El padre prosiguió con el relato
sin que esta vez el muchacho le acuciara:
-Enseguida se
supo en Titencia y en toda la comarca que al tío Carrasco lo buscaba la
justicia. Los guardias indagaron entre los clientes de la venta y éstos
propalaron de inmediato la noticia.
En aquellos
pueblos hubo una conmoción. Todos los que, como amigos, habían salido en su
búsqueda unas semanas antes, abjuraban ahora de esa amistad y algunos hasta
negaban conocerle. Quienes sabían de sus hechos, como curiel y visionario, se habían
guardado hasta entonces de murmurar a las claras, pero, a partir de aquel
momento, se sintieron liberados de todo compromiso y soltaron pública y
repentinamente las lenguas. Aquello de “A moro muerto, gran lanzada” se cumplió.
Y las bocas, tenaces y eficientes demoledoras, comenzaron a ejercer todas las
artes erosivas del chichisveo, para las que hombres y mujeres gozamos de gran
disposición. La murmuración, el libelo, la calumnia y cualquiera otra prima o
hermana de la mentira y todo tipo de invenciones, rencores y malmetimientos
salieron a relucir.
Y, de este
modo, proliferaron historias un algo exageradas sobre lo que hubo y del todo inventadas
sobre lo que no hubo. El equilibrio, entre el respeto público y la prevención
privada que guardaban al curiel, se rompió. Y Breixo, de ser un sanador más, pasó
repentinamente a ser un bandolero, un nigromante, un brujo, un alquimista, un
hechicero, un masón, un sacamantecas, un quiromante, un lobero, un aojador, un
amigo de los aquelarres, un adorador, en definitiva, del mismísimo diablo. Y
todos profundizaron en la tarea de encontrarle aficiones aún, si cabe, más
misteriosas y graves.
De ahí venía
su inmutable apariencia, fallaron los lugareños como inapelables jueces, de ahí
dimanaba su inalterable resistencia al paso del tiempo.
Y mientras los
paisanos hablaban así, muchas madres ponían a los niños la higa para
preservarles del mal de ojo y durante mucho tiempo todos evitaron acercarse por
el monte y, menos, internarse en él.
El rechazo
enseguida alcanzó a Rafafá y a su esposa la Pagana. Muchos les volvieron la
cara, en especial a él, convertido de repente en el hijo del monstruo. Y por la
venta dejaron de pasar bastantes de los habituales y, no fue eso lo peor, sino
que un día en la fachada principal aparecieron pintadas con sangre de vaca
estas palabras:
“El bandido
Breixo en ventero se mudó
que venteros y
bandidos son la misma profesión
tras hechizar
a la Ludi por disimular casó.
Como en la
tierra sobraban, Satanás se los llevó”
Y Rafafá
sintió en su interior la primera de las heridas que en lo sucesivo iba a
recibir. Pero la recibió con más pena que ira porque, al contrario que a casi
todos los mortales, la Naturaleza no le había concedido el mal don de tener un
carácter vengativo.
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