pasta y antes del título o la dedicatoria del autor, aparecía algo que me ha sorprendido, era la letra firme, apretada, regular y recta de mi padre, que había puesto allí mi nombre y la dirección familiar de entonces en una ciudad provinciana que aún no conocía los distritos postales. Súbitamente he recordado en ese mismo momento que en aquel año, el de mi primer curso de bachiller, mi padre había hecho lo mismo, concienzudamente, en todos y cada uno de mis libros. Sin duda estaba orgulloso de que su hijo mayor estudiara y, con su detalle cariñoso, pretendió que yo me diera cuenta de lo partícipe que se sentía en mi recién estrenada ocupación de estudiante. Naturalmente yo no entendí entonces el detalle y así éste ha permanecido oculto allí donde él lo puso durante todos estos años. Hoy lo he redescubierto, del mismo modo que uno puede encontrar por accidente una granada o un obús sin estallar de alguna guerra pasada. Mi padre murió hace años y este pequeño obús inesperado, en forma de su caligrafía inconfundible, se ha llevado, hace apenas un momento y con un estallido sordo, un jironcillo de mis sentimientos menguados ya de inocencia pero crecidos, quiero creer, de comprensión. Ha sido un súbito, cálido y sorprendente recuerdo, aunque sea con evidente retraso, para quien tanto me quiso.

1 comentario:

betdeivis dijo...

Pasamos la vida rozando cosas importantes sin fijarnos, hasta que un dia, sorprendentemente, nos golpean con fuerza y nos preguntamos "en qué ocupaba mi mente entonces -probablemtne banalidades- que no me di cuenta".

Pero en este caso fue bonito, más que un obús fue una traca, un fueg9o artificial. Otras veces esas apariciones sorprendentes de recuerdos traen aparejadas remordimientos... por habernos diluído en nuestra cómoda ignorancia de las emociones de quien nos amó.