¿Qué ocurriría si cincuenta acordeonistas, por ejemplo, se pusieran a tocar simultáneamente en la Plaza Mayor? ¿Y si, además, lo hicieran todos los días? Seguramente terminarían cansando, abrumando, agobiando y la gente protestaría por tanto músico pedigüeño junto y, probablemente, les echarían.
Eso no ocurrirá. Dos gitanos con suéter negro controlan el flujo de acordeonistas rumanos en la plaza. El viejo manda al joven que, a regañadientes, obedece o, mejor dicho, termina obedeciendo siempre. Le manda tantas veces y a tantas cosas como se le ocurre. El joven se insolenta y protesta, pero el viejo le mira con desprecio frío, sin perder el talante, y no hace caso de sus gestos y bravatas porque sabe que el joven terminará siempre obedeciendo. Son morenos, cetrinos, el viejo es barrigudo y el joven es cimbreño y tienen, permanentemente, cuando miran la plaza, un gesto amenazador, como anuncios mudos de un peligro latente. Comen los bocadillos, que el viejo le mandó buscar al joven en el último recado, y beben unos botes de cerveza mientras controlan el flujo de personal en la gran plaza. Ocupan butacas de una de las terrazas sin consumir nada, pero nadie les llama la atención ni les incomoda, bien por gentileza del dueño o bien porque éste desea tener la fiesta en paz. Nos descubren observándoles y nos miran desafiantes, con indisimulada chulería y con cara de estar dispuestos rompernos el bautismo a poquito que insistamos, pero mantienen las formas porque, hasta ahora, todo les va bien. Enseguida se desentienden de nosotros.
Llega un nuevo acordeonista, les presenta sus respetos y se sienta con ellos. Espera con calma a que el acordeonista que, en estos momentos, va tocando de terraza en terraza acabe su ronda. Él no empieza la suya hasta que los dos de negro le dan la venia. El que ha terminado, un acordeonista que ha tocado mientras su mujer pasaba el platillo por las mesas, vuelve al lado de los dos calorros. Se sienta a su lado mientras la mujer, algo apartada, permanece de pie. Fuma un cigarrillo junto a ellos y apenas cambia cuatro palabras. Luego arreglan cuentas y se va. Al poco rato llega otro, les saluda y se sienta a esperar su turno. El ciclo continúa. Organización europea.
Eso no ocurrirá. Dos gitanos con suéter negro controlan el flujo de acordeonistas rumanos en la plaza. El viejo manda al joven que, a regañadientes, obedece o, mejor dicho, termina obedeciendo siempre. Le manda tantas veces y a tantas cosas como se le ocurre. El joven se insolenta y protesta, pero el viejo le mira con desprecio frío, sin perder el talante, y no hace caso de sus gestos y bravatas porque sabe que el joven terminará siempre obedeciendo. Son morenos, cetrinos, el viejo es barrigudo y el joven es cimbreño y tienen, permanentemente, cuando miran la plaza, un gesto amenazador, como anuncios mudos de un peligro latente. Comen los bocadillos, que el viejo le mandó buscar al joven en el último recado, y beben unos botes de cerveza mientras controlan el flujo de personal en la gran plaza. Ocupan butacas de una de las terrazas sin consumir nada, pero nadie les llama la atención ni les incomoda, bien por gentileza del dueño o bien porque éste desea tener la fiesta en paz. Nos descubren observándoles y nos miran desafiantes, con indisimulada chulería y con cara de estar dispuestos rompernos el bautismo a poquito que insistamos, pero mantienen las formas porque, hasta ahora, todo les va bien. Enseguida se desentienden de nosotros.
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4 comentarios:
¿Sabes que casi cada vez que te leo, debo usar el diccionario de continuo? ¡Eso me gusta! Las palabras nuevas me provocan. PERO... no encontré cimbreño. ¿Quiere decir moreno muy moreno? ¿De vientre plano?
¿Alto y guapetón?
Jejeje
Di...
Cimbreño = cimbreante
Delgado y flexible. Aplicado al talle, manera de andar, etc. de una persona, flexible, ondulante o garboso.
Ahí tienes lo que de cimbreño dice el diccionario de doña María Moliner.
No creas que tú no me das a mí trabajo, que también.
Muy bueno lo de "anuncios mudos de un peligro latente", me han dado hasta miedo.
Hombre, para todo hay que organizarse, hasta para tocar en la calle.
Paloma, por desgracia, la violencia y la delincuencia organizada está avanzando al mismo paso que la democracia gana en garantías y las empresas en beneficios. Sin embargo, los gobiernos pierden cada vez más la capacidad de proteger a los ciudadanos normales. Hasta que no lo ves de cerca no lo crees.
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