12 junio 2010

Los parajes siguen

Los parajes siguen. Pero la pregunta ansiosa del abuelo tiene ya, desde hace tiempo, la misma respuesta.
- ¿A quién has visto?
- A nadie.
En los últimos años ellos mismos se la contestaban y, por todo comentario, te decían:
- Y, claro, no habrás visto a nadie.
Y hoy no hay abuelos que pregunten.
Los parajes quedan, sí. Y frente al Palabrero, entre Madrigal, Cinco Villas y Alcolea de las Peñas, que se la reparten como un trozo de tarta cuarteada, queda la Sierra, bueno, la Serrezuela, como siempre llamaron los habituales a aquellos dos tremendos cerros que rozan, en su cumbre, los 1200 metros y comparten los costurones que, en los mapas, dibujan los tres términos.
Entonces fueron terrenos libres, cosa de otros tiempos.
En la Fuente de las Peñas comenzaba la mano, y acababa la cacería con la caída de la tarde. Los corrales de El Hijillo, los del Picacho, los de la Cespedera y la Guindalera, eran puntos de referencia. La perdiz, apenas hostigada, enseguida apeonaba presurosa a lo alto. Desalojada de allí, se arrancaba lejos y nerviosa, surcaba las laderas, deslizándose hacia abajo sobre ellas, sesgándolas con un silbido presuroso de seda.
De la fuente queda el humedal, de los corrales restos, de los pueblos apenas el nombre, de los terrenos libres nada, de aquellos cazadores poco más que el recuerdo. El desarrollo aquí, con ese nombre pretencioso y forzado, significó devastación y abandono.
El viento sopla en la Serrezuela como el aullido fino, constante y quedo de un perro en agonía.
El último, de los que estaban todavía vivos, ha dejado hace poco de recorrer, con su imaginación siquiera, las laderas agrestes, enmarañadas y desiertas de la Serrezuela. Todos, los de entonces, se han ido marchando pero, con éste, ha desaparecido definitivamente la cuadrilla. Casi todos se fueron dos veces, primero de su tierra, luego de la vida. Hace pocos días se ha ido también el Boni que, según mis cuentas, era el que quedaba. En la soledad de estos desiertos una sombra más vaga.
Aquellas tierras de mi tierra no son más que esto: un cementerio de recuerdos, de ecos imaginarios que, desde los tesos, rebotan en la vega y, peñas arriba, cruzan al Palabrero, se detienen, y ya, dejan de oírse para siempre.

8 comentarios:

isidro dijo...

Llegan muy dentro tus recuerdos Soros, tanto, que expresado como solo tú sabes hacerlo, atraviesan el alma.
Pero, no te pongas triste, que tú eras muy joven y con muchas ganas de vivir y, de seguir escribiendo cosas tan bellas.

Un saludo

Soros dijo...

Paisano Isidro, aunque la errata no es intencionada, efectivamente era muy joven, pero ya no. Y añoraré las historias del Boni porque sé que ya no volverán a repetirse y porque, con los de entonces, se va una forma de vida que las nuevas generaciones no conocerán. Una forma de vida más dura, sacrificada y natural que la de ahora pero, seguramente, más respetuosa con todo lo que convendría respetar.
Pero veo, por lo que dices, que tú entiendes muy bien lo que quiero decir. Quién mejor que tú.
Gracias, Isidro.
Saludos.

isidro dijo...

Así es, no es intencionada. Pero ahora, tienes una lucidez de ideas, que antes con la locura de la juventud no te daba tiempo a expresar.
Vuelve al pueblo, y a ti que te gusta tanto andar, ves a la laguna donde antes bebían tus perros, tira una piedra, saldrá un cochino o una zorra, y luego, te subes al alto de Tordelrabano, y disfruta del paisaje, y recorre la solana de Cercadillo... y tantos y tantos lugares, que tan bien conoces. Y después... se joven contándolo como tú sabes.

Un abrazo

lohengrin dijo...

Gracias,leyéndote a estas horas de la madrugada he podido descargar la pena que llevaba días apretándome.
Un abrazo

Soros dijo...

Una vez más, Isidro, tienes razón la locura de la juventud no daba para literatura.
Gracias por tus consejos.
Saludos

Soros dijo...

Me alegro, Lohen, de que te haya servido.
Un abrazo.

Paz Zeltia dijo...

Qué nostalgia da leer ésto. Y a mí que no "he vivido" lo que cuentas.
Pero hay sentimientos que son universales.
Me has recordado estos pueblos y aldeas de los que acabo de venir yo: "hai 10 anos eramos 250 agora quedamos 20"
- pois aquí sómosche 8
-¿Oito familias?
-Non, non, oito persoas...
El sitio más poblado: el cementerio.
Sus historias flotan en el aire, en los aperos abandonados, en los tejados derruídos, en las zarzas asomando en las ventanas donde antes se tendía la ropa blanca; en la maceta que, a pesar de todo, florece.

Bicos.

Soros dijo...

Creo, desde que lei A casa da avoa, que también tú, como tantos, eres otra persona más entre las que hemos visto despoblarse sitios queridos.
Y, a veces, pienso que somos nosotros también como el ganado. Animales de los que otros disponen, manejan y trasladan a su gusto. Luego, claro, le dan otro nombre a ese trasiego y termina resultando que todo se hizo para bien.
Saludos, Zeltia.