05 octubre 2016

Alta costura

Paco el Mocazos, el marido de la Segunda, único carpintero de mi pueblo, debido a la habilidad y mesura que requiere el oficio, se dedicó también a la costura en su ya lejana y veleidosa juventud.
De camino a la taberna, tras la misa de doce, a uno de la panda, por ver si el Mocazos había perdido facultades retóricas, se le ocurrió zamparle a la cara la pregunta:
-Paco, tú que fuiste modisto, ¿por qué no te metes a político, con lo que ahora se necesita la costura?
Nunca lo hubiera dicho, pues el octogenario Paco se plantó de dos zancadas en mitad de la calle y nos soltó este sermón con gran desenvoltura y convicción:

“La alta costura tiene fama de elitista. Por eso no suele interesarle a la mayor parte de la población.
Pero en España la alta costura se está desplazando a la política y son muy pocos los políticos profesionales que hoy no se decantan abiertamente por coser. Aunque este verbo tan simple encierra, en su ejercicio, tantas variantes que lo que se ha de coser es, en sí, un motivo de problemas, por positivamente constructivo que parezca el verbo. Unos desean cosidos simétricos, otros asimétricos, otros se conforman con echar un hilván, otros desean pespuntes, a otros les valen unas charreteras y, hasta algunos veteranos, añoran los galones o el dictado de la moda retro… En fin, que el coser es un mundo plagado de alternativas según el look que se desee ofrecer sea: atrevido, desenfadado, casual, andrógino, formal, descarado, provocador, serio, desestructurado, comprometido, innovador… y otros imaginativos términos de la jerga que nos regala el sector, siempre fuente de palabras y pensamientos nuevos.
Y, vaya usted a saber el porqué, parece que el país entero anduviera buscando a un portentoso Sastrecillo Valiente que nos sacara del atolladero este de la Alta Costura o, mejor, de esta premura por hacerse sastre en 24 horas y coser a lo tonto.
Y esta novedosa tendencia concuerda mucho con la inusual afición que tenemos los españoles por dejarlo todo en manos de los políticos, incluso las labores del hogar, en lugar de confiárselo a los que saben, como sería lo lógico.
Y es que no terminamos de darnos cuenta de que la democracia nos permite el elegir pero no nos asegura el acertar. Sobre todo cuando votamos al dictado del corazón que es una víscera que sólo se contrae y se dilata y que es un órgano que, por tanto, sólo tiene dos palabras: sí y no. Con tan parco vocabulario, no hay manera.
Por el contrario, existen sesudos próceres de la nación que nos piden que usemos la razón, que no nos dejemos arrastrar por las pasiones, que utilicemos el cerebro. La cosa, aparentemente, no ofrece dudas. Está muy claro, los políticos están haciendo una labor muy meritoria que, en algunos casos, alcanza una operatividad espectacular mientras los ciudadanos estamos manteniendo un perfil bajo, acorde, quizás, con nuestro asombro ante las dotes de costura de nuestros sagaces delegados, los políticos, a los que nos es muy difícil seguir, tanto por lo limitado de nuestro conocimiento, como por las inefables cabriolas intelectuales con las que aquéllos nos regalan cada día.
Parece que hemos llegado a lo obvio: usemos la sesera. Sin embargo, hay que tener un gran cuidado con el cerebro. No olvidemos que, en el fondo, es otra víscera. El cerebro, salvo honrosas, meritorias y contadas excepciones, no tiene como prioridad mostrarnos la verdad, sino mantenernos vivos. Así de realista es el cerebro. Y aunque también sirva para buscar la verdad, descartará esta faceta si interfiere con su función principal. El cerebro puede hacer claudicar a las personas más honradas cuando se trata de elegir entre seguridad e incertidumbre.
Parece que, a los nacionalismos más antiguos, el tiempo los ha convertido en patrias estables y a sus ciudadanos en patriotas con el deber ineludible de serlo.
Tras el inexplicable éxito electoral de uno de los partidos más controvertidos por el goteo incesante de casos de corrupción, me he preguntado cómo era que, pese a esto, gran parte de mis compatriotas, a quienes tengo por ciudadanos ejemplares, lo votasen con férrea fidelidad.
Creo que tras el extraño fenómeno se esconde el nacionalismo español que, por viejo, ni siquiera se reconoce a sí mismo como tal.
Y, me parece, que quienes no entienden esto jamás podrán comprender la razón que impele a tantos españoles a votar a partidos con merecida fama de corruptos.
En algunos casos la corrupción les parece el mal menor.
En el fondo muchas personas piensan que la mayor riqueza a preservar es la unidad de España. Esto puede explicar que se tolere la rapiña con tal de mantener un bien mayor.
El nacionalismo español es el más antiguo y por eso no necesita ser manifestado abiertamente como ocurre con los nacionalismos más recientes o periódicamente recurrentes.
Esto ha llegado a ser tan obvio que algunos, paradójicamente, no se dan cuenta de que existe y que, además, es consustancial con la identidad de muchos. Quienes no comprenden el éxito electoral de un partido con tantos casos de corrupción es que no comprenden tampoco lo anterior.
España es una nación con siglos de antigüedad y, por tanto, con igual antigüedad en su nacionalismo. Así que, el fenómeno, a muchos les pasa desapercibido.
Sin decirlo abierta y ostensiblemente este partido ha conseguido casi monopolizar o encarnar el nacionalismo más fuerte y antiguo: el nacionalismo español.
Criticamos en otros nacionalismos más recientes, o de ámbito menor, los viejos vicios que, en el nacionalismo español, no  vemos,  pero que también existen aunque ya revestidos de virtudes.
Quizás cuanto mayor sea el número de posibilidades inciertas e inseguras que la gente perciba habrá una tendencia más fuerte a buscar la estabilidad por encima de todo.
Esta es una explicación que, sin considerarla segura, única e indudable, me ofrezco, sin embargo, a mí mismo. Ya os lo he dicho, el cerebro busca la seguridad y termina dando el voto al sastre que se la dé.
Cuando yo era niño la vida era una eternidad, la muerte una enseñanza incomprensible perdida al final de lo infinito.
La muerte no existía para los niños, sino que nos fue inculcada por los que, a fuerza de amarte, tenían, de paso, que hacerte llorar. Y, por entonces, España era un prodigio. Lo supe por su historia, un sinfín de gestas sucesivas que apenas tenían trozos aburridos. Y en eso me crié. ¡Qué suerte haber nacido en un país como España, el mejor del mundo!
El sentimiento religioso también me ayudó mucho. Pues se plasmaba en unos principios inamovibles que debían seguirse sin dudar. Cosa, en fin, la mar de fácil. Dios, bien por humildad, prudencia u otras causas, tenía por principio no pronunciarse, y menos entrometerse, en los asuntos de las personas. Aunque se suponía que a todos pediría cuentas, como sostiene el Papa, al final de sus días, o sea,  cuando ya las cosas no tuvieran arreglo. ¿Fue grande la sabiduría del Creador? De las dudas líbranos, Señor. Pero, ¡qué suerte nacer entre católicos y tener bien clara mi conducta, sin dudas ni desánimos!
Los estudios posteriores que, aunque no muchos, tuve, irrumpieron en ese mundo de certezas y felicidad. Y, ¿qué me trajeron? La duda, el desengaño, la incertidumbre, el desasosiego y, en definitiva, la inseguridad. Y es que nací en una época en la que la Filosofía, por poner un ejemplo, ya no era hija, y mucho menos sirviente, de la Teología y extrañas ideas llevaban ya siglos corrompiendo el mundo y rebelándose contra la natural jerarquía de los conocimientos. ¿Qué necesidad había de revolverlo todo, con lo bien que lo había dejado la Escolástica o los Aristotélico-Tomistas, verbigracia?
Ya conocéis la historia de las religiones y sus hechos, también las de las naciones y los suyos. Ya veis como los dioses pueden ser tan indivinos como inhumanos los humanos. De modo que todo lo tenéis tan delante, tan encima y tan patente que ni siquiera lo veis.
Al sastre le tenéis ya recortando y saldrá reforzado de tijeras en las elecciones de diciembre.
Ahora os jodéis y, si no, no haberme preguntado.”

