30 junio 2016

Sobremorir

Aunque algunos tenían la sospecha de que estas cosas habían pasado en todo tiempo y lugar, el gobierno estaba alarmado.
Siempre se había dicho que las personas que, teniendo todo en su contra, lograban salvarse eran unos supervivientes natos. Esto se aplicaba tanto en los asuntos de salud como en aquellos sucesos catastróficos que ponían a los humanos cara a cara con la muerte y, contra toda probabilidad, sobrevivían.
Al mencionar estos asuntos todos pensaban en accidentes o acontecimientos de lo más aparatoso: terremotos, incendios, hundimientos, naufragios, hambrunas, guerras y cuantas calamidades o hechos casuales pudiera imaginar el ser humano. Había personas que, sin que nadie pudiera por lógica pensar que se salvarían, sin embargo y contra todo pronóstico, sobrevivían. Esto todo el mundo lo tenía asumido e incluso había empresas especializadas en Técnicas de Supervivencia, pues no faltaban quienes pensaban que se podía controlar hasta el azar con ese brazo tan útil de la Ciencia al que llaman Técnica. Hasta ahí todo era normal y, con más o menos fe en la técnica, todos le daban cierto crédito. Y a nadie extrañaba lo milagroso de estas salvaciones. Se aceptaba.
Pero no era éste el problema que amenazaba al país.
¿Qué ocurría? ¿Por qué estaba comenzando a suceder justo lo contrario? Era un hecho insólito que comenzaba a ser sumamente frecuente.
Se trataba de personas de distintas edades que, teniendo un excelente estado de salud y bienestar, morían plácidamente sin causa. Gente que se acostaba sana y feliz y no despertaba de su sueño. Las autopsias así lo demostraban. Ninguna enfermedad traidora, ninguna violencia, ningún tóxico había acabado con sus vidas. Se diría que habían muerto espontáneamente, sin ninguna causa conocida. Esto, siendo tan extraño y milagroso como lo anterior, tenía a todo el mundo perplejo. No se aceptaba.
Al principio la Ciencia, dando por sentado que el final natural de la vida es la muerte y que en las autopsias no se encontraba causa alguna, calificaron estas muertes en los partes de defunción con este inespecífico dictamen: Muerte natural. Pues encontraban en el hecho de haber vivido la necesidad de morir y les parecía la culminación de un hecho natural cuya causa eran incapaces de encontrar. No les pareció determinante la causa de un hecho que, tarde o temprano, se daba por ineludible.
Sólo cuando estos fallecimientos crecieron de manera alarmante, empezaron a preocuparse por este tipo de muertes que, aparentemente, se daban sin que los cuerpos de los fallecidos presentaran incompatibilidad alguna con la vida. El no poder determinar la razón de la muerte, cosa tomada por nimia en un principio, se convirtió en motivo de alarma social.
El primer sector económico en alarmarse, a secas, fue el de las compañías de seguros. ¿Cómo podía ser que personas que se habían sometido a un exhaustivo reconocimiento médico muriesen a los pocos días sin causa? De acuerdo, esas muertes súbitas siempre habían sucedido, pero eran casos raros. Y, sin embargo, ahora la estadística mostraba que en el último año los casos se acercaban al cinco por ciento y continuaban subiendo inexplicablemente. Las indemnizaciones a pagar estaban comenzando a arruinarles sin que encontraran modo razonable alguno de negarse a satisfacerlas ante los tribunales y eso que tenían departamentos sumamente imaginativos para ello. Ninguna compañía podía aducir que el fallecido hubiera muerto sólo para fastidiarles. Y el hecho de que los seguros empezaran a hacer frente a aquello para lo que habían sido creados era un desastre, podía significar el fin del negocio. Era, en una palabra: Intolerable.
La Banca, alertada por las compañías de seguros, que eran hijas, ahijadas o hermanas o, en cualquier caso, parentela siempre, no daban crédito a lo que sucedía. Bueno, en realidad, no daban crédito a casi nadie pero, incluso entre los concedidos a personal de aparente solvencia, empezaron a topar con morosidades propiciadas por los buenos clientes que morían inexplicablemente.
La diferentes confesiones y las asociaciones pro vida dieron en pensar que un complot contra ellas se estaba fraguando pues la gente, al ver la muerte serena, dulce y siempre en el sueño, de los que morían sin causa, pareció que le estaba perdiendo el miedo a la Parca e incluso hasta que se estaba poniendo de moda morir así. ¿Qué iba a ser de ellos si la gente le perdía el miedo a la muerte? ¿Qué pasaría si la muerte se convertía en una manera cómoda, indolora e involuntaria de dejar de vivir? ¿Cuánta gente se entregaría plácidamente a ella, habida cuenta del tipo de vida que en general llevaban?
Las audiencias y videncias de todos los medios de comunicación, incluido Internet, llamaron al fenómeno “Tremending Topic”, ya que, como se había demostrado, no tenía sentido llamarlo “fenómeno viral” porque nada biológico causaba aquellas muertes.
Si a aquellos, que teniendo todo en su contra para vivir, se les llamaba supervivientes o sobrevivientes, cuando lograban salvarse, ¿cómo habría de llamarse a los que fallecían, cuando tenían todo a su favor para vivir, y, sin remisión, sucumbían? Eran supermurientes o sobremurientes y así, el fenómeno del supermorir o sobremorir se convirtió en tendencia. Extraño proceso por el que organismos humanos, con una salud perfecta, fracasaban repentinamente y, podía decirse, que morían de éxito.
El Laboratorio de Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación del Instituto Tecnológico de Massachussets fue el encargado de estudiar este inédito comportamiento. Tras meses de investigaciones, dejaron éstas en suspenso. Y, como conclusión temporal de sus trabajos, enviaron al gobierno esta escueta frase que atribuían a Mr Marvin Minsky, fundador de dicho laboratorio: "Hasta la fecha, no se ha diseñado un ordenador que sea consciente de lo que está haciendo; pero, la mayor parte del tiempo, nosotros tampoco lo somos".
¿Daba a entender el afamado laboratorio que los humanos, inconscientes como máquinas perfectas, consideraban trivial la muerte?
El ejecutivo se reunió de urgencia. Había que atajar aquella creciente tendencia a sobremorir. Pensaron que si la mente humana captaba que podía morir por voluntad propia, seguramente dejaría de sobremorir la gente como hasta ahora.
Autorizaron la eutanasia tanto pasiva como activa y también el suicidio, activo, claro. Incluso legalizaron el homicidio, hasta entonces lícito sólo en las guerras, siempre que tuviera alguna justificación pasional o económica, nunca al buen tuntún, por ver si las ganas de matar abrían en los asesinos las de vivir. Todo se permitiría con tal de que la gente muriera por alguna causa conocida y a todos se les abriera el apetito por vivir. Aquella pasividad, elogiosa en algunos políticos, no podía convertirse en patrimonio del vulgo.
Pero si en el mundo habían triunfado cosas tan molestas como el fascismo, el comunismo, el capitalismo, los tatuajes, el piercing y los zapatos de tacón cómo no iba a triunfar esta liberadora tendencia a la sobremuerte.
El “don’t worry be happy y muérete”, se convirtió en la última tendencia. Y nadie consiguió desarraigarla. Aunque, están en ello.

