Usualmente pasaba el tiempo
cavilando sobre asuntos abstractos. Sin embargo, cualquier situación cotidiana,
que hiciera necesaria una actuación, le descentraba. La mera disfunción de una cisterna, por ejemplo.
Su mente estaba acostumbrada a
divagar por los vericuetos del pensamiento en asuntos de cierta trascendencia,
cosas importantes que, en la vida, requerían un posicionamiento ético de la persona humana.
Así que, cuando recibió aquella
comunicación del Ayuntamiento, comprendió que su diálogo interior cotidiano,
sobre asuntos de altura, habría de interrumpirse momentáneamente.
El comunicado municipal era sobre
un local, declarado en ruinas, que había de derribarse en los plazos que
marcaban las ordenanzas municipales a tal fin concebidas.
El asunto era sencillo. Habría de
buscarse una empresa que lo derribara y pagar la parte alícuota de los costes.
Y, como todo el mundo sabe, la
parte alícuota es la que resulta de dividir un todo en un número determinado de
partes iguales. Algo tan sencillo como una división, aunque parte alícuota
impresione mucho más.
Aquel tipo de trivialidades no
estaban a su altura. Mas, por ser cívico ante el municipio y solidario con su
familia, tiró de papeles.
El edificio tenía dos plantas y
una cámara sobre la segunda.
Su abuelo había vendido el
edificio hacía cincuenta años. La planta baja, que constituía el 40% del
edificio, a don Fidel Gusano. De modo que ese porcentaje del derribo
correspondía al tal señor. Diáfano.
El resto de la finca, que
constituía el 60% restante del edificio, lo había vendido su antecesor a doña
Buenaventura Cañete, pero reservándose la propiedad de la cámara.
De modo que a él le correspondía
una parte alícuota del porcentaje de la propiedad que representase la cámara
que, por fallecimiento tanto del abuelo como de todos sus hijos, era ahora
propiedad de los 23 primos restantes, y una viuda, que procedían, en partes no
alícuotas, de seis familias.
Todo parecía sencillo.
Sin embargo, de lo primero que se
enteró fue de que, en los cincuenta años que habían pasado, los miembros de su
familia y los de la familia de doña Buenaventura Cañete no se habían puesto de
acuerdo sobre el porcentaje del 60% que a cada familia pertenecía.
Entre los 23 primos, y la viuda,
que constituían su familia, las opiniones, como pudo constatar, eran variadas y
acordes con la plural idiosincrasia de la
familia media españolas:
-Yo no sé si ahí tenemos algo
pero, ya te digo, que yo no pongo un
duro.
-Mi padre me dijo que, al menos,
la mitad es nuestra.
-A mí no me llames para estas chorradas.
Por cierto, ¿se murió tu madre?
-Siendo razonables, de su sesenta
por ciento, nos corresponde el veinte. Por menos, no me muevo. En esta postura de mínimos, debemos permanecer inamovibles.
-En justicia, la mitad de lo de
los Cañete nos corresponde porque la cámara en puridad es otra planta indistinta sobre la suya. Esto es innegociable.
-A mí no me vengas con problemas
que estoy en el paro.
-Llámame mañana, a primera hora,
que vengo de copas y no estoy para disgüisquiciones.
-Pues busca un abogado que se
aclare con ellos y que se enteren los
Cañetes esos.
-Pues yo creo que además de la
cámara, el abuelo tampoco les vendió el sótano, así que lo que tenemos ahí es positivamente mucho más importante de lo
que los Cañete creen.
-Sé de buena tinta que va a
construir un campus universitario en
las inmediaciones, así que el valor de ese solar va a devenir en espectacular, las tasaciones que ahora se hagan no
valdrán positiva y objetivamente para
nada.
-¿Sabes qué hora es aquí? ¡Vamos,
no me jodas! A mí no me cuentes nada, apañaros vosotros, que vivo en el
extranjero y paso del tema. Te cuelgo. Un abrazo.
-¿Reunirnos todos para llegar a
un acuerdo? Pero qué dices, si no me hablo con la mitad de ellos. Menudo hatajo
de cabrones, según se portaron cuando murió mi madre.
