01 septiembre 2015

Historia del matacán.- Segunda parte

La historia que voy a contaros es la historia del matacán.
He de reconocer que yo, cuando oí por primera vez esta palabra, no sabía lo que significaba. Pero, como puse mucha atención a las palabras del tío Mondacimas, que fue quien me contó todo esto hace muchos años, pronto supe de lo que se trataba y además, durante todo el relato, tuve ocasión de enterarme de lo que significaban muchas otras de las palabras que Gregorio el Mondacimas pronunció durante su narración.
Y es que la gente de los pueblos sabía y sabe muchas palabras que los de las ciudades desconocen pero que son palabras verdaderas y que, si alguien duda de ellas, puede mirar en los diccionarios y las encontrará. A mí, al principio, me parecían palabras raras pero, luego, me di cuenta de que eran, casi todas, palabras muy bonitas que casi nadie se sabe en las ciudades.
El tío Mondacimas era cazador en sus ratos libres. Él se llamaba Gregorio, pero todos le llamaban el Mondacimas porque solía subir a los cerros oteros dándoles vueltas en espiral, como el que pela o monda una manzana con un cuchillo. Cuando iba de caza solía llevar su escopeta de dos cañones y una perrilla pequeña, negra con una sola manchita blanca en el pecho. La perra, de orejas puntiagudas con la punta doblada y ojos brillantes y muy negros, se llamaba Fa y, para más señas, era garabita. Lo de garabita no lo entendí al principio, pero enseguida me enteré de que la palabra quería decir que la perra no era de pura raza, sino de raza desconocida o de mezcla de varias razas, o sea, que era una perra mestiza,  pero a mí la palabra garabita me parecía, sin comparación, mucho más bonita. Lo de Fa, el nombre que Gregorio le puso, venía de que, de cachorra, la encontró abandonada en el campo, tiritando de frío y muerta de hambre. Como la perrilla estaba famélica, el Mondacimas se la llevó a su casa, le dio de comer y la cuidó pero, como famélica era un nombre muy largo para una perra, decidió llamarle solamente Fa.
La Fa era una perra muy lista, ágil, rápida y espabilada, como si, de las muchas razas de las que procedía, hubiera heredado lo mejor de cada una. El tío Mondacimas no habría cambiado a su perra Fa por ningún perro de pura raza, por fuerte y elegante que pareciera y por mucho pedigrí que tuviera.
Gregorio el Mondacimas era de un pueblo, como ya os habréis imaginado, que se llamaba Chorrón del Muedo. Y digo que se llamaba, porque el Gobierno, a instancias de las bienintencionadas autoridades provinciales, decidió cambiarle el nombre por el de Santa María de la Fe. Pero, a los del pueblo, les dio igual porque ellos seguían diciendo que eran del Chorrón o, los más condescendientes, de Santa María del Chorrón, con lo cual, el nuevo nombre, no trajo sino más polémicas.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Lo de Mondacimas me parece el colmo de la creatividad y el ingenio. Me encanta.
Y lo del Chorrón es muchísimo más sonoro, gracioso y personal que lo de Santa María de la Fe. Pero, puestos a cambiarle el nombre al pueblo, ¿no hubiera estado mucho mejor llamarlo Santa María de la Fa, en honor a la fiel perrita garabita?

Soros dijo...

Seguramente, Ángeles, tengo todavía por ahí una lista de motes que voy coleccionando.
Éste es uno más de ellos. Así que no es mérito mío.
Lo de Santa María de la Fe viene a cuento de que en una época a las autoridades españolas les dio por cambiar nombres de pueblos, que a ellos les parecían mal sonantes, por otros que sonaran más religiosos y, a veces, hasta un poquito cursis. Así, por ejemplo, a un pueblo que se llamaba Rata le cambiaron el nombre por el de Santa María del Espino y a otro que se llamaba Riosalido, se lo mudaron por el de Riotoví del Valle... En fin, cosas que se hacían.