01 marzo 2018

La bestia tonta



Hace algunos años, seguramente más de los que creo, los medios de comunicación prevenían a la, entonces, incauta población contra el sensacionalismo con que ellos mismos comenzaban a informar. El sensacionalismo es propagar noticias de modo que provoquen emociones en el público. En el fondo era y es una técnica de ventas agresiva. Pero de nada sirvieron las advertencias. Hoy la forma de comunicación normal y generalizada es el sensacionalismo y en él compiten gran parte de periodistas y de medios. Y en él vivimos inmersos, cada día más inmunizados contra la realidad, porque noticias que deberían alarmarnos ya ni siquiera nos inquietan. Los lobos nos visitan todos los días varias veces y, a no ser que termine alguno de ellos mordiéndonos en las propias gónadas, pasamos de ellos. El roce incesante de tanta noticia sorprendente y terrible nos ha encallado el ánimo. El periodismo es liebre, la justicia tortuga. Esto también ayuda.

Hasta lo más trivial, que suban o bajen las temperaturas, se anuncia de modo agresivo: se disparan o se desploman. Así, el lenguaje se ha modificado también, se ha vuelto más competitivo (algunos opinan que más creativo) y ayer oí que a un temporal le llamaban “La Bestia del Este”. El nombre me hizo sonreír cada vez que lo pronunciaban, me pareció que, a fuerza de exagerar, hablábamos ya como los niños. Qué barbaridad de borrasca.

Las palabras y las frases normales hoy están en desuso. Desde hace años la terminología periodística vuelca en nosotros toda su fecunda creatividad. Hay personas a las que, por sus bajos ingresos, se les llama “excluidos sociales”; si dos personas se niegan a saludar al rey se habla de “boicot al rey”; si dos políticos discuten en público se habla de “un choque de trenes”; la policía, desbordada por la delincuencia, cuando no sabe de qué va un crimen, declara que “no descarta ninguna hipótesis”; si el Madrid gana al Valencia por 3 a 1 la noticia es que “Madrid arrasa Valencia”; si un futbolista del Sevilla se lesiona en un partido contra el Barcelona, la noticia es que “el Barça manda al Sevilla a la UVI”; y no hablemos ya de las originales expresiones como: “Presentaba lesiones incompatibles con la vida”, “Pongamos en valor la lengua española”, “Las precipitaciones en forma de benéfico oro blanco extienden su manto sobre las pistas de las estaciones de esquí”, “El infierno meteorológico arrasa la A6”, “Las concentraciones cívico-festivas que a día de hoy se han producido han sido ejemplares, manifestantes de todas las edades, en un modo lúdico, desde la tolerancia y el respeto, han recorrido pacíficamente la ciudad gritando: ¡Muera el rey!” … Todo así. Incluso sin haber escuchado a Jiménez Los Santos, muchos días casi da miedo salir a la calle.

Antes a los niños nos decían, cuando respondíamos ante nuestros profesores, que no cantáramos. Nos enseñaban a hablar en un tono normal. Esta es otra de las cosas que ha pasado a la historia. Si por algo se caracterizan las locutoras (qué término más antiguo), las presentadoras,  las conductoras de programas, las tertulianas, las comunicadoras, las moderadoras, las creadoras de opinión, las portavoces, las entrevistadoras, las encuestadoras, las corresponsales, las comentaristas, etc. (noten qué variada terminología) y los varones de idénticos oficios, es por emitir un conjunto de saludos, despedidas y enunciados totalmente originales, no sólo en su literalidad, sino en el tono en el que los pronuncian, sin renunciar a la musicalidad, a las entonaciones más difíciles y a cuantos artificios ofrece  la versátil garganta humana para emitir sonidos que se salgan de lo habitual, dando a cada cual una originalidad gutural propia. Una maravilla de registros armónicos.

Pero es que tantas originalidades, hipérboles, metáforas, eufemismos y demás delicadezas del lenguaje usadas sin conocimiento, como diría una madre de las de antes, terminan por cansar. Entre tantas rutilantes estrellas del periodismo, termina por no brillar ya nadie. Porque no se puede hacer de todo un espectáculo a diario. Cansan mucho y son muy contumaces. Y, de veras, no lo digo por alabarles.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Y todo esto para no decir prácticamente nada. Pero hay que reconocer que con la "Bestia del este" ha estado muy creativos.
Por lo menos nos podemos entretener analizando las tontunas diarias. Hoy están con el viento, raro es que no lo hayan llamado ya "ciclogénesis explosiva".

Soros dijo...

Palomamzs, hasta ahora no han empezado, excepto con "La Bestia del Este", a poner nombres de cuento pero estoy seguro de que es un filón del que pronto empezarán a tirar.
Sí o "hipoaullido huracanado de la mar océana."

