05 septiembre 2016

Debilidad mental

Querida sobrina Luisa:

Te agradezco mucho, dada nuestra diferencia de edad y, consiguientemente, de mentalidad, que te relaciones conmigo y más que me pidas consejo.
Disculpa, propiamente, no me has pedido consejo, pero a los viejos, cuando alguien recuerda que existimos, nos da por exagerar. Supongo que sería más adecuado decir que te interesas por conocer mi punto de vista sobre la actualidad. O, tal vez, ni siquiera tengas esa curiosidad y sea sólo tu cortesía la que me dé un tema para contestarte.
Hoy no se desconfía, ni siquiera se duda de los viejos, como solía ocurrir antaño, simplemente se les elude. Y ninguno puede permitirse ya el lujo de decir, con toda solvencia: “Ya os lo había advertido”, porque la vejez no es un valor cotizado.
Ante todo, creo que las personas hemos de aceptar lo que no podemos cambiar y luchar por lo que podemos construir. Lo primero, a regañadientes, solemos hacerlo todos pero lo segundo sólo lo hacen algunos.
Así la pasividad y la actividad han de saberse elegir según las situaciones. Y cada uno deber mirar de frente y afrontar esa suerte inevitable, la que le viene dada por la lotería inexorable de la vida, pero también pugnar por lo que nadie le dará, ni aleatoria ni voluntariamente, y sólo cada cual podrá obtener en alguna medida.
Pero no seré yo quien exagere sobre las supuestas bondades de la vejez. Tengo mis razones para ello.
En primer lugar, cualquier persona mayor, sufre un deterioro físico que progresivamente deteriora su cuerpo. De esto tenemos evidencias cotidianas que, si acaso nos pasaran desapercibidas, la publicidad nos recuerda a diario:
-Las partículas de oxígeno activo de Sonriduril dejarán su prótesis dental limpia de flora bacteriana.
-Con Secaprostín juegue con sus nietros sin temor a las pérdidas de orina.
-Firme la paz con sus articulaciones durante doce horas con Brincafortil Break-D.
-Olvídese de incontinencias y flatulencias con Oclusive Anopedína.
-Vea en alta definición con lentillas Seefull.
Sería interminable la lista de recomendaciones y consejos publicitarios que llenan de comodidades nuestra edad dorada.
Sin embargo son muy pocos los publicistas que atacan el problema principal: el deterioro del cerebro. Quizás porque si ese deterioro pudiese corregirse no podrían vendernos miles de otros remedios portentosos. Por lo cual deduzco que la ausencia generalizada, en un amplio sector de la población, de un razonamiento claro y riguroso es de lo mejor para el crecimiento de la economía.
Pero sí, dicen que el deterioro del sistema nervioso central comienza a partir de los 45 años. Cosa que, de ser cierta, me pone en fundadas sospechas de mi incapacidad, pues mis neuronas llevan ya muchos años descomponiéndose. Pero, al mismo tiempo, me anima, por tener la certeza de que las personas que gobiernan el mundo también han superado hace años esa edad.
Pero no son las especulaciones, sino los hechos los que confrontan las teorías con la realidad. Así pues te expondré mi comportamiento más reciente, querida sobrina. Tú misma podrás decidir sobre mi degeneración intelectual. Es lo más realista.
Como sabes, querida, siempre he sido conservador. Esta última palabra me llena por dentro. Es para mí como un ancla que impide que mis pensamientos vayan a la deriva. El ser conservador, como un buen traje, da empaque, aplomo y seriedad a uno mismo e influye confianza al prójimo. El conservadurismo permanece, todo lo demás es contingente y, a veces, de puro infantil, innecesario e inconsistente.
Imagínate que hay personas que pretenden que la honestidad y la justicia sean el eje de nuestras vidas. Todo conservador, como es mi caso, está de acuerdo en el fondo de esta cuestión. La idea es irrenunciable. Y cualquier conservador la tendrá por eje de su moralidad.
Pero son las formas las que me preocupan. Una persona debe tener principios pero, si esos principios impiden la generación de riqueza, para qué nos sirven. Ese igualitarismo absurdo que provoca la virtud no impulsa la máquina de la economía. Puede que deje las conciencias tranquilas e, incluso para los creyentes, en paz con el Altísimo. Pero, en esta vida, no basta siquiera con contentar a Dios. A Dios hay que ayudarle.
El poder no puede regir la economía, del mismo modo que la sed no genera agua. La vida de las personas no la rige la justicia sino la codicia. En teoría, todos preferimos el bien al mal, lo justo a lo injusto, pero, el problema, es que tendemos a identificar el bien con lo que nos conviene y lo justo con lo que nos favorece. Eso explica el resultado de muchas elecciones y los ilógicos resultados que algunos partidos obtienen si fuera verdad que las búsquedas del bien y la justicia rigieran las mentes de todos los votantes.
Recuerda el Imperio Español o el Portugués, no buscaron un Nuevo Mundo por altruismo, sino por codicia. Fíjate en el Imperio Británico, que colonizó más de las tres quintas partes del mundo y ahora abomina de los extranjeros en su isla, ¿crees que no actuó siempre a su conveniencia? Recuerda la creación de los Estados Unidos de América, no emergieron sobre un territorio yermo y vacío, sino sobre otros pueblos que, por no molestar al decirlo, diremos que desaparecieron. Y, ¿qué me dices de nuestra iglesia? La primera organización transversal, como hoy se dice, cuyo poder e influencia se infiltraba e infiltra en estados y reinos. Hay innumerables ejemplos de cómo el progreso se basa en la codicia, la iniquidad y la matanza pero, eso sí, disfrazando esos vulgares medios con unos fines tan sagrados, humanitarios y altruistas que a muchos de los líderes que fueron se les admira como a sabios y se les alaba como a santos. Esta es la realidad. Y, como ves, las naciones perduran, las religiones también y todas son instituciones respetables. ¿Qué fue de los que quisieron pervertir este orden?
Sin embargo, hoy la Humanidad ha avanzado. El imperio brutal de la fuerza se ha sustituido por males infinitamente menores, al menos, en nuestro primer mundo. ¿Qué queda de tanta crueldad? Poca cosa, un vestigio insignificante por comparación: la corrupción. Pero, si todas aquellas gestas de la Humanidad crearon grandes cantidades de riqueza, aun reconociendo las barbaridades y los exterminios, no crea menos riqueza la corrupción y, reconozcámoslo también, sin apenas derramamiento de sangre perceptible. Los negocios se basan en ella, la economía se urde entre entresijos de acuerdos secretos y poco edificantes pero, sin esa imprescindible corrupción, que es simplemente una hermanita menor de la codicia, nuestras economías tendrían un encefalograma plano. No habría grandes emprendedores y sin estos grandes ambiciosos muy pocos tendrían que pensar en conservar sus millones de humildes puestos de trabajo. Sería el desastre, el abandono total, la abulia más inenarrable. Y eso explica que, ante la mera perspectiva de que puedan cambiar algo las cosas, millones de aterrados conformistas votan complacientes en las urnas pensando: “Virgencita que me quede como estoy”. El miedo es la forma natural con la que el pueblo expresa su talentosa prudencia. ¿Qué sería de nosotros sin él?
Pero ayer, hoy y siempre hubo, hay y habrá verdaderos enemigos del pueblo que se creen por encima de la historia, que bajo el pretexto de redimir a sus semejantes quieren convertirse en sus nuevos amos y señores. Ya sabemos en qué terminó la revolución bolchevique.
No creas, querida sobrina, en los que pretenden que el agua no moje, que la tinta no manche, que el fuego no queme. Todo pasará y los conservadores permaneceremos. La razón siempre está de nuestra parte. Sé fuerte, Luisa.
Te quiere.
El tío Mariano.

