
Hay otros exilios voluntarios, del que no está de acuerdo con lo que le rodea y sabe que no puede cambiarlo. Estos exilios están revestidos de impotencia, pero también de dignidad y, sobre todo, de ese romanticismo al que se llama trasnochado pero que, en todos los tiempos, ha movido el mundo. Es el idealismo, presente en la vida de los soñadores, o de los menos conformistas, o de los más valientes, o, quizás, de los genios.
Hay, sin embargo, otros exilios interiores que son irrevocables. La dictadura del tiempo los gobierna. Éste nos echa de la niñez, de la adolescencia, de la juventud, de la madurez, de los gustos, del trabajo, nos exilia de los seres queridos, de los acostumbrados compañeros, de los entrañables amigos, a veces, también de los amores o del amor de nuestra vida, y termina echándonos hasta de los vicios y de la salud. Y no cejará hasta que nos desahucie de nuestro propio cuerpo. ¿Dónde iremos entonces?
Pues eso parece que es la vida, ir de exilio en exilio hasta el definitivo.
ResponderEliminarA lo mejor está pensado para que nos vayamos acostumbrando.
El miedo ha mantenido al ser humano huyendo desde siempre y parece que hoy se agrava.
ResponderEliminarYo tengo mi refugio...
https://saboranisestrella.blogspot.mx/2012/11/fantasmar.html?m=1
Abrazo
Me alegro de que lo tengas. Voy para allá.
ResponderEliminarSaludos, Sara.