Los lugares
donde sólo queda el paisaje son desiertos. Quien los conoce o, por azar, los
contempla, los mira con una mezcla de atracción y recelo. Unos saben y otros
imaginan, y ni los unos ni los otros se equivocan, que son escenarios
abandonados y vacíos de actores, que no de espíritus. Y muchos temen que sus
antiguos moradores, conocidos o desconocidos, aparezcan por donde solían y les
animen a desvanecerse con ellos. Quienes se internan en tales parajes son
conscientes de que la incertidumbre es también una llamada a los espectros y
que aquéllos podrían responder. Muchos, calladamente, iniciaron este viaje y no
se sabe de ninguno que volviera.
El imparcial silencio
es el único aval, y es tan válido para los descreídos que niegan como para los
crédulos que afirman. Pero la evocación es un tipo de búsqueda que puede rumiar
en su poderoso abomaso a quienes con precaución o sin ella la concitan.
Rafael,
hemos dejado la venta en pos de un país hermoso pero siempre permaneceremos
contigo y, quién sabe, puede que algún día regresemos por ti.
(Noche de las
Ánimas de 1925)
Rafafá era un hombre tan crédulo
que no le hubiera hecho falta volverse infante para recobrar la inocencia. Por
eso, la simpleza de su cacumen, no le dejó entender que unos padres
desaparecieran de aquel modo. Y tampoco comprendió del todo lo que aquellas
palabras, escritas en la solapa de un libro viejo escrito en una lengua
extraña, querían decir.
Desde aquel día, a pesar de los
acontecimientos que se sucedieron, a todos los que pasaban por la venta les
enseñaba lo manuscrito en el viejo tomo. Y pensaba que, tal vez, alguien con
más luces que él lo podría entender y que, algún día, alguno le daría la clave
que abriera su entendimiento.
Los habituales de la venta, paisanos
que guardaban memoria de sus padres, fruncían el gabelo tras leer y preferían rumiar
en su caletre las causas de aquella ausencia, pero ninguno se aventuró a
proclamar en público lo que pensaba sobre la inesperada desaparición del tío
Carrasco y la tía Ludi.
Sin embargo, aquellos otros, que
pasaban por la venta por vez primera, no dudaban en maravillarse del insólito
hecho y todos querían buscarle alguna explicación razonable.
Hubo personas muy leídas y doctas,
de ésas que mentaban a personajes ilustres que habían iluminado al mundo, que daban
por seguro que sus padres, enajenados por el extraño y galopante mal de la
melancolía, se habían internado en el monte para desaparecer. Y le daban al
hecho una simbología romántica envolviendo, con tan novelesco sudario, la
segura e inapelable idea de la muerte de ambos orates.
Otras personas, de fe religiosa,
aseguraban que los hombres se ven acosados, a veces, por grandes sentimientos
de desvalimiento y que algunos, en tales casos, en lugar del recurrir al seguro
y maternal consuelo de la Iglesia, se echaban en los brazos de la desesperación
y, cegados por la soberbia, que es pecado que obnubila, decidían quitarse lo que
no era suyo por habérselo regalado el Hacedor. Y, con el fúnebre manto del
pecado, amortajaban para siempre el seguro suicidio de aquel extraño
matrimonio.
Pero los razonamientos de unos y otros
no convencían a Rafafá. Y, aunque intuyera lo que querían decir sin entender
cada palabra, no quedaba conforme. Y es que Rafafá ni entonces sabía, ni llegó
a saber nunca, de melancolías y desvalimientos, ni de enajenaciones y
obnubilaciones, y menos aún de otros sonoros palabros que sólo estas personas
empleaban. Pero, por respeto, nunca les contradijo y, por prudencia, jamás les
preguntó. Pues, sabiéndose inculto, no quería demostrarlo hasta el extremo de
que además le tomaran por necio.
4 comentarios:
Pues yo, sin fruncir el gabelo, rumio en mi caletre que se avecinan de nuevo grandes momentos de solaz y esparcimiento con esta nueva historia por entregas.
Amén. Pero eso ya lo veremos. En todo caso gracias, Ángeles, por tus esperanzas.
Y bueno! ya tenemos relato nuevo!
Terminé de leer el matacán hace ya varias semanas (lo imprimí y me lo llevé al pueblo, hasta había hecho anotaciones para escribirte el comentario)
Tengo que mirar!
:D
Pues sí, Zeltia. Estoy con este nuevo cuento.
Qué bien que te leyeras el otro. Ya me dirás qué tal te pareció.
Y me gustaría que te animaras a contarme esos comentarios.
Un abrazo y gracias por seguir estos cuentos.
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