4 comentarios:

Ángeles dijo...


Yo no sé si el tío Mariano habla del todo en serio o si está tomándole un poco el pelo a su sobrina. La ironía se le da bien, desde luego. Pero sea como sea, es impresionante cómo argumenta y como hila las ideas, el tío. Y qué buenos consejo da.

Así que no veo yo que la debilidad mental de la que habla le afecte mucho. Más bien me parece que tiene una mente preclara y robusta. Por lo cual o no es tan viejo como se pinta a sí mismo, o la vejez no es necesariamente tan debilitante como dice. O a lo mejor es que el Brincafortil ése tiene efectos secundarios insospechados.

Sara dijo...

Jajajaja, ¿cómo se apellida Mariano?

Fíjate, este personaje me ha recordado en todo momento al célebre Esteban Trueba de "La casa de los espíritus" de Isabel Allende. También él estaba convencido de que los conservadores "ganaban" siempre, hasta que la realidad lo desmintió y entonces urdió un golpe de Estado... Pero nada como la maravillosa novela de la Allende. Te la recomiendo si no la has leído.

Besitos.

Soros dijo...

Ángeles, el tío Mariano, como todos los tíos, no quiere más que lo mejor para sus sobrinos.
Y, llevas razón, creo que últimamente está abusando del Brincafortil y puede que hasta del clarete.
Saludos y gracias.

Soros dijo...

Gracias, Sara, por tu recomendación. Creo que lo he leído pero, a veces, uno se pierde entre la mezcla de lecturas.
Por lo demás, con que te hayas reído, me vale.
Saludos y gracias por el comentario.