Por las calles de la judería los
turistas caminan sin ver, aunque mirar, no cesan de mirar ansiosos. Buscan el
detalle a fotografiar como si sólo vieran por el objetivo de sus cámaras. Ya
nadie sabe andar por las calles sin un aparato. La simple observación, que
animaba la imaginación y recreaba el espíritu, es cosa del pasado. Mientras, con
sus pies olvidados, tropiezan en el empedrado irregular. Caminan tal vez subyugados
por esas frases prometedoras de sensaciones, que ha acuñado el turismo, y que
promocionan el placer de perderse por las callejuelas viejas de los barrios
muertos. Y así, caminan sin dejar de
girar las cabezas en busca del detalle impresionante. Como zombis, deambulan
por esos arrabales despoblados, los centros históricos, que ya sólo son decorados
muertos del patrimonio turístico de otra ciudad más.
Rafael Tolo les mira con los ojos
entornados bajo el dintel de su puerta. Sostiene un gesto altanero, mitad de
burla mitad de desdén, en la faz turbia que apenas iluminan unos ojillos oscuros y estrábicos.
Rafael va tocado con una boina
verde, militar, ladeada, con insignias de la Brigada Acorazada, de los paracas,
con estrellas militares prendidas y con un alfiler de mujer con un brillante de
bisutería. Esto último priva a la gorra de su matiz marcial y se lo cambia por
un toque cheli de esclavo del amor efímero y zorruno.
- ¿Qué?, ¿livingyourwayforever, alcalde? –le chilla una
gitana que baja jacarandosa de vender flores de la Plaza de la Corredera.
-
Foreverwhatever, preciosa –contesta Rafael, que sonríe
a la gitana con la boca y con una disparidad más acentuada en la independencia
de sus ojos.
-
Pues, hala, dame un cigarro. Ahora que no está el
maromo. –replica la morena.
-
Olé las gitanas guapas. Que sólo cuando veo una tía tan
buena como tú me doy cuenta de lo maricón que soy.
Y la gitana, con su cesta a la
cadera, se va garbosa, con el cigarro encendido, como un velero al que las olas
del mar contonean de balde.
Rafael, sin disimulos, se vuelve
para mirarla. Y le lanza un último requiebro.
-
Cuando te vas, gitana, me rompes las amarras de la
vista.
-
Pues no serán las de los ojos, alcalde, que esas te
vinieron rotas de fábrica.
Da tres pasos como si siguiera la
estela de la gitana que se aleja. Se aprecia entonces todo su atuendo militar,
de pies a cabeza, con cruces religiosas pendientes por doquier y una estrella
de sheriff en el pecho. Se ve, cuando se gira, una fina coleta que le llega
hasta los glúteos y el pelo rapado a ambos lados de la gorra.
Las cámaras de los turistas, para
entonces, han encontrado el blanco inusual de lo inesperado, de lo
esperpéntico. Y, con más o menos disimulo, todos los objetivos, ansiosos de
presas imprevistas, sorprendentes, únicas, apuntan a Rafael como si fuera un
lince urbano salido momentáneamente de la oscuridad del cubil.
Él se deja. Posa con disimulo, presumiendo,
como si no lo notara. Y sólo, cuando le llega el anónimo murmullo de un “quién
será ese tipo”, estalla. Y la cara se le vuelve vinagre y el gesto, el del
hurón furioso.
-
¿Que quién soy? Un soldado de Dios. Un soldado del amor
divino y del humano. Un inspirado, uno
que dice lo que le mandaron decir: “Amad a los demás como os amáis a vosotros
mismos”. ¿Que quién soy yo, decís? Uno que cumple con su misión, ya lo sabéis.
Un iluminado entre la oscuridad. Pero vosotros, ¿qué hacéis, además de mirar?,
si no os amáis a vosotros mismos una puta mierda, cómo vais a amar a los demás.
¿Quiénes sois vosotros? No tenéis ni zorra idea. Ni siquiera sabéis qué hacéis
aquí. Y, si no tengo razón, a ver, ¿quién me la quita?
Los de las fotos no contestan y
se disuelven lentamente por las bocacalles estrechas como si se alejaran
discretamente de un olor, que acabaran de descubrir, a perro muerto.
Rafael se vuelve y entra en una
especie de cuchitril lleno de trastos. Tras unos segundos se escucha el sonido
a todo volumen de la obertura del Holandés Errante de Wagner, como si fuera un
anuncio del amanecer de un nuevo mundo o del comienzo del Apocalipsis. Y Rafael
sale al dintel y se cruza, majestuoso, de brazos con la cara llena de orgullo,
casi de soberbia. Su pose es ridícula y exageradamente egregia. Sólo le
traiciona el cruce de sus ojos.
