28 agosto 2015

Hallazgos pastoriles o apariciones extraordinarias

Del origen de las innumerables vírgenes que son objeto de devoción en las ermitas, santuarios e iglesias de España no tengo una opinión basada en estudios ni en pruebas documentales, pues no soy un erudito ni un historiador, si acaso un mal lector, y ni siquiera me tengo por devoto.
Me gusta imaginar, en mi ignorancia, que en aquellos siglos, que la historia recopiló vagamente bajo el nombre global de La Reconquista, las fronteras entre los dominios árabes y cristianos fluctuaban continuamente. Así las inseguras tierras fronterizas tal vez fueran escenarios de razias musulmanas o de incursiones cristianas con tanta frecuencia o más de las que cuentan los anales y, en ambos casos, convencidos ambos bandos de la única y verdadera identidad de su Dios y fidelísimos a Él, se entregaran en sus efímeras y mudables conquistas a la iconoclasia. En esta dolorosa destrucción de imágenes temo que llevaran la peor parte los cristianos, pues no les era permitido a los musulmanes la representaciones sagradas en iconos.
Esto me hace suponer que algunos fervorosos cristianos, que a los largo de esos siglos poblaron las inestables fronteras, hartos de ver quemadas sus iglesias, sus adoradas imágenes y sus sagradas reliquias, dieran en preservarlas escondiéndolas en los lugares más inexpugnables, remotos e inaccesibles que les proporcionara la orografía circundante.
Así, al cabo de los años, solían aparecer imágenes de vírgenes, santos, crucificados u otros exvotos y reliquias de apóstoles muy principales, en los lugares más insospechados y chocantes. De tal modo que parecían haber sido puestas allí más que para que alguien alguna vez las encontrara, para que jamás las encontrara nadie. Sin embargo solían ser halladas por humildes e iletrados pastores o por honrados patanes y ganapanes que habían de buscarse su sustento en lo más fragoso de las sierras.
Algunos dicen que estos hallazgos, principalmente por parte de los rabadanes y zagales, eran una cosa natural y esperada, habida cuenta de que los primeros que acudieron al Portal de Belén donde nació el niño Dios fueron gente de este gremio. Y, sin atreverme a poner en duda esta realidad nunca negada, me aventuro a pensar si este hecho no tendría más que ver, en nuestro país, con la trashumancia de los ganados.
Este hecho de la trashumancia se da por antiquísimo pues el ganado, ajeno a las creencias, ambiciones y codicias de los hombres, tenía necesidad de los pastos frescos que dan las recónditas y elevadas sierras en las agostadas y, durante el invierno, de las acogedoras temperaturas y herbazales de las tierras más bajas. Por tanto la vida de los pastores era un deambular constante con sus hatajos por sierras, valles, cañadas, cordeles,  veredas, coladas, vericuetos, atajos y senderos la mayor parte del año.
De esta realidad fueron conscientes desde muy antiguo los más principales y así el mismo don Alfonso X El Sabio, seguramente haciendo honor a su sobrenombre y siendo secundado luego por otros sagaces monarcas, dicen que dio origen al Honrado Concejo de la Mesta que, desde 1273 hasta 1836, defendió con incontables privilegios la práctica de este oficio. Desempeño que era provechoso para los tesoros públicos y privados (que entonces ya también se solapaban) de la nación por el importante comercio y exportación de lanas y el aparejo de impuestos que lo anterior traía consigo.
Y como estos hechos parece que son aún más antiguos que los primeros documentos que los datan, imagino que ésta es la razón por la que tantas imágenes y otros vestigios sagrados fueron encontrados por pastores. Sobre robles, encinas, madroños o hayas aparecieron. En cuevas, márgenes de ríos o taludes también. Asimismo en otros lugares insospechados y sorprendentes.
Pero, lamentablemente, no puedo dar por cierto estos hechos pues carezco de pruebas que avalen mis elucubraciones y, por otro lado, nadie puede afirmar que no fueran ángeles, querubines o arcángeles, como la fe y el buen criterio sostienen, quienes realizaran tales portentosos trasportes y, la Divina Providencia, quien guiara a tan escondidos parajes a quienes descubrieron estas santas imágenes.

4 comentarios:

Sara dijo...

¡¡¡Pero qué ignorante soy!!!

De verdad, de verdad que me he quedado de piedra con lo de los ángeles y querubines y la Divina Providencia, además. Aunque no tengas pruebas que lo avalen, me parece más plausible tu razonamiento.

Gracias por estos ratitos de sabiduría.

Un abrazo.

Soros dijo...

Puede que lleves razón, Sara, pero, ¿quién le pone cotas a la Divina Providencia?
Yo, al menos, no me atrevo.
Un abrazo.

Sara O. Durán dijo...

Muy interesante razonamiento que me deja alucinada y llena de preguntas. Pero a la vez más cerca de la certeza de
poder ilimitado de la Divina Providencia.




Soros dijo...

Uno, cuando se aburre, recopila los conocimientos que amontonó con el tiempo y se pone a imaginar cosas que pueden tener o no algún fundamento. Pero siempre queda más misteriosa y romántica la intervención divina. ¡Dónde va a parar!