El resentimiento no es consciente y, algunas veces, se lleva encima tan grabado como el iris de los ojos. Puede brotar en cualquier situación intrascendente y, sin apercibirnos, nos traiciona y muestra de nosotros aspectos que creíamos ocultos u olvidados. Los psiquiatras, y otros de su gremio, tienen habilidad para descubrir el efluvio de tales sentimientos, porque salen de nosotros con la misma sencillez que el perfume trasciende de su frasco. Pensamos que nuestro propio olor, la personalidad, impregnado en la piel sobre ese tan desagradable del resentimiento, lo trasformará y nos protegerá al enmascararlo. Pensamos que hay algunos aromas que combinan bien con nuestra piel a tal efecto. Sin embargo, hay otros que profundamente desentonan y desprenden un tufo inesperado y sorprendente. Hay quienes notan en él la emanación de los odios enquistados, de esos odios de los que, si pudiéramos, haríamos bien en desprendernos. Si lo consiguiéramos, sería más fácil mantener ese halo suave, estable, siempre deseado: el del equilibrio.
6 comentarios:
será que el resentimiento se camufla tan bien,
que algunos hasta creemos que no tenemos ningún tipo de resentimiento,
pero sale, sale,
inesperadamente, e irreconocible, disfrazado de otra cosa.
pero a veces, los que somos observadores, le vemos ondear el extremo de la capa antes de dar la vuelta a la esquina.
Me alegro, Zeltia, de que seas tan observadora.
Casi nada se te escapa.
Mala cosa, enquistar odios. Eso tiene el resentimiento. De pronto, sin previo aviso, nos pone mas feos que el diablo.
Por cierto, mas feos por dentro que por fuera.
bueno, tú ríete!
pero tengo capacidad de observación, lo que pasa es que se reduce solamente a mi propio ombligo.
Claro, Piel de Letras, porque por dentro nos lo notamos más aunque los demás no nos lo noten.
No me río, Zeltia.
Creo que eso de los resentimientos ocultos lo has pillado muy bien, como si hace poco te hubieras percatado de alguno inesperado.
Bueno, a lo mejor, es demasidado suponer.
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