-¿Qué todavía tenemos algo en esa
casa? Pues, chico, yo no tenía ni puta idea.
-Y dices que consta en la
herencia de mi padre. Pues aún no tenemos los papeles, como sólo hace quince
años que se murió, lo hemos ido dejando.
-Bueno pues haz lo que haya que
hacer y ya me avisarás para cobrar lo que me corresponda.
-De mi madre no sabemos nada,
puso una castañería de diseño en el Soho, “The Advanced Chestnut”, mira a ver
por Internet.
-Sin mi consentimiento no se te
ocurra buscar un abogado que luego todo son minutas
y provisiones de fondos.
-Huy, qué me dices, haz lo que
puedas que estoy hasta el gorro de trabajo y, además, se me acaba de morir el
perro. No te digo más.
-No está en casa en este momento
ni sabemos cuando vendrá. Se fue hace un año, a Alicante, con una del club “Las
esclavas del amor”.
-Hijo mío, estoy en silla de
ruedas en una residencia. Haced vosotros lo que queráis que yo, si llega el
caso, firmo. Sí, se llama “Retiro de los Panteras Grises”. Sí, sí, en ese
pueblo que dices. Pero dinero no me pidas, que soy una pantera que anda canina.
…
Celebró, por estas respuestas,
que su familia fuera de esas que permanecen unidas, pues tenía que reconocer
que todos le habían cogido el teléfono. Pero esa pluralidad de pensamiento, que
enriquece a cualquier democracia, tenía empero sus problemas.
Finalmente, de entre los 23
primos, y la viuda, encontró uno con el que, a prorrateo, es decir pagándolo ambos
a partes alícuotas, buscaron un abogado.
El abogado se reunió con el
letrado de los Cañete, que ya les había mandado varios burofaxes, y les trasmitió las siguientes novedades:
1º.- Los Cañete no querían
comprarles su parte (la de la cámara) pero, en cambio, estaban dispuestos a
venderles la suya antes del derribo. Los Cañete eran nueve y, por esa sana
pluralidad de opiniones, ya citada, en lo único que estaban de acuerdo era en
que ninguno quería afrontar los gastos del derribo.
2º.- Al comunicar la orden de
derribo a los herederos de don Fidel Gusano, se habían enterado que don Fidel,
para no perder la propiedad por viejas deudas, había hecho una venta simulada, diferida a muchos años atrás, a don Julián Sesgado, intimo amigo
de don Fidel. Pero, pasados los años, los negocios de Sesgado fueron negativamente a mal y un conocido banco
le había hipotecado el solar. Muertos, por fallecimiento
sobrevenido, el señor Gusano y el señor Sesgado, eran ahora los herederos
de ambos los que estaban en litigio por la propiedad y, a la vista de que el
juez se pronunciase con sentencia,
ninguna de las partes iba a pagar el derribo.
3º.-Que el Ayuntamiento urgía a
la demolición sin atenerse a considerar
las razones personales que a todos los implicados afectaban negativamente.
Las multas comenzarían a llegar, las citaciones también y que, si no se
producía el derribo, sería el propio Ayuntamiento quien lo llevara a cabo,
procediendo después al cobro de gastos más intereses a todos los copropietarios
e incluso a expropiar el solar. El asunto mostraba perjuicios muy negativos que, además, arrostrarían
sumas de dinero positivamente elevadas.
Comunicó de nuevo con los primos,
y la viuda. No obtuvo mejores respuestas, sino, en la mayor parte de los casos,
más airadas, con tacos, improperios y blasfemias que hubiesen sacado positivamente de quicio hasta a una
impasible efigie del señor Rajoy. Algunos, ya sobre aviso, no descolgaron el
teléfono.
No sabía qué hacer. Se encontraba positivamente impotente. Pensó, en
términos empresariales, sobre la aplicación, en estos casos, de “La Regla de
las Cuatro Pes”: Posición, problema, posibilidades y propuesta.
Pero, enseguida, se dio cuenta de
que estaba en un laberinto: El Ayuntamiento por un lado, los Sesgados y los
Gusanos por otro, los nueve Cañetes por allá y sus veintitrés primos, y la
viuda, por acá, y que, así, no había regla de la negociación empresarial que
funcionase con eficacia positiva.