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el Mocazos se presenta a presidente del Gobierno algún día, tiene mi voto. Pero que se cambie el nombre, a ser posible.
Muy bueno el discurso.

Soros dijo...

Ya se lo diré al Paco. Es muy agradecido con los que le escuchan, aunque a veces se pone muy redicho y muy repollo porque le gusta utilizar todas las palabras que se aprende.
Gracias, Palomamzs

Sara dijo...

Jajaja, buenísimoooo, Soros, qué arte. Y qué oportuno tu texto, ahora que a todos nuestros políticos les ha dado por "coser". Tú hilvanas que da gusto, con gracia, lucidez y buen gusto.

Un placer leerte.

Besitos.

Conxita C. dijo...

Muy bueno Soros, sobre todo porque tras ese tono del Paco (transmite mis felicitaciones a Paco) se esconde mucha pero mucha sensatez, sí necesitamos a buenas costureras y sobre todo pensar que ya va tocando que lo hagamos.
Un abrazo

Soros dijo...

Gracias, Sara. Los que escribimos por diversión tenemos la obligación de divertirnos escribiendo.
Saludos.

Soros dijo...

Gracias, Conxita. Paco se va a poner como un fuelle de orgulloso y de hueco cuando le felicite en tu nombre.
Saludos.

Ángeles dijo...

Me encanta esa colección de lugares comunes, redundancias y términos de la jerga. Qué sarcástico el señor Paco, usando ese lenguaje recauchutado.

Y como ya se sabe que el conocimiento conlleva dudas y angustia existencial, más vale no preguntarle cosas a personas como él, no nos vaya a fastidiar, con lo bien que se está en la inopia.


PD: ¿alta costura no es lo que tiene Frankenstein en la frente?

Soros dijo...

"In omnia rerum inopia" que decían los latinos, Ángeles. Aunque también lo aplicaban a lo material.
Ante algunas cosas los individuos sólo tenemos a mano la burla. Consuela, al menos.
Gracias.