
- ¿Y cómo sabías tú que en esta zona había setas?
- Papo, pues porque esto está en lo de Pinilla y yo trabajé, hace muchos años, en la finca. ¡Pues no he sudao yo por estas cuestas! ¿No te lo había dicho? ¡Anda que no las pasé putas entonces!
- Pero, ¿todo esto era una finca?
- En tiempos sí, una sola.
- Y, por estas laderas, ¿qué se hacía? ¿Andabas de pastor?
- ¡Huy de pastor, qué más hubiese querido! Esto ya no se labra desde hace años, pero entonces las labrábamos con bueyes y, cuando llegaba su tiempo, las segábamos a golpe de hoz sobre zoqueta. Luego había que acarrear hasta la finca en mulas, porque por este terreno no andan los carros, y preparar la trilla en la era que había en la parte de atrás de la casa grande.
- ¿Y todo lo hacíais con animales?
- Sí, con bueyes medio bravos, burros enteros y mulas medio falsas, más malatas que malatas, ¡me cago en diole!
-¿Cómo que con bueyes medio bravos?
- O sea, ¿cómo te diría yo?, era que los hacíamos malos nosotros.
-¿Pero cómo, Colás, qué me estás contando, hombre?
- Papo, pues pegándoles y pinchándoles, metiéndoles aliagas entre las patas de atrás o prendiéndoselas debajo. Para que se volvieran bravos y cogieran malos instintos y poder divertirnos con ellos toreándoles.
- Pero, ¿cómo erais tan salvajes? ¿Y, de veras, se volvían bravos?
- Bravos no sé, pero rencorosos del todo, que en cuánto podían iban a ver si te cazaban y había que estar con ellos con cien ojos.
- Y, luego, ¿con esos animales teníais que labrar?
- Pues sí, ya ves tú, ¡qué conocimiento!
- Y, el dueño, ¿sabía que les hacíais de todo a los animales?
- ¡Huy, el amo!, si nos llega a pillar haciéndoles a los bueyes esas herejías nos esbrea las costillas a trallazos. ¡Menudo era! ¡Antes quería que te jodieras tú que ver mohino o con cólico a algún animal de la finca!
- ¿Y quién era el amo?
- Un inglés.
- ¿Vivía en la finca?
- Quia. Pero venía tres o cuatro veces al año y había que tenerle todo más limpio que el copón y bajar corriendo a la casa de la finca tan pronto como llegara, sin excusa ninguna y estuvieras donde estuvieras.
- ¿Bajar a la casa en cuanto llegara?
- Sí, así nos lo tenían mandado.
- ¿A qué, a saludarle?
- No, a besarle la mano.
- Papo, pues porque esto está en lo de Pinilla y yo trabajé, hace muchos años, en la finca. ¡Pues no he sudao yo por estas cuestas! ¿No te lo había dicho? ¡Anda que no las pasé putas entonces!
- Pero, ¿todo esto era una finca?
- En tiempos sí, una sola.
- Y, por estas laderas, ¿qué se hacía? ¿Andabas de pastor?
- ¡Huy de pastor, qué más hubiese querido! Esto ya no se labra desde hace años, pero entonces las labrábamos con bueyes y, cuando llegaba su tiempo, las segábamos a golpe de hoz sobre zoqueta. Luego había que acarrear hasta la finca en mulas, porque por este terreno no andan los carros, y preparar la trilla en la era que había en la parte de atrás de la casa grande.
- ¿Y todo lo hacíais con animales?
- Sí, con bueyes medio bravos, burros enteros y mulas medio falsas, más malatas que malatas, ¡me cago en diole!
-¿Cómo que con bueyes medio bravos?
- O sea, ¿cómo te diría yo?, era que los hacíamos malos nosotros.
-¿Pero cómo, Colás, qué me estás contando, hombre?
- Papo, pues pegándoles y pinchándoles, metiéndoles aliagas entre las patas de atrás o prendiéndoselas debajo. Para que se volvieran bravos y cogieran malos instintos y poder divertirnos con ellos toreándoles.
- Pero, ¿cómo erais tan salvajes? ¿Y, de veras, se volvían bravos?
- Bravos no sé, pero rencorosos del todo, que en cuánto podían iban a ver si te cazaban y había que estar con ellos con cien ojos.
- Y, luego, ¿con esos animales teníais que labrar?
- Pues sí, ya ves tú, ¡qué conocimiento!
- Y, el dueño, ¿sabía que les hacíais de todo a los animales?
- ¡Huy, el amo!, si nos llega a pillar haciéndoles a los bueyes esas herejías nos esbrea las costillas a trallazos. ¡Menudo era! ¡Antes quería que te jodieras tú que ver mohino o con cólico a algún animal de la finca!
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- Quia. Pero venía tres o cuatro veces al año y había que tenerle todo más limpio que el copón y bajar corriendo a la casa de la finca tan pronto como llegara, sin excusa ninguna y estuvieras donde estuvieras.
- ¿Bajar a la casa en cuanto llegara?
- Sí, así nos lo tenían mandado.
- ¿A qué, a saludarle?
- No, a besarle la mano.
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