Dos policías municipales pasan
lentamente por la callejuela en sus motos y miran detenidamente a Rafael que,
altanero, les devuelve la mirada con desdén.
-
Amigo, ¿vende usted algo?
Rafael mira al hombre maduro que,
seguramente por curiosidad o despiste, se ha atrevido a hablarle. Se pone muy
serio, muy digno. Se levanta sobre sus talones. Frunce fastuosamente el ceño y,
encampanado como un toro bravo, clava los ojos en el curioso.
-
Vendo todo. El hombre vive de vender, nunca de poseer.
Vendo amor, sexo, drogas, pensamientos, libros, casas, consejos, pinturas,
exageraciones, tristezas, textos, religiones, delirios y todo lo que se le
ocurra, porque yo me dedico a livingmywayforever. ¿Comprende?
-
¿Y la gente le aprecia? –no se desanima el despistado.
-
No me aprecian ni me quieren. Me adoran.
-
¿Y las autoridades también, o le miran con recelo?
-
Esas no son gente. Ese es el poder. Me temen porque les
absorbo y les anulo. Soy el castigo vivo del poder, su castigo hecho carne.
Ellos me odian y yo, a mi vez, abomino del poder en todas sus facetas, modos y
manifestaciones.
-
Pero, hombre, ¿cómo es eso?
-
Porque sólo del poder viene la violencia, que es el
mayor mal del mundo.
-
¿Es que la gente no es violenta?
-
Si la gente fuera violenta, España estaría en llamas.
La violencia la genera el poder, sólo el poder.
-
Pero la gente está protestando de muchas cosas, se
manifiesta, se queja, vituperan a los políticos, a los banqueros, a los
empresarios, a los corruptos…
-
Sí, pero se les conmina al respeto, se les dice que
usen la democracia, que cambien las cosas con su voto, que no tienen derecho a
actuar de otra manera. Y la gente obedece, aguanta y sobrevive como puede. La
gente, aunque absurdamente razonable, no es violenta. Se lo aseguro.
-
¿Y el poder lo es?
-
Esa es su esencia. Imagine usted que hay unas
elecciones y los poderes actuales se ven desbancados, imagine que la gente
pudiera controlar a los políticos, a los banqueros, a los empresarios, a los
poderosos de ahora y de siempre. ¿Cree usted que, llegado ese momento, lo
soportarían democráticamente, tal y como ellos predican ahora que la gente haga
ante sus infortunios?
-
Claro que sí. No tendrían otro remedio.
-
Pues yo le digo que no. Claro que tendrían otro
remedio. Eche usted un vistazo a la historia. Esa democracia, que ellos ya no
controlarían, no les serviría. Y entonces vendría la violencia. Ellos se
encargarían primero de generarla, después de ejecutarla y luego de llamarle
anarquía, ellos se encargarían de hacer inviable el poder del pueblo sobre
ellos. Porque para el poder constituido, lo vedado a los demás, es naturalmente
lícito para quienes lo detentan. Nos ponen límites quienes los desconocen, pero
ellos, en ningún caso, estarían dispuestos a asumirlos ni a respetarlos. Somos una grey engañada, dirigida
y conformada y, si hiciera falta, seríamos domeñados por la fuerza. Por eso la
violencia viene siempre del poder y jamás de las gentes. Las gentes aspiran seráficamente
a la justicia e, incluso algunos, ni siquiera a la de este mundo, que ya les reconforta
la esperanza de tenerla en el Más Allá. Afortunadamente en España no hay Mafia
pero, desengáñese, es porque la política, los negocios y las finanzas les han dejado
sin ningún espacio.
-
Veo que tiene usted las ideas tan claras como tristes.
-
Claro, porque las tengo claras soy el alcalde y así,
respetuosamente, me llaman en toda la ciudad; porque las tengo tristes, me
dedico al amor divino y al humano, únicas formas que he encontrado para
evadirme de la melancolía.
-
Pues, encantado de conocerle.
-
Su gusto es el mío.
4 comentarios:
vaya vaya, ser escritor te permite hablar por muchas bocas :)
antes de dejar de mirar "como está escrito" para perderme en "lo que está escrito" me fijé en esta frase:
"esclavo del amor efímero y zorruno".
:) original.
Es cierto, Zeltia.
Pero las cosas no sólo son las cosas, sino también lo que nos sugieren.
Así que Rafael existe y entre lo que dijo y lo que sugirió salió este artículo.
Gracias.
¡Que personajazo!
Casi que será mi favorito número tres, porque El Colás y El Pela andan peleando el 1 y el 2.
Que vende exageraciones, ¡me gustó eso! no había escuchado tal venta antes.
:)
El Colás y el Pela son más familiares. Este Rafael Tolo dudo que vuelva a aparecer porque fue un encuentro casual.
Saludos, Insumisa.
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