Queridos compañeros todos, que
aún os mantenéis operativos:
Nuestra gente es gente educada.
Si hay un grupo verdaderamente formado en nuestro país, ése está formado por
nosotros. Somos la élite. Esto demuestra y evidencia nuestra neta y natural
vocación de conductores, la verdadera esencia de nuestra casta.
En muchos, si no en la mayoría de
los casos, procedemos de generaciones de gente educada. Lo fueron nuestros
padres, también nuestros abuelos y, seguramente, ahondando en los tiempos,
descubriríamos que ya nuestros antepasados fueron, no sólo de la nobleza
medieval, sino, con seguridad, patricios romanos. Una casta no se construye en
cuatro días, porque necesita siempre de abolengo. Si no, no es tal. ¡Hay que llevarla en el ADN, caramba!
Oiréis majaderías de boca de los
necios, de los botarates, de los chichiribailas, todos ellos espectaculares arribistas:
-Oiga usted, que yo soy hijo de un labrador iletrado y estoy muy
orgulloso.
Contestad con dignidad y elata
sobriedad:
-Muy bien, caballero, si usted está orgulloso de ser hijo de un patán,
imagínese lo orgulloso que estoy yo, que soy hijo de un Grande de España.
Esta inmutabilidad en los de
nuestra clase hay que dejarla bien patente porque si se tolerase la llegada de
advenedizos de dudosa procedencia, bien podrían producirse cambios que, a su
vez, originasen otros y terminase por desmontarse la legítima estructura del
poder constituido. No es la primera vez en la historia que esto ocurre y, si no
se ve a tiempo el problema, cuando se haga evidente, ya será imposible
erradicar el mal.
Quienes desean acabar con nuestra
clase, mienten. Lo que en realidad desean es ocupar nuestros puestos y
convertirse en los nuevos señores. Quienes tengan edad y memoria recordarán que
durante la bendita Transición, honra de
España, surgió también, naturalmente de entre el vulgo, un partido nuevo
que generó ilusión. Eso fue antes, obviamente, de constituirse en una nueva
casta. Sus buenos propósitos duraron pocos años y enseguida se les vio el
plumero. Sin embargo, las gentes
confiaron muchos años en ellos, porque la ilusión de los humanos más vulgares
es tan obtusa, que tiene una gran resistencia a dejarse demoler por la realidad
más clara. ¡Qué paciencia hay que tener con ellos!
Ahora, tengo entendido, andan construyendo un relato que justifique su
cambio de postura. Qué infelices. Y es que, cuando el sabor de la casta se ha
paladeado, es muy difícil darle la espalda y desengancharse del beneficio positivo de su cálido efluvio.
La esencia de la política no está
en tantas ideas altruistas e idealizadas que sólo sirven para cegar al que no
sabe discernir y para construir floridas piezas de oratoria electoral. El
hombre fue comerciante antes de hacerse político y de la primera de estas dos
actividades se extrajeron las bases para la segunda. El propósito de las
personas ha sido siempre mejorar sus vidas a base de convenios, obligaciones o
favores que se conceden para, a su vez, recibir luego otros. Es el derecho
natural, un hecho evidente. He ahí, por tanto, la esencia de la convivencia y,
por consiguiente, de la política.
Es evidente, por otro lado, que
con el paso del tiempo ha sido necesario, por la creciente complejidad de las
relaciones humanas, rellenar con leyes el espacio que se abrió con la irrupción
de aquel derecho primitivo, inalienable y natural. Todo esto hizo que se
desarrollasen multitud de disciplinas para regular las relaciones entre los
hombres. Esto es: el hecho natural y primitivo se complementó con numerosos
artificios. Pero, nunca ha de olvidarse la esencia. Por eso, al final, quien
tiene el poder hace las leyes, nombra jueces, fiscales, abogados y todos esos
cargos que han de dar la apariencia ordenada, seria y garantista a la justicia, amén de monopolizar la violencia que,
legalmente y si fuese menester, administraría la policía o el ejército. Pero,
si es muy sencillo. Yo ya, si no entendéis esto…
Sin embargo, hay algo que no
puede olvidarse: el poder ha de mantenerse por encima de todo. ¿Quién puede
decir que tiene verdadero poder si, a la postre, tiene que responder ante
alguien de sus actos? El poder, para serlo, ha de ser intrínsecamente impune.
De lo contrario no sería poder. Sírvanse recordar que nuestros emperadores,
reyes, príncipes y mandatarios han respondido siempre de sus actos pero, por
sus fuertes convicciones y su recio carácter, sólo ante Dios y ante la
Historia. Y, del mismo modo que de cólico de espinacas no se conocen muertes de
reyes ni de papas, tampoco se ha sabido de funestas consecuencias derivadas de
la ira de la Divinidad o del magisterio de la Historia, cosas ambas tan
razonables en esencia, como inofensiva de natural es aquella saludable verdura.
Y esto, por intrascendente que pueda parecer, ha hecho que nuestros líderes
gobernasen en vida sin cortapisas ni complejos y a ninguno le tembló la mano.
Algunos se espantan ante esto.
Qué seres más débiles. Me deprimen negativamente.
Ahora, que me ha sobrevenido la
demencia, y puedo asumir sin ningún riesgo hazañas propias y ajenas, quiero
dejar para la historia este documento.