Iba por la ciudad maquinalmente, embotada
la cabeza por la situación. Perdido en un conandrum
sin salida, sin que su cerebro pensador
se diera tregua.
A veces su pensamiento era
oscuro, bueno, realmente negro. Y, en
esos opacos desvaríos que cruzaban su mente, llegó a imaginar cómo esos
dictadores que abundan en la Historia, llegó un momento, en que se liaron la
manta a la cabeza y no dejaron con la ídem puesta a títere alguno. Cómo les
comprendía.
Pero, al instante, rechazó la
idea. Vinieron por el contrario a su mente esos ejemplos sublimes de los santos
que, en las pinturas sacras, aparecían con manos, pies y corazón lacerados, con
los ojos, semi escondidos bajo los párpados, elevados al cielo. Y ansiaba
fundirse positivamente, en cuerpo y
alma, con esos seres sobrenaturales que impetraban justicia y paz a las
Alturas, ultrajados, pero sin emitir queja ninguna,
por el hacer, tan pertinaz como insensato, de los hombres (y de las mujeres,
cuidado).
Pero, como ni tenía maldad
suficiente para ejercer de dictador omnímodo, ni bondad necesaria para alcanzar
el santoral, se refugió en su educación primaria y recordó las palabras de
Kipling que su maestro le obligó a memorizar:
“Si en tu puesto mantienes la
cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza
perdida…”
Y, en ello estaba, cuando se dio
cuenta de repente que se había metido por dirección prohibida. Dio la vuelta al
instante y salió de aquella calle. Respiró.
Pero, al momento, se le heló la
sangre: No se había dado cuenta de que iba andando.
8 comentarios:
Me he reído mucho. Tienes un gran sentido del humor.
Ay, pobre hombre. Claro, si es que algunos no tenemos cabeza para los asuntos terrenales. Y cuando nos vemos obligados a ocuparnos de cosas de esas, del tipo "la parte contratante de la primera parte", nos embotamos negativamente y ya no sabemos siquiera si vamos a pie o andando. O sea.
Bueno, en serio, me parece una exposición magistral de los quebraderos de cabeza que puede llegar a dar una herencia, con sus partes alícuotas, sus repartos ecuánimes y sus distribuciones imposibles. Lo he visto, de lejos, en mi familia, y te aseguro que he llegado a marearme disfuncionalmente.
PD: me ha encantado “The Advanced Chestnut” :D
Me he carcajeado positivamente. Lo que más me ha gustado: el momento en que se debate entre ser un dictador o un santo. Yo creo que, ya sea en nuestra vida o en nuestros días, a todos nos pasa, pero tú lo describes con un sentido del humor excepcional. ¡¡¡Bravo!!!
Besitos.
Me alegro, Palomamzs.
Algunas veces me sale también un humor algo más extraño que no agrada a todo el mundo.
Gracias.
Estoy seguro, Ángeles, que cualquiera que haya pasado por "particiones de herencias" se habrá encontrado con casos similares. Es muy común.
Por lo demás, ya sabes, hoy todo es diseño.
Gracias.
Algunas veces, Sara, la ira se apodera de nosotros y, otras, desearíamos tener la paciencia de algunos patriarcas bíblicos. Pero hay que sortear los vaivenes de la vida lo mejor que se pueda.
Gracias y besos.
Muy buena esa fina ironía y humor que hay en tu relato mientras tocas esos temas tan terrenales que despiertan bajos instintos como esas herencias que dan muchos quebraderos de cabeza, y para muestra tu pobre protagonista. Cintura o flexibilidad para sortear, como dices, esos vaivenes de la vida.
Un saludo
Gracias, Conxita.
Ya decía Ulpiano que la justicia era dar a cada uno lo que le pertenece. Pero muchos ignoran lo que les pertenece, otros imaginan pertenencias, otros no creen la justicia y, la mayoría, ni siguiera tienen noticias de Ulpiano.
Así que, a costa de tanta incomprensión, florecen abogados, procuradores, notarios y jueces por doquier. Será nuestro sino.
Saludos.
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