13 agosto 2009

Portugal


Hace más de veinte años que fui por vez primera a Portugal. Aunque las horribles carreteras de entonces han desaparecido y una buena red de autopistas, eso sí, casi todas de pago, se ha creado desde entonces, no ha desaparecido de mi cabeza ni el recuerdo de aquellas carreterillas tortuosas y con el firme en mal estado, ni tampoco la forma suicida de conducir que entonces tenían los portugueses y que, por cierto, ellos achacaban al peligro que representábamos los titubeantes turistas en sus carreteras. Todavía hoy, cuando conduzco en Portugal, me digo cada diez minutos: no lo olvides estás en Portugal, no te relajes.
Recuerdo mi primer viaje unos veintidós años atrás. Íbamos varias personas. Casi todo fueron protestas desde el principio, que si cutre, que si pobre, que si atrasado, que si sucio, que si desorganizado, que si lento… Algunos llegaron a prometerse no volver más. Sin embargo yo me enamoré del país a los dos días con un cariño tan fuerte que aún no se ha desvanecido ni, a estas alturas, creo que se desvanezca. Fundamentalmente Portugal me enterneció por el sentido que todo tenía de pequeño, de recogido, de vuelto hacia sí mismo como una flor cerrada. Su gente me pareció tranquila (salvo en la carretera), humilde, educada o, cuanto menos, correcta y más bien afable y, ¿cómo decirlo?, con una especie de poso de tristeza casi imperceptible pero que me pareció inherente al carácter y al alma de los portugueses.
Luego se repitieron los viajes hasta el punto que sería prolijo relatar todos los lugares que visité, tanto las ciudades grandes y la capital como las aldeas y los pueblos medianos, la costa y el interior, sin dejar región alguna por conocer. Seguramente la mayoría de los portugueses no conocen tantas poblaciones de su país.
Lisboa me cautivó enseguida. Al segundo día de estar en ella por primera vez se me ocurrió decir que me gustaba más que Madrid, porque así era y así es, y recibí variados comentarios de desaprobación y de disgusto de mis amigos. ¿Cómo podía comparar Lisboa con Madrid?
Con el paso del tiempo creo que tenían razón. Me sigue gustando más Lisboa pero, ciertamente, es un error compararla con Madrid pues, independientemente de gustos, son ciudades que nada tienen que ver.
Lisboa es la capital de un país de navegantes, de un país que llegó a su cima por la navegación. Lisboa recibe la mayor parte de su luz por ese Tajo que de tan ancho es casi parte ya del océano cercano. Es la ciudad como un embudo que termina en la Plaza del Comercio. No es una gran urbe, sigue siendo una ciudad a la medida del hombre, del peatón. Sus barrios viejos son, los unos, abigarradas viviendas humildes de pescadores, los otros, formados por elegantes casas con un aire decadente que combina muy bien con esa especie de triste dejadez que en su conjunto la ciudad evoca. Luego hay otros barrios que se transforman y que de día son una cosa y de noche otra. El conjunto, con los barrios, el Castillo de los Moros, la Catedral, el río, los olores, la mezcla de razas, las terrazas, los ascensores, las tabernas, los recuerdos… se me hace el de una ciudad romántica plagada de evocaciones lentas, tranquilas, cadenciosas y siempre un poco tristes como lo es la melodía de casi cualquier fado.
He conocido también la picaresca del país pero, casi puedo asegurar que ésta se circunscribe a Lisboa y también a algunos puntos muy turísticos donde, como en España, tienden a cobrarle al turista lo que las cosas no valen. Tal vez pensando, equivocadamente, que éste es ave de paso como antaño, sin darse cuenta que hoy las comunicaciones hacen de la península un todo aunque sigamos siendo dos países.
No me siento extranjero en Portugal, aunque sé que lo soy porque somos dos países que en el siglo pasado y aún más en los anteriores hemos vivido dándonos la espalda. Sin embargo cuando hablo con algún portugués me siento tan cercano que no puedo sino lamentar la historia. Siempre, claro, que la historia pueda lamentarse con algún provecho que no sea simplemente el retórico.
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4 comentarios:

isidro dijo...

Ola SOROS...
Ya he visto que has vuelto de tus vacaciones, de las cuales me doy cuenta que disfrutas al máximo, porque de tus comentarios deduzco que sabes a donde tienes que viajar.
Vienes con las mismas ganas de escrivir que cuando te fuiste, y eso por mi parte y desde que leo tus articulos te lo tengo que agradecer, como creo que tambien te lo agradeceran otros. Además te admiro por la facilidad y el gusto con el que los construyes.

Muchos saludosss

Soros dijo...

Hombre, Isidro, muchas gracias por tu comentario y por leer lo que escribo con tanto agrado.
No creas que se acierta siempre cuando se eligen destinos pero, a fuerza de ir a sitios, encuentra uno lugares que son paraísos para los que nos gusta el campo.
La Sierra Nevada, en Granada, ha sido uno de ellos y, en especial dentro de esta sierra, la zona de la Alpujarra alta.
Puede que en alguna de tus correrías con las jaurías hayas caido por allí. Aquello es un paraíso para lo tuyo.
Ya te contaré, aunque nos vamos de nuevo de viaje y seguramente hasta septiembre no nos veremos.
Saludos.

Ermengardo II dijo...

Comparto muchas cosas que dices sobre Portugal aunque no lo conozco tan bien como tu. Y no descarto irme a vivir a Lisboa, que es un sitio mucho más vivible que Madrid. Me debe pasar como al Duero, que cuando nace parece que se va a ir al Mediterraneo, y luego pega un giro inesperado y se va al Atlántico, y acaba haciendose portugués

Soros dijo...

Sí, Koborron, tanto el Duero como el Tajo son ríos desertores que terminan haciéndose portugueses, tal como a algunos españoles nos apetecería hacer cuando visitamos este país hermano y gozamos tanto con su ambiente y sus ciudades. También me agrada mucho Lisboa. Excelente ciudad para vivir.
Saludos.