A la demencia que me ha
sobrevenido, y a la muerte que me sobrevendrá, podéis colgarles tantas cuantas
cosas os peten o convengan. Demencia y muerte son los últimos estadios de la
impunidad. Pues sabed que los políticos de verdadera casta ni siquiera mueren,
quiero decir de muerte natural, mueren de muerte sobrevenida. Y, en estas
contingencias, seguiré a vuestra disposición, pues de los de nuestra clase se
aprovecha positivamente, como de los
mejores ejemplares del cochino ibérico, hasta las andanzas o andares y el postrer gruñío.
Sólo me resisto ante una cosa. Es
mi voluntad que nadie me desacredite y que todos den fe de mis aventuras
amorosas con la Jessi, esa veinteañera rumana, único éxito erótico de mi
azarosa vida y honra a la que no estoy dispuesto a renunciar, por más que otros
bien quisieran haberse apuntado ese tanto. Así pues, reclamo ese episodio en
exclusiva y os ruego que no me lo piséis, pues en ello me gozo y ni por pienso
renunciar a esas memorias amorosas. A mis ochenta años la Jessi se enamoró
ciegamente de mí, lo proclamo ante el mundo con orgullo. Y quiero que se
respete esta verdad sublime e incontestable a cambio de que se eche sobre mi
cualquier oprobio. Porque hasta los de mi clase somos sensibles al amor
verdadero, imperecedero y desinteresado, tanto como lo somos a la verdades más
prístinas y positivamente puras.
He dicho.
Otrosí, añado que, cuando
sobrevenga mi deceso, cosa que, evidentemente, ocurrirá contra mi voluntad, se
escriba en mi lápida este epitafio:
“Nosotros ni enloquecemos ni morimos,
nos sobreviene la muerte o la
locura,
y en ambos casos dejo mi memoria
para que echéis en ella la
basura.”
11 comentarios:
La élite nunca se resigna a dejar de serlo ni quiere abandonar sus privilegios ni mucho menos compartirlos con otros que no son de su exclusivo grupo. Esa es la realidad y mejor no lo has podido manifestar en tu texto. Pero normalmente no lo dicen con tanta claridad.
Y la Jenni, ¿quién era?, ¿su cuidadora? Ahí no tenía problemas para mezclarse con el vulgo, también suele pasar.
Pues yo me alegro positivamente de estar operativa. Un gran retrato, sí señor... Y el poema del final no tiene desperdicio (jajaja).
Besitos.
¿Cómo su cuidadora? La Jessi era su inspiración, su Dulcinea y... su postrer desvarío. Pero, como en su vida tuvo tantos, quisiera que, al menos éste, tan cierto como definitivo, no se lo chafaran. :-)
Saludos, Palomamzs.
Claro que sí, Sara. Que tú, en todo esto, mantienes siempre "un perfil crítico muy alto".
Gracias, Sara.
Joder, que entrada más buena. El poder ni se crea ni se destruye, solo cambia de manos. Por tunear un poco esa verdad sobre la energía para que venga un poco al caso xD Ni Lenin y Stalin, oh grandes adalides de la lucha de clases, se salvaron de que esto fuera cierto y aplicable en su caso :)
Gracias, Holden, por pasarte por aquí y por tus palabras.
En general, a los que ya hemos vivido un poco, las ilusiones nos duran poco rato.
Saludos.
¡Que entrada mas divertida!. Primero pensé que iba en serio, con ese comienzo tan propio. Luego comencé a enredarme, a tener mis dudas, (lo cual no es raro, dada mi escasez de entendederas ante tan soberbia, florida y deslumbrante pieza de oratoria del octagenario protagonista) pero solté de plano la carcajada con eso de "Muy bien, caballero, si usted está orgulloso de ser hijo de un patán, imagínese lo orgulloso que estoy yo, que soy hijo de un Grande de España." Y esa puntada de: "Y, del mismo modo que de cólico de espinacas no se conocen muertes de reyes ni de papas,"
Aunque perdida entre los vericuetos del rebuscado lenguaje, no pude menos que sonreír con ternurita por el final inesperado.
Jejeje eres rete chispa, Sr. S.
;)
Me alegra que lo hayas entendido. Es todo guasa e ironía. Aunque, a veces, y sobretodo cuando hablamos coloquialmente, puede darse el caso de que una persona de México y otra de España, hablando el mismo idioma, no se entiendan. Y es que el léxico es muy rico a ambos lados del La Mar Océana y el idioma, que a todos nos pertenece por igual, da muchas enseñanzas y palabras que viajan de un continente a otro.
Y me alegra que hayas captado todo eso, amén, naturalmente, de las virtudes saludables de las espinacas.
Un abrazo, doñita.
Sra. Insumisa si quiere reírse otro poco, visite:
http://sorozs.blogspot.com.es/2016/09/thomas.html
Gracias.
Pues es verdad, si no se entiende esto, yo ya no sé :D
Como viene siendo habitual, me encantan las cursivas, y una de ellas me ha inspirado una palabra que a lo mejor te gusta: espectaculadores, que son los especuladores espectaculares, bien porque especulan de manera espectacular, bien porque acaban dando el espectáculo con sus especulaciones.
Como trabalenguas tampoco está mal, ¿eh?
Me ha encantado el texto. Te felicito.
Bien por la palabra, Ángeles.
Y ya que todo el mundo se dedica a inventarse palabras brillantes o expresiones innovadoras y altisonantes, ¿ por qué nosotros vamos a ser menos?
Gracias.
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