8 comentarios:

Sara dijo...

Me ha encantado tu relato, por su imaginación, por su humor... Y porque me he sentido identificada, ¿sabes? Yo siempre he soñado con "sobremorir"... ¡Qué dicha! Morir plácidamente por causas naturales y con una sonrisa en los labios... ¡Ése es el paraíso de cualquiera, creo yo! No me extraña que en tu cuento se extienda como una plaga...

Magnífico texto, te ha quedado redondo.

Besitos.

Ángeles dijo...

Esta historia me ha hecho pensar en muchas cosas. Por ejemplo, en que la muerte, o más bien nuestro miedo a la muerte, es un gran negocio; que la sociedad está organizada de manera que cuando nos morimos le fastidiamos el negocio a laguien, y minetras vivimos también; que todo se cuestiona, una cosa y la contraria; y que para todo queremos una explicación y un remedio, para una cosa y para la contraria.

Por otro lado, eso de "tremending topic" me parece un hallazgo genial :D

Conxita C. dijo...

Nuestros mayores tenían una relación mucho más tranquila con la muerte, quizás porque convivían distintas generaciones en un mismo domicilio y justo esa sobremuerte es de las más deseadas: por causas naturales y con una sonrisa en los labios. Ahora todo es un negocio, sobre todo la muerte y encima no le afecta ni siquiera la crisis.
Un saludo

Soros dijo...

Me da alegría, Sara, que la historieta te haya gustado. Y no pierdas las esperanzas porque, aunque nos lo ocultan, hay gente que muere así. :-)
Besos y gracias por ser tan franca.

Soros dijo...

Claro, Ángeles, fíjate con qué descaro se utiliza el miedo. Todas las personas tenemos miedos propios pero, cuando nos fomentan otros miedos, no creo que sea para que seamos más libres, sino todo lo contrario. Quien vive con miedo no es libre. Bueno, a no ser que se declare dueño de su propio miedo y no le salga de las narices el delegarlo en otros para que se lo gestionen. :-)
Lo del "tremending topic" es una chorradilla que se me ocurrió sobre la marcha. Seguramente de tan encantado como estoy de la cantidad de ellas que tengo que oír a diario.
Saludos.

Soros dijo...

Sí, Conxita, la muerte antes era mucho más "acompañada", ahora a la muerte definitiva suele acompañarle una "premuerte" en forma de prolongada soledad. Y, aunque al final, ante la muerte se está en soledad, no parecen muy halagüeños los preámbulos en un mundo en el que la juventud es el bien más preciado y el tiempo es dinero. Y, con esas premisas, no sé si la longevidad es una ventaja o una tortura. Puede que una mezcla de ambas cosas para quien la cate.
Saludos.

Anónimo dijo...

¡Y los zapatos de tacón!, jajaja. Qué bueno!
A mí tampoco me importaría sobremorirme pero, claro, todavía no.

Soros dijo...

Bueno, Palomamzs, no hay ninguna prisa.