Sara dijo...

De todo lo que mencionas, que me parece lamentable, lo peor, con diferencia, es ése: "noticias que deberían alarmarnos, ya ni siquiera nos inquietan". Ese transitar, frívolo, de una noticia a otra, sin dejar tiempo al espectador para la reflexión (apenas para la emoción) nos está adormeciendo, deshumanizando, enajenando.

Muy buena reflexión, Soros, el periodismo se "amarilliza" no solo en la forma, sino en el fondo.

Besos.

Soros dijo...

Gracias, Sara. Estamos tan abrumados por las noticias, que no nos da ya tiempo a "digerir" una mala y ya tenemos encima otra peor.
La actualidad, incluso la más truculenta, se ha convertido en espectáculo. Y, por reacción, cada día nos volvemos más insensibles, más descreídos.
Besos.

Ángeles dijo...

Me ha encantado el texto, Soros.
Por supuesto estoy de acuerdo en todo lo que dices y me encanta cómo lo dices. Pero se te ha olvidado mencionar una cosilla que también considero relevante: el hecho de que la mayoría de los reporteros, presentadores, etc, hablen a grito pelado. No sólo con esos sonsonetes supuestamente originales que mencionas, sino a voces. Y eso sin duda también contribuye a darle a todo lo que dicen un tono alarmante, urgente, desesperado, que llena de ansiedad a cualquier persona un poco sensible que los escuche. Parece que todo lo que se dice es de una importancia trascendental. Como la Bestia del Este, que en vez de una borrasca parece un monstruo de la mitología escandinava.

Y lo peor es, como dices, que el efecto es el contrario: en vez de impactarnos, tanto dramatismo nos vuelve insensibles.

Soros dijo...

Me gusta, Ángeles, que abunden, más de lo que pensamos, las personas sensibles que no se conforman con este fluir de noticias en tono agresivo que pretenden distorsionar la realidad para mejorar sus "niveles de audiencia". Siempre es un alivio notar que hay más personas que se resienten de estos mismos vicios.
Además de volvernos paulatinamente insensibles casi llegamos a "normalizar" en nuestras mentes casos de los que deberíamos abominar y por los que deberíamos pedir responsabilidades inmediatas. Pero mucho debería cambiar la ética de mucha gente para que así fuera.

Amapola Azzul dijo...

Bueno , tpdo parece una hiperbole ...pero si una persona no es que tenga bajos ingresos sino "cero" ingresos debería denominarse : " integrado social"?.

Soros dijo...

Amapola Azzul, me refiero, en el artículo, a la constante utilización de palabras y de términos nuevos. A esa costumbre, principalmente de periodistas y políticos, de sacar palabras novedosas. Ojalá fueran tan prolíficos, al menos los políticos, en buscar ideas que permitieran vivir mejor a la gente y evitar la pobreza, con todo lo que ésta conlleva.
Un abrazo.

Albada Dos dijo...

Amén de lo que dices, que suscribo, me molesta el volumen de la voz. Pero si hay algo que me saca de quicio es que se pisen la palabra, los tertulianos entre sí, o el entrevistador o moderador que se lía a poner orden, desordenado aún más. Es sorprendente que quien no pisa al otro, apenas consigue hablar, por lo que, imagino, les piden colaborar en menos ocasiones, porque no dan espectáculo. El resumen y consecuencia es que hay programas en los que hablan a la vez dos o más personas, sin dejar que acaben de argumentar ni unos ni otros, con demasiada frecuencia. Simplemente, cuando ocurre, apago la tele. Nos saturan.

Un saludo

Soros dijo...

Albada Dos, no puedo estar más de acuerdo contigo. Los modos que comenzaron con los programas del corazón se han copiado al comentarismo político y demás.

Alfred dijo...

Es bien cierto lo que dices, se premia el vil espectáculo, cuando más vil, mejor.
Por otro lado recuerdo, cuando chico, como el griego clásico se declamaba en cantinela...:)
Un saludo.

Soros dijo...

Alfred, creo que llevas razón en lo que dices.
Es cierto que de chicos nos enseñaban algunas cosas con un ritmo para facilitar su memorización pero, sin embargo, cuando contestábamos a las preguntas de nuestros maestros nos enseñaban a no cantar, a hablar en un tono normal.
Ya veo que también tú estudiaste en planes donde se contemplaba el estudio del latín y el griego. Supongo que, como a mí, te pesan también los años.
Saludos y gracias por tu comentario.

Sara O. Durán dijo...

Muy cierto. Así nos van manejando al antojo de los intereses de los poderosos.
Saludos.

Soros dijo...

Gracias, Sara O. Durán. En efecto, todo es un espectáculo sensacionalista que hace que las "novedades" se impongan sobre los hechos que a los pocos días caen en el olvido.
Saludos.